El feminismo de élite continua prácticamente dominando el discurso, imponiendo agenda al feminismo que “se olvidó de luchar contra el sistema”
Hace 45 años, una mujer boliviana, trabajadora de su hogar y madre de 7 hijos, fue invitada a la primera conferencia mundial sobre la mujer organizada por las Naciones Unidas. Su nombre era Domitila Barrios y cuando subió a la tribuna de este evento —cuya sede fue la Ciudad de México y al asistieron cientos de representantes de gobiernos miembros de la ONU y grupos de mujeres de estos países para exponer y discutir lo que consideraban una estrategia para “el progreso de las mujeres y la igualdad de género”— se presentó diciendo al micrófono: “Bueno, yo soy la esposa de un trabajador minero de Bolivia”.
Era 1975 cuando Domitila participó en dicha conferencia como representante del Comité de Amas de Casa del Siglo XX, una agrupación de esposas de trabajadores de una mina de estaño en los Andes bolivianos, y puso sobre la mesa una discusión que hasta el momento no se había dado en tan sagrado espacio: la distinción entre el pensamiento de una élite feminista y las cotidianidad de las mujeres latinoamericanas.
“Me subí y hablé. Les hice ver que ellas no viven en el mundo que es el nuestro”, narra en el inigualable testimonio Si me permite hablar…, reunido en 1977 por la socióloga feminista Moema Viezzer.
“Por eso —les dije yo—, ustedes tienen que comprender que nosotras no vemos ninguna solución a nuestros problemas mientras no se cambie el sistema capitalista en que vivimos”, narra Domitila en su testimonio sobre su exposición ante licenciadas, maestras, abogadas, periodistas que discutían sobre un plan mundial para su progreso en el que ni ella ni sus condiciones de vida no se veían reflejadas.
“Aquellas mujeres que defendían la prostitución, el control de natalidad y todas esas cosas, querían imponer aquello como problemas primordiales a ser discutidos en la Tribuna. Para nosotras eran problemas reales, pero no los fundamentales”, continua.
Señalar la miopía de quienes se negaban a hacer una distinción de clase para poder estipular una agenda mundial para “el progreso de las mujeres” le valió a Domitila Barrios el reconocimiento de otras latinoamericanas que al escuchar sus palabras le pidieron volver a la tribuna para representarlas. Y, repito, por más actual que parezca, esto sucedió ¡hace 45 años!
Si nos adelantamos 20 años, en 1995 se organizó la cuarta conferencia mundial sobre la mujer. En esa ocasión en el evento los países miembros adoptaron la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, un documento cuyas iniciativas diseñadas para sortear los obstáculos para “el empoderamiento de las mujeres” hasta la fecha continúan en evaluación.
Entonces, desde la esfera de poder más alta se dictó una nueva agenda mundial: mujer y pobreza, educación, salud, medio ambiente, violencia contra la mujer, las niñas y las mujeres en ejercicio del poder, los conflictos armados, la economía, medios de difusión.
De eso, este septiembre de 2020 habrán pasado 25 años. Y no deja de ser triste que el testimonio de Domitila Barrios sea tan vigente y se repita como un eco que a pesar del silenciamiento continuará resonando, aunque algunos escenarios sí se hayan modificado para bien o para mal, como el de la actual mediatización del movimiento feminista.
En “Un feminismo útil para la la lucha de los pueblos”, Adriana Guzmán, otra feminista boliviana perteneciente a una nueva generación, plantea la necesidad de superar el feminismo colonizado y colonizante, centrado en “luchas temáticas, por los derechos, por la diversidad, por la inclusión”, muchas veces individualista y funcional al sistema de opresiones.
Desde un feminismo de acciones políticas —no de teoría—, Adriana y otras integrantes de Feminismo Comunitario Antipatriarcal apuestan por la construcción otra forma de vida, una en la que, por ejemplo, el aborto es una forma de decolonización del cuerpo y la sexualidad; la crianza comunitaria, una responsabilidad con la vida; y el trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar es visto como la raíz del capitalismo, entre otros planteamientos.
Pero el feminismo de élite continua prácticamente dominando el discurso, imponiendo agenda al feminismo que “se olvidó de luchar contra el sistema”, como sugiere Adriana Guzmán.
En este preciso momento se realiza en Santiago de Chile la XIV Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe en la que se comparten los avances de la Plataforma de Acción de Beijing y la discusión que dictan las grandes organizaciones aparece, de nuevo, totalmente descolocada de la realidad social de un país y una región en convulsión. Mientras, las otras propuestas caminan a contracorriente para transformar ese mundo en el que ellas viven.
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