3 febrero, 2020
Este martes 4 de febrero inicia el periodo ordinario en el Senado. En la puerta de entrada al recinto de Reforma un grupo de activistas esperan a los legisladores con un plantío de cannabis. Quieren ser un recordatorio de la urgencia sobre la legislación en la materia
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: María Ruiz
“Primero los derechos, después el mercado”, dice un hombre sobre una pila de tierra recién removida. Bajo sus plantas, hay semillas de marihuana recién sembradas. A sus espaldas, el edificio del Senado de la República. Ahora, en vez de tener plantas de ornato, esta jardinera será un pequeño campo de cultivo de marihuana.
La intervención del Movimiento Cannábico Mexicano, un conglomerado de diversas organizaciones y activistas, es tanto un recordatorio como una protesta. Aquí no solo demandan la legalización de la marihuana; sino cómo. Buscan que la ley se base en los derechos de los usuarios y no la promoción de un nuevo mercado.
También es un recordatorio al Congreso de la Unión. Para el último día de este año deben estar listas las leyes que regulen el uso de la marihuana. La creación de estas leyes es una orden de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, después de la jurisprudencia que emitió en 2017 sobre el libre uso de la marihuana.
Cerca de la jardinera intervenida hay un cúmulo de tiendas de acampar, carpas y lonas. Además de intervenir la jardinera, los activistas acamparán aquí indefinitivamente. Su primera meta es el 30 de abril, aunque el campamento podría alargarse más tiempo.
“Estamos hoy aquí, antes de que se cumplan 100 años de la prohibición que inició el 15 de marzo de 1920. Estamos aquí para negarnos a los 100 años. Por eso declaramos este espacio un territorio de libertad”, dice mientras sostiene un tazón lleno de semillas de mariguana, Leopoldo Rivera, uno de los miembros del movimiento.
“El consumo no está peleado con la sociedad. No hay razón para ser perseguidos”, dice mientras menea un cigarro de mariguana en la mano. “Nosotros no somos los causantes de la violencia en el país”.
Plantón y zona de cultivo
El aire entre las lonas es denso y brumoso. Una mezcla extraña entre el polvo que levanta los trabajos en la jardinera y el humo de un montón de porros, pipas, extractores, vaporizadores, evaporantes y demás artilugios para fumar hierba que pasan de mano en mano.
Entre la neblina hay una mesa para recolección de firmas. Detrás de ella, un muchacho flaco y largucho da informes y anima a la gente a sumarse a la casa. Es Pier Giuseppe Coppel Hernández, activista independiente, estudiante universitario.
“Ya le dije a mis jefes: estos meses me voy a mudar al plantón” dice con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Y qué te respondieron? “Siempre y cuando no deje de ir a clases, me dijeron que estaba bien”. Pier planea pasar aquí varias noches, en apoyo a la causa. Cuando se le pregunta el porqué, declama, casi poéticamente, sus motivos:
“Estoy aquí porque ya no quiero que mis campesinas y campesinos estén encarcelados. Porque el estado los criminaliza desde hace 100 años por hacer algo que hacían sus abuelos desde mil años antes. Estoy aquí porque no quiero que mi gente esté tomando medicamentos que les hacen más daño, o que mis amigos ya no cultiven en secreto. Porque alguien por tener unas matitas, vaya a dar al tambo. Un fumador no tiene nada que hacer tras las rejas”.
Cerca de la mesa, pasa una señora, cabello corto con tinte para tapar las canas. Lleva una carriola que le va chica a la niña que va en ella, de unos 9 años de edad. Son Leonor Aldape, y su hija Jasmín.
“Vengo para hacer presión y conseguir el permiso para que le puedan dar un tratamiento a ella”, dice mientras señala a la niña, que tiene retraso psicomotor e hidrocefalia. De vez en vez, además, presenta convulsiones.
Leonor cree que en la mariguana podría encontrar un aliciente para que Jasmín pueda tener una vida más tranquila, pero está buscando la opinión de un médico especializado al respecto. “Estoy buscando por muchos lados medios, pero no sé dónde”.
Cuando Leonor menciona la palabra médicos, baja su tono de voz y agacha la cabeza, como si dijera un secreto. También cuando dice cosas como “tratamiento”, para referirse al uso medicinal de la mariguana. A pesar de que su hija ya va a tratamiento con una neuróloga, Leonor no siente la confianza para sugerir este tipo de tratamiento.
“La verdad es que no le he preguntado. Si no me dice ella, pues mejor ni meterse en esos temas. A lo mejor si ella supiera ya me hubiera dicho de un terapeuta”, dice.
A los pocos momentos se acerca Pier, el de la mesa de firmas y escucha a la señora. Después de un rato, le recomienda ir con la fundación Ananda, en donde cuentan con el tipo de doctores que Leonor busca.
Pier se ve satisfecho. Además de usar el espacio para hacer una protesta, otra de las finalidades es tener actividades informativas y culturales en torno al uso de la cannabis. Gente que se acerque a preguntar este tipo de cosas es más que bienvenida en el campamento.
Cuidar a los usuarios, el primer paso
Además de semillas, en la jardinera van a haber plantas ya crecidas de marihuana. Algunas de ellas donadas por ciudadanos que vinieron a la protesta. Entre las plantas, hay una que se asoma por encima de las demás. Mide casi un metro de altura.
Es la donación de Gabriela y Christian, una pareja de jóvenes que desde hace un año cultivan su propia marihuana. “Esta es de nuestra primera cosecha”, dice Christian mientras sonríe. “Él es el que le ha tenido toda la paciencia”, replica Gabriela, “pero yo fui la de la idea”.
Gabriela estudia derecho, y cuenta que empezó a cultivar sus propias plantas después de elegir su tema de tesis. “Quería saber qué impacto económico podía tener la legalización en el país”, dice. Hace una pausa y después, con un mueca completa “La verdad es que creo que no tengo idea de en qué me metí”.
La investigación del tema fue una de las razones por las que ella comenzó a sembrar su propia marihuana, pero asegura que también lo hizo por un motivo de seguridad. “Te expones demasiado, luego te andan viendo y te señalan o te acusan con la policía y te están extorsionando»
No cree que la legalización tenga que pasar por temas tan sencillos como un “te dejo fumar ya”, como dice. “Hay muchos intereses, de empresas. Incluso escuché de un grupo de activistas que quieren promover una ley que no permita el autocultivo. ¿Te imaginas?, ellos tendrían el control de todo”.
El pasado 18 de enero, el Senado publicó un anteproyecto de ley, que fue mal recibido por los activistas, porque aseguran es una ley a medias, que deja muchos vacíos, por eso, este plantón busca poner énfasis en la libertad de cada usuario para plantar su propia marihuana con total libertad.
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