11 febrero, 2020
Julián, Adrián y Brian, integrantes de la familia LeBarón, originarios de Chihuahua y quienes en noviembre de 2019 perdieron a tres mujeres y seis niños de su familia en un ataque armado, caminaron sobre los mismos caminos que quienes buscan justicia en Guerrero
Texto: Equipo Amapola
Fotografía: José Luis de la Cruz
COCULA, GUERRERO.- La familia LeBaron regresó a Guerrero. Dos días después de escuchar testimonios de familiares de desaparecidos y asesinados en Chilapa, visitó el domingo a los padres de los dos menores asesinados– una niña de 13 años de edad y otro de 14– en la comunidad de Tomás Gomez, Cocula, al norte del estado.
Cocula es un municipio ubicado sólo a 20 minutos de Iguala, donde fueron desaparecidos y asesinados normalistas de Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014. De allí eran policías que presuntamente participaron junto a pistoleros esa noche en Iguala. Desde ese día padres y madres buscan a sus 43 hijos desaparecidos.
Julián, Adrián y Brian, integrantes de la familia LeBarón, originarios de Chihuahua y quienes en noviembre de 2019 perdieron a tres mujeres y seis niños de su familia en un ataque armado caminaron sobre los mismos caminos que quienes buscan justicia. Aquí en Cocula fue la primera búsqueda con vida de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa desaparecidos en 2014.
Rhonita Maria Miller, de 30 años; Howard Jacob Miller, Jr., 12 años; Krystal Bellaine Miller, 10 años; Titus Alvin Miller, 8 meses; Tiana Gricel Miller, 8 meses; Christina Marie Langford Johnson, 29 años; Dawna Ray Langford, 43 años; Trevor Harvey Langford, 11 años, son sus familiares asesinados.
Los hermanos LeBaron llegaron a una casa de techo de lámina, con paredes verdes. Allí estaban los dos pequeños blancos ataúdes. Los LeBaron abrazan a los padres. Hay otros familiares y vecinos de la comunidad velando a los niños, que algunas veces trabajaban vendiendo pollos fritos a domicilio.
Cuando tenía 13, Alexis perdió una de sus piernas al ser embestido por un vehículo, luego la recuperó mediante una prótesis que logró con la ayuda de cooperaciones de sus vecinos. Todos recuerdan también a Adilene, una niña sonriente y solidaria, que cursaba el segundo de secundaria.
Alexis vendía la fruta o frituras en la carretera de Cocula a Iguala.
«Ellos nos ayudaban con el sustento de la casa», dice doña Vicenta la madre. Ella y su esposo Pedro, trabajaban duro para mantener su hogar, pero él enfermó de diabetes y la carga era para los niños y ella.
«Lo que quiero es de que se haga justicia», reclama don Pedro.
Padre y madre son abrazados por la esposa de Adrián LeBarón.
«Esto no debió de haber pasado», dijo la esposa de Adrián cuando observaba de cerca los dos ataúdes blancos.
Adrián LeBarón, denunció que él se comunicó con funcionarios de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas(CEAV) para que se trasladaran a esta comunidad y brindaran atención jurídica a los familiares de los dos menores.
«Aquí no veo a nadie de los de la CEAV, esto no puede ser: entonces ¿qué es lo que hacen?, reclama Adrián.
Tampoco llegaron integrantes de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Estado, denunció José Díaz Navarro, presidente del colectivo Siempre Vivos de Chilapa y quien comparte con los LeBaron, el dolor de que sus familiares fueron asesinados.
Adrián LeBarón, lamentó que a dos días del asesinato de los dos menores no se ha visto que la Fiscalía General de Guerrero realice todos los protocolos de investigación que se requiere.
Los niños fueron asesinados a unos 500 metros de un retén de la Policía Comunitaria «Tecampanera», autodefensas que ya rompieron la alianza con la policía de Heliodoro Castillo (Tlacotepec). Hay versiones que vinculan a esta policía con el grupo criminal acusado de la desaparición de los 43, Guerreros Unidos.
El activista dijo que el Ministerio Público del Fuero Común debería declarar a todos los testigos de los hechos.
Hasta el momento se sabe que peritos de la Fiscalía encontraron los cuerpos de los menores con impactos de bala, dentro de un automóvil Tsuru blanco sin placas en la misma comunidad.
Julián LeBarón llamó también al gobernador Héctor Astudillo. Le exigió resultados y justicia, en lugar de la promoción constante que hace en los centros turísticos del estado. Le exigió venir a comunidades como ésta.
El recorrido de dos días en Guerrero de los LeBaron ha abierto heridas como Iguala y Chilapa. En Iguala, desde la desaparición de los normalistas la Policía Municipal no ha podido operar con normalidad. Tampoco en Cocula ni en Huitzuco, municipios aledaños al lugar de la desaparición forzada de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Y Chilapa, desde 2015 es un municipio donde cualquiera puede desaparecer.
Antes de ir con la familia de los niños fueron al basurero de Cocula, el primer punto de búsqueda de los estudiantes. De acuerdo al ex procurador General de la República(PGR), Jesús Murillo Karam, en este lugar fueron incinerados los 43 normalistas.
Adrián LeBarón desestimó la llamada “verdad histórica” cuya hipótesis se sostuvo de la quema de los estudiantes.
“Pretendemos unificar al país para afrontar la impunidad y la violencia. Los políticos no nos dan respuesta y siempre nos mienten. La impunidad es casi el 100 por ciento, el Poder Judicial está colapsado… Los mexicanos estamos hasta la madre de esta situación”, dijo durante su visita.
Los funerales de los dos niños se realizaron en la calle Plutarco Elías Calles, en la comunidad de Tomás Gómez, poblado que está a menos de dos kilómetros de la cabecera municipal de Cocula.
A las 16 horas, los dos menores fueron sepultados en el panteón de la comunidad. Hubo más abrazos y aplausos.
En la carretera que conduce a Cocula hay un retén de policías de la Secretaría de Seguridad Pública, que paran principalmente a motociclistas.
Este texto se publicó originalmente en Amapola Periodismo. Se publica en PdP gracias a la Alianza de Medios. Aquí puedes consultar la publicación original.
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