Violencia sexual, acoso, corrupción de profesores e inseguridad dentro y fuera de la escuela son las razones por las que estudiantes de la Preparatoria 9 de la UNAM sostienen un paro de actividades durante cinco semanas: «Queremos condiciones buenas para poder estudiar, es todo”
Texto y fotos: Vania Pigeonutt
Las luminosas letras doradas que dicen Preparatoria Nacional 9 “Pedro de Alba”, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), contrastan con lo grises que se ven los pasillos de estas instalaciones en paros intermitentes desde el 26 de septiembre pasado. El motivo: violencia sexual, acoso, corrupción por parte de profesores e inseguridad dentro y fuera de la escuela, ubicada al norte de la Ciudad de México.
Desde esta avenida se ve la Basílica de la virgen de Guadalupe, un centro comercial y un hospital privado. Es un jueves normal, personas cargan compras navideñas y un autobús que espera frente a las instalaciones de la 9 excursionistas. El Metro 18 de marzo está a unos pasos. Las actividades parecen normales, pero no para dos papelerías que están cerradas y evidencian que los estudiantes no están. No sólo porque salieron formalmente de vacaciones el 7 de diciembre, sino por los paros de actividades desde hace semanas.
David, un joven con una argolla en la nariz, sale del patio principal desde donde se ve el auditorio de la preparatoria. El joven, de cuerpo flaco y sonrisa tierna, viste una playera negra. Dice que él y otros alumnos están de guardia detrás de la cadena que sujeta la puerta principal de rejas amarillas.
Quienes encabezan este movimiento tienen 15, 16 y 17 años, y recuerdan la frase de Salvador Allende: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción biológica”. Explican que su juventud no impide que entiendan el contexto violento en el que viven. No quieren que sea así para sus compañeros más chicos.
Hay otros estudiantes al fondo de la prepa. Hay papeles regados que vuelan por el aire junto a las hojas caídas de los árboles que nadie ha barrido; sillas de plástico y butacas en el patio. Nadie contesta los teléfonos de la 9, en esas oficinas los estudiantes resguardan.
Algunos de los personajes conocidos que egresaron de esta escuela son: el exgobernador mexiquense Eruviel Ávila, los integrantes del grupo de ska Panteón Rococó y el investigador de fenómenos paranormales, Jaime Mausán.
Después de 54 años de haber sido inaugurada por el presidente que pasó a la historia por reprimir a estudiantes -Gustavo Díaz Ordaz-, la prepa 9 ha quedado en medio de una zona con poco alumbrado. Los estudiantes han padecido la hostilidad del entorno.
Desde agosto de 2016 a junio de 2109, en las instalaciones de la UNAM se registró casi una queja o denuncia al día por violencia de género: 921 en total -de acuerdo con el diario La Jornada-, 96 por ciento en contra de mujeres, 70 por ciento de tipo sexual.
Los alumnos acceden a platicar de forma conjunta y confidencial.
“Nuestro primer paro se da el 26 de septiembre en conmemoración a los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos. En ese paro se hizo un pliego petitorio. Se pide sobre todo por la inseguridad y que parara la violencia de género. El segundo paro se hace el 2 de octubre, debido a que no cumplieron con el pliego anterior”, cuenta un estudiante.
“Se les da un mes a los directivos para que éstos puedan cumplir el pliego petitorio. En ese mes se hizo una reunión en la que supuestamente hacían cosas, pero realmente no nos resolvieron nada. El tercer paro se da el 12 de noviembre y es el que llevamos hasta ahorita. La razón del paro: incompetencia de las autoridades, el acoso hacia mis compañeras, la corrupción y abusos de autoridad que se dieron dentro y fuera de las instalaciones de la UNAM y no sólo con personal de la UNAM”.
El pliego petitorio que muestran va dirigido a Gabriela Martínez Miranda, la directora de esta preparatoria,Pero también al alcalde de la Gustavo A. Madero, por los robos, acoso callejero e intentos de secuestro que han ocurrido en las calles aledañas a la preparatoria, las cuales además de solitarias no cuentan con suficiente alumbrado público.
Las peticiones se dividieron entre las que pidieron no criminalizar este tipo de movimientos estudiantiles, las que denunciaron acoso y violencia sexual; denuncias por corrupción entre profesores con nombres y apellidos, hasta los apoyos a actividades culturales y festivales de artes.
Algunas de exigencias son:
Después de sus exigencias de octubre lograron la destitución de Lydia Monstserrat Ochoa Arenas, jefa de la unidad jurídica, la destitución fue por incompetencia. Pero en tres meses no han logrado mucho más aunque han mostrado pruebas en las tres reuniones sostenidas con sus autoridades. “Les importa más encubrir a acosadores y el prestigio de la UNAM que nosotras”.
“Ha habido distintos diálogos, llevamos dos o tres. Nos han dado el avión bien feo. Nos exigen la entrega del plantel para que nos puedan solucionar las cosas; piden básicamente el plantel para que puedan trabajar, pero ya como alumnos estamos hartos de esta situación y no accedimos”.
Creen que por ser jóvenes las autoridades no los toman en serio. Han gritado, mostrado pruebas y nada.
Los últimos cuatro meses han sido intensos, admiten los chicos, pero no se arrepienten.
“Yo voy en quinto grado, acabo de entrar el año pasado, pero siento que gasté mucho tiempo preparándome para entrar a la prepa, hice demasiados esfuerzos para terminar en una escuela que no deja de encubrir a los profesores acosadores, que no deja de encubrir a la gente que nos lastima. ¿Cómo me voy a sentir en una institución en la que no dejan de encubrir a la gente ni adentro ni afuera?
“Una compañera me compartió que el primer miércoles que pasó en la prepa llegó un compañero muy asustado de que otro compañero fue asaltado. Una chica iba a encontrarse con su papá y un tipo se bajó los pantalones y sólo porque estaba su papá no pasó nada”, cuenta otra joven.
Los policías son muy corruptos y activan el “Sendero Seguro” un camino donde vigilan las salidas, cuando quieren. Hay porros contra nosotros y contra ellos no hacen nada, los protegen.
“Yo soy muy consciente de que por el hecho de estar en el movimiento, por el hecho de estar activa, por el hecho querer luchar por los derechos de otras generaciones, porque es algo que he hablado con mi familia, yo no voy a ver los frutos de esta lucha, yo no voy a ver un cambio, desafortunadamente a mi no me va a tocar, pero a alguien más sí”, puntualiza otra chica.
Los estudiantes coinciden que aunque los saquen de la UNAM, seguirán insistiendo. Han tenido varios incidentes en este lapso, como las dos bombas molotov que hace unos días les explotaron cuando estaban reunidos. Lo atribuyen a los porros y a estudiantes en contra del paro. Incluso, les llegó una carta.
“Nosotros tenemos frente a la prepa unos puestos de comida blancos. Es la base de los porros, los cuales ya nos han amenazado varias veces. A un compañero le dijeron que lo van a picar y no sé a qué se refieran con eso”.
Carta de amenaza:
Queridos mugrosos…
[Lo que les haya pasado a raíz de esto es por mera culpa suya.
Estamos a favor de la lucha para mejorar las condiciones en las que estamos todos como estudiantes.
Sin embargo nos parece una mamada que un grupo muy reducido de personas decida por toda una comunidad, comunidad a la cual se le niega el acceso a las instalaciones por no compartir el mismo punto de vista que ustedes.
Se les pidió de manera amable que dejaran de estar de vergueros y como no accedieron aquí tienen sus consecuencias.
Deslindamos a cualquier grupo estudiantil establecido dentro o fuera de la institución.
Esto fue un pedo personal. Y apenas empieza.
Cuídense y agarrados de la mano chinguen todos a su madre :)]
Ante el panorama sobre todo ellas decidieron organizarse.
“Sobre la incompetencia del jurídico tuvimos varios problemas con la abogada anterior Lydia Monsterrat. Ella era muy de revictimizar a la persona, con tal de que esa persona desistiera, se rindiera: le decía ‘vas a tardarte mucho, te vas a cansar, neta te vas a cansar, porque va a ser muy doloroso, pero yo te voy a apoyar, no te preocupes’. Al final ni te apoyaba. A los papás les decía una cosa y a ti otra”.
A partir de esto, cuentan en colectivo, surgió la necesidad de tener un espacio para poderse expresar.
“Se tomó un salón y se le puso como nombre: La Sora de Lesbos, Sora por sororidad, la hermandad entre mujeres y Lesbos por una poetisa de épocas antiguas. Los casos de violencia de género que han ido en aumento llevan mucho tiempo sin ser escuchados como se debería. Las víctimas de agresiones sexuales o acoso son generalmente revictimizadas y no reciben la orientación adecuada para proceder contra las denuncias”.
Dicen que por parte del jurídico de su prepa, las chicas carecen de las herramientas suficientes para poder identificar y combatir la violencia de género de la que son víctimas. De ahí surgió la necesidad de tomar el espacio dentro del plantel. Y es por eso que la sora está pensada para crear redes de apoyo cada vez más grandes donde se comparte información que les atañe como mujeres, se realicen actividades de difusión cultural, se oriente y se dé el apoyo necesario a víctimas de violencia y acoso sexual, tanto alumnas como maestras y trabajadoras.
Temen que al entregar la prepa este espacio desaparezca.
El problema de los profesores corruptos y acosadores no ha sido atendido, señalan los alumnos, quienes se refirieron en específico a dos casos. Uno es un maestro de nombre Teobaldo, quien, de acuerdo con las versiones de los estudiantes, pide dinero a cambio de subirles calificaciones o no reprobarlos.
Los estudiantes tienen una lista con columnas correspondientes a «calificación real», «esperada» y «cooperación», que atribuyen a ese profesor, que imparte la materia de Biología. En estas tres columnas de la lista se encuentran los puntajes y cooperaciones que van desde lo 450 hasta 600 pesos para una treintena de alumnos.
“Teobaldo me dio clases en quinto. Es muy conocida en la prepa su forma de evaluar, al punto en el que le dicen ‘Teobaro’. Al principio me quería esforzar y pasar de forma ordinaria sin pagarle absolutamente nada. Empecé entrando de forma normal a sus clases, conforme avanzaba el parcial, me di cuenta que ni yo ni mis compañeros entendíamos su clase. No explicaba de forma clara lo que decía en clase, no venía ni en el programa de estudios ni en sus exámenes, entonces reprobábamos todos”, narra el estudiante.
Otra parte importante en el porcentaje de evaluación eran las prácticas que llegó a “perder” y que aun cuando algunos sí las tenían anotadas, no aparecían en la lista de Teobaldo. Muchos estudiantes dejaron de preocuparse, porque ya sabían que al final pagando iban a pasar con 10.
“Yo por mi parte decidí irme a examen extraordinario, porque era una pérdida de tiempo ir a su clase. Cuando no era escucharlo hablando bajito, eran videos que parecían transferidos de VHS”.
Los estudiantes, relatan, indagaron con otro grupo las tarifas del docente. Dos jóvenes le plantearon el intercambio de dinero por mejorar sus calificaciones y él accedió. Ellos recolectaron las cantidades de entre 450 pesos a 600 y se las dieron afuera de la escuela.
Otro caso es el de Jesús Paredes. Un profesor de matemáticas que según el testimonio de los jóvenes los denigró desde el inicio del semestre. Se burlaba todo el tiempo de los conocimientos matemáticos de los alumnos y cobró una serie de ejercicios para regularizarlos en 66 pesos, luego una guía para el examen de 99 pesos.
“Al momento del primer examen todos resultamos reprobados, luego nos ofreció la serie de ejercicios por 66 pesos que nunca entregó, luego ofreció otra que nunca entregó. Y vendió una guía de examen que sí entregó, pero todo el salón reprobó. Tachoneó algunas respuestas que eran correctas. Luego lanzó su propuesta: 250 pesos en una tarjeta de Starbucks a cambio de exámenes falsos con calificaciones aprobatorias”, señala uno de los entrevistados.
De este profesor, los estudiantes muestran algunos correos donde se lee que los cita en las instalaciones de la escuela para darles calificaciones y les pide que lleven sin falta su examen.
De acoso sexual un estudiante mencionó al profesor de educación física Daniel Ramírez. “Cuando Daniel nos dijo cómo teníamos que ir a la alberca las niñas nos dijo: ‘ocupen de preferencia trajes completos porque luego enseñan mucho’. ¡Fue tan cínico! Luego nos tocaba nadar y hacía mucho frío. Él nos dio la opción de no meternos. Aunque yo estaba en traje de baño me puse la toalla para pasar lista. Él me dijo no me podía pasar lista porque estaba enseñando mucho. Muchas veces me miró de una manera morbosa”.
Los estudiantes muestran unas fotografías de unos lentes que sirven supuestamente para ver debajo de la ropa, como dice el empaque, y que aseguran encontraron en la oficina del profesor Daniel Ramírez.
Otro testimonio va contra el docente Juan José Rosas Orozco. “Sé que tiene denuncias. Estuve con él en cuarto en la clase de pintura. Como iba a trabajar con acrílico me quité la sudadera y me quedé con una playera de tirantes que traía. No quería mancharme. En cuanto vio eso, me dijo que me cubriera, le dije que no, porque no quería manchar mi prenda”.
La alumna narra que el profesor merodeó durante toda la clase diciéndole si estaba todo bien al grado que la incomodó y decidió ponerse otra vez la sudadera. Rosas insistió en preguntarle por qué se cubría, si ella tenía razón de que podía mancharse. Luego se enteró de que no era la primera estudiante a quien le hace ese tipo de comentarios sobre sus cuerpos.
“Además de ser acosador es profundamente misógino, desautorizaba la palabra de una mujer: ‘que hable el hombre a cargo’, decía”.
Una de las varias chicas que dieron su testimonio para este texto confiesa sentirse satisfecha de no quedarse callada. A sus 16 años fue capaz de enfrentar a su familia que ha entendido el porqué se manifiesta, por qué alza la voz y la comprenden, antes ellos no podían.
En una de las paredes que han pintado en estos meses se lee: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, de Voltaire, el filósofo francés.
Estos chicos que ven el atardecer desde el norte de la ciudad, ver pasar los camiones y la gente caminando esperan no perder el semestre, porque no ha sido por ellos, aseguran, el no querer estudiar. “Queremos condiciones buenas para poder estudiar, es todo”.
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