Famosos por apropiarse del espacio público para su goce, en torno de los sonideros hay un halo criminalizador, como muchas otras manifestaciones culturales asociadas con la pobreza. Este oficio, icónico en los barrios marginales de la ciudad, es una manera de abrir el espacio público para las personas
Texto: Arturo Contreras Camero
Foto: Archivo / Cuartoscuro
La noche del domingo una balacera despertó a los vecinos de la colonia Narvarte. En la esquina del eje 5 sur, Eugenia, y avenida Cuauhtémoc policías dispararon contra una camioneta y un tráiler lleno de equipo de sonido. Bafles, luces y tarimas. Horas antes, policías se enfrentaron con vecinos de una colonia en Iztapalapa. Los policías querían impedir la instalación de un sonido para un baile callejero.
La constante relación con la delincuencia, las drogas y el uso de armas es otro de los estigmas que pesan sobre el fenómeno de los sonideros. Hace menos de un mes, en Tlalpan, una balacera en un baile callejero dejó un muerto y 11 heridos. El 20 de julio, en la colonia Peñón de los Baños, un grupo de hombres armados irrumpió en una fiesta del barrio. Asesinaron a cuatro personas.
“Yo lo que creo es que tiene que ver con una cuestión discriminatoria. No sé dónde haya más mercado, si ahí –en los bailes animados por sonideros– o en la Condesa –colonia famosa por sus bares y clubes nocturnos”, explica Jesús Cruzvillegas, promotor cultural y autor del libro Pasos Sonideros.
El sonidero de los barrios, que anima bailes y fiestas patronales, es una afrenta a la privatización del espacio público, es una manera de adueñarse del espacio público, explica.
“El tema tiene que ver con el goce del espacio público, y también con otros ambiente. Mucho tiene que ver con que el gobierno te autorice tocar o no”, explica en entrevista.
El uso del espacio público fue lo que pelearon los vecinos de Iztapalapa. Defender el sonido para la fiesta del barrio. Con piedras y palos se enfrentaron a policías en un conflicto que escaló para llegar a los balazos y en el que policías allanaron casas de vecinos.
“(Al cerrar la calle) No hay problema del desfile Coca-Cola, pero sí hay un tema con las clases menos favorecidas, con música que no se le considera de calidad”, asegura Cruzvillegas. “No está mal cerrar calles por eventos masivos, pero si lo haces en una plaza, en un camellón, en un mercado, entonces sí”.
Para la instalación de un sonido musical en la vía pública
De acuerdo con el especialista en sonideros, lo que queda de fondo es un problema de racismo, y lo ejemplifica con lo que pasa con los festivales masivos de música. “Hay una confusión ¿Quién debe brindar seguridad? Pues la autoridad. En el Bahidorá, en el Vive Latino, brindan seguridad. Hay ambulancias, policías y equipos de protección civil. Como es una cuestión para la ciudadanía, lo pagamos con los impuestos”.
Ese tipo de facilidades no suelen darse a los sonideros, asegura. Sin embargo, cuando se habla de ‘el sonidero’ desde el ámbito cultural, se enarbola su discurso y su identidad cultural. “Es una pelea entre esos dos aspectos, oficialmente se enarbola la identidad cultural, pero por otro lado se le prohíbe, se le obstruye dándoles cada vez menos permisos”.
“No es reconocido, pero es una industria cultural enorme, es un gran negocio. Hay muchas familias que dependen de eso. Se reconocen empleos y formas de trabajo, pero no es espectáculo y tampoco una cuestión tradicional”.
En los videos de la pelea del pasado domingo, el reclamo de la población es unánime: “No hicieran esto con los narcos” “Deberían ocuparse así en otros asuntos”, gritan los vecinos a policías que se repliegan ante los ataques de los colonos.
“(A los bailes sonideros) Se les quiere tachar como lugares donde circula droga y prolifera la delincuencia. El Estado lo que quiere es relacionar drogas con sonidero y no siempre es así, aunque obvio no hay que romantizar”, asegura Cruzvillegas.
“Lo que creo es que justo porque cada vez está más restringido el uso del espacio público, no se le dan permisos a los sonideros y van a morir. Eso, o van a tener que irse a espacios cerrados, como le pasó al Discomóvil”, vaticina el experto.
El Discomóvil es un fenómeno muy parecido al de los Sonidero, pero que en vez de tocar cumbias, se centra principalmente en música High Energy, como Poly Marchs, uno de los colectivos más famosos. “Ellos ya no tocan en espacios públicos. Solo en espacios cerrados, como el bar que tienen en la Roma, el Patrick Miller”.
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