Para que los 25 mil millones de pesos destinados a 50 ciudades mexicanas se ejerzan con un verdadero afán de hacerlas más sanas, amables y sustentables, se deben establecer mecanismos participativos y de gobernanza apropiados
Twitter: @eugeniofv
Hace pocos días, a pregunta de nuestra compañera de Pie de Página Reina Haydeé Ramírez, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que se invertirán 25 mil millones de pesos en cincuenta ciudades del país, aunque no especificó cuáles. El mandatario sólo presumió que una parte será para Hermosillo, Sonora, y que esos fondos permitirán al ayuntamiento sonorense cancelar la venta de uno de los estadios de béisbol de la ciudad, conservando con ello uno de los pocos pulmones verdes con los que cuenta. Que se invierta directamente en los municipios es una gran noticia, pues son un eslabón importantísimo para el desarrollo nacional, pero también el más descuidado. Esos fondos, además, suponen una gran oportunidad para transformar las dinámicas urbanas y hacerlas más sustentables y más incluyentes.
La vida cotidiana y todas sus aristas se viven en lo local. Es ahí donde se dan los encuentros entre las personas y donde se padecen o gozan las infraestructuras; donde ocurre el grueso de los crímenes, se vive la cultura y se trabaja y se consume. Sin embargo, el local -el municipal- es el orden más descuidado en el país.
Los municipios tienen herramientas de gobernanza más pensadas para amplificar el poder de los gobernadores que para efectivamente gobernar sus territorios, y sus presupuestos siempre han sido marcadamente insuficientes. El hecho de que los periodos de los presidentes municipales -al margen de la reelección- duren apenas tres años, no ayuda tampoco. Todo esto ha llevado a que se invierta más en grandes obras que favorecen a los intereses inmobiliarios que a la ciudadanía, y a que se descuiden todos los aspectos ambientales. Por eso es tan buena noticia que se vayan a destinar nuevos fondos directamente a las ciudades, pero también urge que para su ejercicio se establezcan lineamientos y requisitos que obliguen a usarlos en inversiones sustentables.
Sería muy deseable que los fondos aportados vayan condicionados al rescate de áreas verdes y a la inversión en medidas con impactos ambientales plausibles. Esto no quiere decir que todo se vaya a parques y jardines, ni como hemos visto que se ha hecho, una y otra vez, a arboledas o glorietas que se inauguran verdísimas y no se vuelven a cuidar, con lo que al poco tiempo ni sombra dan. Lo ambiental implica también la conservación del agua, el combate a la contaminación, la relación con la biodiversidad.
Usar esos 500 millones de pesos que, en promedio, se destinarán a cada ciudad, puede permitir mejorar radicalmente el manejo de la basura en esas ciudades -que hoy, las más de las veces, es un desastre. Puede también detonar la planeación e instalación de un transporte público de calidad y bien estructurado, del que muchas ciudades carecen. Si -como en el caso de Hermosillo- se los destina a obra pública y bacheo, puede aprovecharse para hacer un proceso de sustitución de materiales para permitir una mejor recarga de los mantos acuíferos y menor contaminación, además de reducir islas de calor urbanas.
También se pueden usar esos recursos para mejorar la conservación de las fuentes naturales de agua de las ciudades. El proyecto del Consejo Civil Mexicano para la Silvicultura Sostenible y MaBio en el Cerro Grande y la sierra de Manantlán de Colima para conservar el agua de la que depende la capital del estado es un gran ejemplo de qué se puede hacer. También hay proyectos como los que se podrían desarrollar en ciudades con cuerpos de agua todavía abiertos, y aprovecharlos para atraer el turismo y generar nuevos polos de encuentro y entretenimiento locales.
Posibilidades hay muchas, pero para que esos 25 mil millones de pesos que anunció el presidente se ejerzan para mejor, sin corruptelas y con un verdadero afán de hacer que las ciudades mexicanas sean más sanas, más amables y más sustentables, se tiene que trabajar desde el origen. Se deben establecer los mecanismos de gobernanza apropiados y construir mecanismos participativos para -dentro de un rango de opciones dirigidas a hacer más sustentables las localidades de destino- garantizar que esos fondos aporten al futuro y no se diluyan en las grillas del presente.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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