Un nuevo testimonio de un normalista de Ayotzinapa, perteneciente a la estructura estudiantil en 2014, revela que la vida de los estudiantes peligraba si iban a Iguala
Texto: Margena de la O / Amapola Periodismo Transgresor
Fotos: Amapola Periodismo Transgresor
CHILPANCINGO, GUERRERO.- Coincido con mis compañeros que dicen que la mayoría de la base estudiantil no estábamos de acuerdo con que Ayotzinapa se hiciera cargo de reunir los 25 autobuses para trasladar el contingente de la Federación Estudiantil Campesina Socialista de México (FECSM), a la marcha del 2 de octubre de 2014 en Ciudad de México. Menos con ir a Iguala. Lo teníamos prohibido desde el asesinato del dirigente social Arturo Hernández Cardona, ocurrido 3 de junio de 2013.
David Flores Maldonado, el secretario general de los normalistas de Ayotzinapa en 2014, se comprometió en la asamblea nacional de las normales rurales de septiembre de ese año en Amilcingo, Morelos, con que nuestra Normal Rural fuera la sede de esa actividad. A ninguno nos consultó. También obvió lo que opinamos, cuando llegó y nos informó sobre su acuerdo y le dijimos que no había condiciones de reunir tantos autobuses en tan poco tiempo. Teníamos unos 10 días para hacerlo.
En resumen, él no llegó a preguntarnos, él llegó a decirnos: “a ver compañeros, se viene la marcha del 2 de octubre, la sede es Ayotzinapa, se tienen que secuestrar 25 autobuses, ¡hagan como le hagan, pero se va a llevar a cabo!”. ¿Por qué lo decidió? No sabemos todas sus razones, pero una de ellas sin duda fue que a David le gustaba quedar bien con las chicas.
Yo, Eduardo Moreno Peralta, integrante de la generación 2012-2016, la misma en que él cursó la Normal, lo vi y escuché a la hora de la comida el 26 de septiembre de 2014 fuera del comedor de la Normal Rural de Ayotzinapa dándonos la indicación, junto a otros compañeros del Comité Ejecutivo Estudiantil. Todos los alumnos de segundo a cuarto año teníamos que retirarnos de la escuela.
A ustedes les dijo en la entrevista –que Amapola publica el 25 de septiembre de 2019– que desde el mediodía hasta el anochecer de ese 26 de septiembre él estuvo en Chilpancingo con su novia. La hora de la comida establecida en la Normal es entre la una cuarenta y dos cuarenta de la tarde. A esa hora lo vi en la Normal.
¿Por qué todos los de segundo a cuarto debíamos salir de Ayotzinapa? El acuerdo que David hizo en el pleno de la FECSM de que Ayotzinapa sería la sede para la actividad del 2 de octubre, fue que se tenían que garantizar los alimentos para un contingente de unas mil personas, para eso nosotros debíamos ahorrar los alimentos de todo el fin de semana. Sólo se quedaron los de nuevo ingreso, en ese entonces yo iniciaba el tercer año escolar.
“La intención (de David) es que no hubiera nadie en la escuela, con el argumento de que esa ración en vez de que nos la dieran a nosotros se apartara para dársela al contingente que íbamos a esperar”. Parecía cuchillo con eso de que nos saliéramos de la Normal, nos repetía: ‘compañeros, terminando de comer para que se estén retirando. ¡Para que se estén retirando!’.
Lo que supe es que los alumnos de primer año, aun cuando se quedaran en la escuela, no harían ninguna actividad, ni siquiera en la caseta del libramiento a Tixtla.
Aquí en el portal de Amapola están testimonios de otros de mis compañeros, casi parafraseando lo que digo sobre la retención de autobuses que decidió David y apoyaron los integrantes del Comité Ejecutivo Estudiantil de Ayotzinapa.
“Algunos miembros de la base estudiantil opinaron que debían reconsiderarlo porque era inviable que los estudiantes de nuevo ingreso consiguieran 15 autobuses, pues ellos apenas tenían unos días de ingresar y los de segundo y tercero no podían porque andaba en prácticas pero el secretario general y el secretario de Comunicación, a quien conocíamos como El Marquelia, estaban alegres y dijeron que sí se podía, porque, además, era un encargo de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), la máxima congregación del normalismo rural”. Esto es parte del testimonio 14 del trabajo Ayotzinapa. Vivir Infiltrado. En los testimonios 11 y 12 mis compañeros dan más información.
Bueno, el 26 de septiembre que nos fuimos muchos de los estudiantes a nuestras casas para ahorrar la comida, el mismo día que ocurrió la noche de Iguala, en la Normal Rural de Ayotzinapa ya había unos ocho o 10 autobuses retenidos por nosotros.
Al siguiente día de que el secretario general bajó a la base estudiantil los detalles de su acuerdo en la asamblea nacional, mis compañeros de primer grado retuvieron los primeros dos o tres camiones.
De hecho unos días antes de la desaparición de nuestros 43 compas y el asesinato de otros tres, nosotros retuvimos dos camiones Estrella Roja en Iguala, aunque sabíamos que no podíamos entrar allá. Hubo muchos errores. Fue el 21 de septiembre, si no mal recuerdo, en la caseta de cobro de la carretera de peaje que conecta a ese lugar con la Ciudad de México.
Desde ese día ya sentimos la presión de los policías, había decenas de federales que nos vigilaban a cierta distancia cuando llegamos a la caseta. Eso nos demoró en retener los dos autobuses. Salimos de la Normal a la cuatro de la tarde y volvimos hasta las once de la noche.
Cuando digo que teníamos prohibido volver a Iguala desde el asesinato del Arturo Hernández, dirigente la organización Unidad Popular (UP), me refiero a que tuvieron repercusiones las acciones de protesta en las que participamos el día que encontraron su cadáver junto a otros dos integrantes de la organización en un terreno baldío a un costado de la carretera que va de Chilpancingo a Iguala.
En los medios de comunicación de Guerrero está documentado ese día en Iguala. El plan del 3 de junio de 2013 de integrantes de organizaciones sociales, incluida la Normal Rural de Ayotzinapa, era marchar en la ciudad para exigir la aparición con vida de ocho de los dirigentes de la UP desaparecidos el 31 de mayo de ese año, entre ellos Hernández Cardona. Pero antes de que eso pasara se supo de los tres cadáveres abandonados en un paraje: Cardona, Rafael Balderas Román y Ángel Román Ramírez.
La marcha planeada entonces aumentó de tono. En respuesta a la noticia, los activistas decidieron destruir puertas y ventanas del ayuntamiento de Iguala, el edificio de gobierno donde despachaba el alcalde de entonces, José Luis Abarca Velázquez. Quemaron documentos públicos y acusaron al alcalde de asesinar a sus compañeros.
Abarca sigue preso justo por el crimen de esos líderes sociales y es señalado de tener responsabilidad en los hechos del 26 de septiembre.
Cuando salimos de Iguala después de las protestas, los mismos compañeros de las organizaciones se comunicaron con quien era el dirigente estudiantil en 2013, para advertirle que desde ese momento ningún normalista de Ayotzinapa podía volver a esa ciudad. Sé que le dijeron: “Mira, lo que pasa es que los van siguiendo. Me dijeron que si vuelven a venir a Iguala los van a matar”.
El dirigente de ese entonces fue claro –yo formé parte de esa estructura estudiantil, tenía la Tesorería de Raciones (comedor)– con que no podíamos volver a Iguala, al grado que nos dio recomendaciones muy puntuales. “Los chicos que vivían en Iguala (evitarían cargar) la playera o el pants (pantalón deportivo) de la institución, por seguridad, porque teníamos esa amenaza: cualquier ayotzinapo que vieran en Iguala lo iban a levantar o lo iban a matar”.
Entiendo que se acudió a Iguala otra vez el 26 de septiembre porque se agotaban las opciones. “Los autobuses que van para la Montaña, los Altamar, ya teníamos secuestrados unos. En Chilpancingo, tenían monitoreada la terminal, ya había guardias de policías estatales. No nos quedaba de otra que movernos hasta Iguala, pero no llegar a la terminal”.
En esta decisión, que implicó pasar por alto una advertencia con pisar a Iguala, a mi juicio, tiene mucha conexión con la falta de disciplina, orden y formación política de los secretarios generales del Comité Ejecutivo Estudiantil de las últimas generaciones. El último dirigente que recuerdo tuvo el respeto de los estudiantes es Job Navarrete de la generación 2010-2014, a quien eligieron con toda la rigurosidad de nuestros estatutos.
Todo esto es muy triste. Me hace recordar que hemos perdido a varios de nuestros compañeros en acciones de lucha. Incluso algunos han muerto sin saber que su mejor amigo podría alcanzarlos pronto. Así ocurrió a Julio César Ramírez Nava, uno de los tres asesinados el 26 de septiembre, junto con Julio César Mondragón Fontes y Daniel Solís Gallardo.
Julio era muy amigo de Fredy Vázquez, un joven de 23 años de edad que murió arrollado por un tráiler en una actividad de bateo del 7 de enero de 2014 junto a Eugenio Tamarit de 20 años. Recuerdo que Julio y Fredy eran más que amigos, hermanos.
Digo que es triste porque estoy seguro de que Julio César Ramírez nunca imaginó que alcanzaría a su amigo Fredy sólo ocho meses después.
Esta nota fue realizada por el equipo de Amapola Periodismo Transgresor y se reproduce con su autorización, como parte de la alianza de medios.
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