Mientras el mundo se detiene por la pandemia de covid-19, una segunda enfermedad avanza con la misma rapidez. La Organización Mundial de la Salud le ha puesto nombre: desinfodemia. Una pandemia de información falsa que circula en redes sociales y propaga la xenofobia, el racismo y el odio. En México, aseguran especialistas, la campaña sostenida para desacreditar a las autoridades es alimentada por intereses económicos y políticos
Texto: José Ignacio De Alba
Foto: Fotoarte Pie de Página
En medio de la emergencia sanitaria, las noticias falsas se propagan por las redes sociales tan rápido como el coronavirus. La ONU las cataloga ya como una segunda enfermedad: la “desinfodemia”. Sus efectos tóxicos son tan mortales como los de covid-19. Pero en México, las noticias falsas “no son una cosa inocente”.
La académica Rossana Reguillo, coordinadora de la iniciativa Signa Lab del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), dice en entrevista que detrás de la “fuerte presencia” de noticias falsas hay “intencionalidades políticas” y “un interés económico”.
“Si tú dices que están cerrando las tiendas, pues la gente está yendo a comprar cosas (…) El Cartel de Jalisco está entregando despensas para congraciarse. Son intencionalidades políticas, gente que felizmente está usando esta situación extraordinaria para su beneficio”.
Coincide Iván Martínez, de la Red en Defensa de los Derechos Digitales (R3D), para quien las llamadas fake news cumplen una función específica, pues buena parte de ellas “están desvirtuando o descolocando la versión oficial”.
Son bloques políticos y económicos, dice el analista, que usan agencias especializadas en la difusión de estas noticias falsas.
– ¿Quien podría sacar ventaja de un momento como éste?
– No hay una identificación clara de quienes son estos actores. Pero es una situación muy parecida al contexto de la elección del 2018.
Las fake news han tomado tanta importancia en México, que las autoridades del gobierno federal han salido en varias ocasiones a hacer desmentidos.
El propio subsecretario de Prevención de la Salud, Hugo López-Gatell, lo dijo en una de sus conferencias diarias:
«Hay grupos de interés que fabrican noticias falsas, que generan desinformación, que quieren confundir a la sociedad con fines políticos o de interés económico, quieren posicionarse y manipular a la opinión pública”.
Uno de los casos más emblemáticos es el del Diario de Juárez que publicó en su portada, del 14 de abril, una fotografía donde salen varios cadáveres en bolsas negras, supuestamente víctimas de covid-19 en Chihuahua. En esa ocasión el propio presidente Andrés Manuel López Obrador utilizó parte de su conferencia matutina para explicar que la imagen fue tomada en Ecuador.
Pero el mismo día que el Diario de Juárez publicó la fotografía de varios cadáveres, el periodista Joaquín López Dóriga publicó en su portal de noticias que la tarifa de luz eléctrica había aumentado 4 por ciento, durante la emergencia sanitaria. La Comisión Federal de Electricidad en esa ocasión se encargó de hacer el desmentido. A pesar de eso la nota se mantiene en el portal de López Dóriga.
No sólo políticos y grupos empresariales han propagado noticias falsas. El 12 de abril, el actor Eugenio Derbez publicó un video en el que leyó una supuesta carta escrita por un amigo suyo, “el doctor Faustino Ruvalcaba, de la clínica 20 del Instituto Mexicano del Seguro Social en Baja California”. Con un tono dramático, el comediante aseguró que no había suficiente material para atender a los pacientes de covid-19.
Al día siguiente, el 13 de abril, la encargada del IMSS Baja California, Desirée Sagarnaga, le pidió al actor que “no difunda noticias falsas” y explicó que en ningún hospital del Seguro Social trabaja ninguna persona con el nombre de Faustino Ruvalcaba.
Sobre esto, Iván Martínez no tiene concesiones: las fake news son parte de un gran negocio y que su comportamiento no es aislado.
“Hay una industria que aprovecha estas coyunturas para marcar influencias, hay una agenda sostenida de desacreditación”,
afirma el analista
El aislamiento, explica Martínez, ha provocado un repunte en las actividades relacionadas con el internet. Se estima que entre un 20 y 30 por ciento. Eso genera un aumento en la creación de contenidos de entretenimiento, pero también, de fake news.
Sin embargo, dice que hacen falta investigaciones más profundas sobre lo que ocurre en las redes. Y mayor transparencia de las plataformas.
La Red en Defensa de los Derechos Digitales ha presionado a plataformas como Facebook y Twitter para que transparenten, como se hizo en Estados Unidos, las compras publicitarias de políticos y los montos de los contratos.
Desde su perspectiva, los lectores pueden ayudar a romper las cadenas de desinformación que hay en las redes. Pero también ha quedado al descubierto que “la gente tiene muy pocas herramientas para consumir información”.
La pandemia, explica Martínez, agudizó los problemas asociados a la información y al conocimiento. Entramos en emergencia sanitaria cuando los noticieros y periódicos tradicionales tienen muy poca credibilidad entre la gente. Y muchos medios no han asumido herramientas serias para combatir la desinformación. Por el contrario, ellos mismos propagan noticias falsas.
“Es por eso que las versiones alternativas toman mucho más fuerza”, dice.
—¿Cuál es el papel que debe tener el gobierno para combatir las fake news?
—Una postura mucho más educativa. Una de las cosas positivas que hizo el gobierno mexicano fue poner a una persona como Hugo López-Gatell para llevar la epidemia. Pero también nos debemos preguntar qué está haciendo la Secretaría de Educación Pública para trabajar con niños o quién está trabajando con adultos mayores para enfrentar la desinformación.
Rosana Reguillo considera que al gobierno federal le han faltado más estrategias para poner la información técnica en las redes sociales.
“El conocimiento experto no está permeando en todas las formas en que la gente consume información”, dice.
Este viernes, la Organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés) difundió el informe “Periodismo, libertad de prensa y covid-19” con motivo del Día de la Libertad de Prensa (3 de mayo).
El informe destaca: “A medida que el nuevo coronavirus ha alcanzado a casi todos los paises del planeta, una circulación masiva de información falsa se ha extendido tan rápido como el propio virus. Estas mentiras han ayudado a allanar el camino de la infección y han contribuido a sembrar el caos en las sociedades que están respondiendo a la pandemia”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga esta “desinfodemia” (difusion tóxica de información falsa) como una segunda enfermedad que acompaña a la pandemia de covid-19: “una sobreabundancia de información, algunas veces precisa, otras no, que dificulta que las personas encuentren fuentes fidedignas y orientación confiable cuando la necesitan”.
Las falsedades, dice la Unesco, pueden clasificarse en dos tipos: información falsa, producida y compartida con motivación maliciosa, e información errónea, cuando éstas mentiras son difundidas sin malas intenciones.
Pero “en el contexto de covid-19, los efectos de éstas dos modalidades pueden ser de igual manera mortales”, concluye el estudio.
El documento cita varios estudios que ponen en evidencian la gravedad de la “desinfodemia”.
Aquí algunos:
El 16 de marzo Facebook, Google, Linkedin, Microsoft, Reddit, Twitter y YouTube, hicieron una declaración conjunta para “combatir la información falsa”.
Sin embargo, advierte la Unesco, lo cierto es que “estas plataformas también se han convertido en focos de ‘desinfodemia’”.
Cita, por ejemplo, un estudio del Instituto Reuters sobre un universo de 225 piezas de información falsa, el cual reveló que 59 por ciento de las publicaciones clasificadas como falsas en Twitter por parte de sus verificadores de datos permanecieron en línea; YouTube mantuvo en línea 27 por ciento de ese tipo de información, y que Facebook lo hizo en 24 por ciento, “sin ninguna etiqueta de advertencia”.
Aunque estas compañías “no pueden ser consideradas como árbitros de la verdad, ellas deben adoptar una posición firme y clara en contra de la circulación de falsedades comprobadas, tanto en sus contenidos , anuncios y servicios de búsqueda”, dice la Unesco.
Signa Lab se dedica, entre otras cosas, al estudio de redes. Rosana Reguillo ha encontrado que, durante la emergencia sanitaria, la palabra más compartida y cultivada en redes es “miedo”, “pesadilla” y “ansiedad”.
Pero también, dice la investigadora, “hay ejercicios muy solidarios y de acompañamiento como nunca antes se había visto”.
Reguillo asegura que las redes sociales han convertido la vida diaria en algo público. Y que a la gente le ha servido para sentirse acompañada.
Aunque la polarización, admite, también convierte las redes en un sitio de confrontación.
En ese sentido, el informe de la Unesco advierte que los temas divulgados por la “desinfodemia” reproducen xenofobia, racismo y odio. A eso se agrega “su combinación con contenido emocional, y el hecho de que esta información sea transmitida por actores influyentes”.
Pero la Unesco también destaca el papel fundamental que están teniendo medios alternativos y los medios públicos para combatir la desinformación en esta pandemia.
“Los medios independientes han estado a la altura del desafío”, al constituirse como “una fuente de información fidedigna clave para salvar vidas, ayudando a las personas con la detección y bloqueo de las mentiras acarreadas por la ‘desinfodemia’”, dice en su informe.
Siendo considerado el periodismo como “servicio esencial” y los periodistas como “trabajadores esenciales”, significa que “en el futuro, los medios públicos tendrán un rol más clave que nunca”, concluye la Unesco.
Cronista interesado en la historia y autor de la columna Cartohistoria que se publica en Pie de Página, medio del que es reportero fundador. Desde 2014 ha recorrido el país para contar historias de desigualdad, despojo y sobre víctimas de la violencia derivada del conflicto armado interno. Integrante de los equipos ganadores del Premio Nacional Rostros de la Discriminación (2016); Premio Gabriel García Márquez (2017); y el Premio Nacional de Periodismo (2019).
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