La UNAM lleva varios días de paro en diversos planteles. Las protestas no cesan desde el feminicidio de Lesvy Berlín. El movimiento de estudiantes que busca parar la violencia a la mujer ha tenido avances. Pero las autoridades aún tienen pendientes para erradicarla
Por María Ruíz y Vania Pigeonutt
Fotos: María Ruíz
Lesvy Berlín Rivera Osorio fue asesinada el 3 de mayo de 2017. Encontraron su cuerpo en el concurrido camino verde de Ciudad Universitaria, a la altura de la Facultad de Ingeniería. La mató su novio, Jorge Luis Hernández González, un trabajador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Los días para exigir un alto a la violencia feminicida en la UNAM no han parado. Después del feminicidio de Lesvy activaron una alerta que no ha dejado se sonar: en las facultades, las alumnas no se sienten seguras ni cuidadas. Lo han manifestado con marchas, paros de labores y protestas.
Son casi mil días en los que la UNAM misma es escenario de más casos de violencia y tragedias. Está tambiém el caso de la desaparición de Mariela Vanessa Díaz Valverde, estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras. No se sabe de ella desde el 27 de abril de 2018. Desapareció en la delegación Iztapalpa.
En el caso de Lesvy, fue hasta el 18 de octubre de este 2019 que Jorge Luis fue sentenciado por su feminicidio. Le dieron 45 años de cárcel aunque la exigían 60. Un símbolo de búsqueda de justicia para todo el movimiento feminista estudiantil que se activó fue la caseta telefónica donde Lesvy fue hallada. Al mismo tiempo era un altar donde sus compañeras colocaron flores, velas y fotografías.
A finales de octubre de 2019, en pleno proceso de sucesión en la rectoría de la UNAM —todavía no era reelecto Enrique Graue—, cuatro planteles se declararon en paro de labores. La ola se expandió hasta 13 planteles más, de acuerdo a las mismas estudiantes.
No sólo exigían participar en la elección de autoridades, sino que les esclarecieran los casos de acoso cometidos por profesores, trabajadores y estudiantes al interior de los planteles. Los paros continúan, aunque los directores académicos han aceptado pliegos petitorios.
La Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) Vallejo y los planteles 4 y 5 de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) pararon desde el 28 de octubre. Sólo en el campo 1 de la FES Cuautitlán, el paro continuó hasta el viernes 15 de noviembre.
La Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) continúa sin actividades. Mantiene desde hace dos semanas la protesta y no hay clases. Según comentaron las mujeres organizadas de la FFyL hasta que no resuelvan sus demandas, podrán retomarse las clases, mismas que terminan el 6 de diciembre.
Las protestas comenzaron en la FES Cuautitlán, donde las estudiantes exigieron al director, Jorge Alfredo Cuéllar Ordaz, darle seguimiento a los casos de acoso sexual presentados ante la Unidad Jurídica del campus.
Las protestas se extendieron hasta la Torre de Rectoría, donde, principalmente mujeres estudiantes exigieron una solución a la situación. Denunciaron que no había sensibilidad de parte de las autoridades universitarias.
El jueves 14 de noviembre, el día que por primera vez se juntaron estudiantes de diferentes facultades, entre ellas las de FES Cuautitlán. Después de la marcha contra el acoso escolar, un grupo que reivindicó su acción como “violenta y radical”, ingresó a la Torre de Rectoría, rompió vidrios y lanzó cohetones al interior. Luego encendió la bandera mexicana, que bajó del asta ubicada entre el edificio y el estadio UNAM.
Los integrantes de ese grupo vestían de negro y llevaban cubierto el rostro.
Las demandas de las estudiantes son principalmente capacitaciones al personal que atiende las denuncias de acoso y violencia sexual dentro de la UNAM. Desde el feminicidio de Lesvy los movimientos que lo sucedieron, #SiMeMatan y #MeToo,exigen una reestructura a la Unidad de Atención a la Violencia de Género.
También piden admitir abiertamente que hay denuncias de violencia contra las mujeres, atenderlas y supervisar, a través de una comisión conformada por tres partes: abogada, psicóloga y especialista en el tema; talleres de equidad de género obligatorios tanto para maestros como estudiantes; y la materia como tal de perspectiva de género, entre otras.
En el caso de la FFyL demandan también una disculpa pública de la UNAM hacia la familia de Mariela Vanessa, de quien consideran la institución no la apoyó. Exigieron que no se criminalice las protestas.
Pie de Página habló con mujeres ex estudiantes de la UNAM, que vivieron el proceso de exigir justicia por el feminicidio de Lesvy Berlín. También con alumnas que protestan contra el acoso, para conocer el previo a los paros contra la violencia feminicida.
Alejandra contó que desde el feminicidio de Lesvy consideraron que la UNAM no era un lugar seguro.
“La universidad no sólo no nos cuidaba, estaba negándonos. Era un momento muy caótico para la universidad. Decidimos accionar desde lo que poníamos en redes. Ni siquiera conocíamos a Lesvy cuando convocamos esa manifestación, sólo decidimos accionar”.
De mayo de 2017 a octubre de 2019 la situación no es diferente. “Yo no me siento segura. Nos sentíamos señaladas. sabíamos que el movimiento feminista había generado una reacción dentro de la comunidad universitaria, teníamos una consecuencia. Esa consecuencia es el escrutinio público”.
Alejandra dice que la violencia se nombraba y se hacía cada vez más visible. Desde entonces considera que las medidas no pueden ser “seguritistas”. En su opinión, lo único que hacen es sembrar más pánico porque además, atentan contra la autonomía de las mujeres que allí se organizan.
“Lo que exigimos es un nuevo protocolo de género hecho desde las estudiantes, que deje de proteger agresores. Pedimos también que, haya transportes seguros en la universidad, que existan programas de género en cada una de las facultades, porque la realidad es que hay un problema de raíz y ese problema de raíz no se va solucionar solo con un protocolo de género o con campañas rosas en los puma buses”.
Para ella las problemáticas se van a resolver atendiendo a la comunidad. Para visibilizar que Lesvy era universitaria “fue más de un año que nosotras tuvimos que luchar para que eso sucediera. En realidad lo que le exigimos a la universidad es que deje de ser omisa, que deje de encubrir, porque así como cubre agresores, encubre los feminicidios y las muertes de nuestras compañeras”.
Para Amalia, quien fue a dejar flores los primeros días del feminicidio de Lesvy a la caseta telefónica, el mal tratamiento que dieron del caso los medios de comunicación, tuvo que ver con la falta de protección que la UNAM dio sobre el caso.
“La UNAM debe empezar a reconstruir y construir un tejido entre facultades donde a nosotras ya no se nos enseñe a quedarnos calladas, siento que a nosotras un poco por la dinámica no nos apropiamos de los espacios de la UNAM misma, por miedo también un poco sabemos lo que pasa. El tejer otra vez o retejer a la misma comunidad y como protegernos nosotras de los hombres. Viene a no aceptar a gente que nos agreda, ni a alumnos, profesores, trabajadores, porque es quitarnos de ese espacio, cómo pueden hacernos pensar que podemos aprender de un espacio tan violento hacia nosotras”.
Considera que más cámaras, más cuerpos de vigilancia no es más seguridad: muchos de ellos pueden violentar más a los estudiantes.
Para Diana la UNAM pese a su prestigio no ha atendido de forma puntual la violencia de género y sexual contra las mujeres.
“Parece que la universidad es impermeable en todos los sentidos. La realidad es que no es cierto, se acrecenta la violencia en la universidad. El acoso callejero, es afuera, pero en la universidad es tu compañero, profesor, trabajador, hay un vínculo que tienes que seguir manteniendo, no puede garantizar espacio seguro para nosotras si lo tenemos que seguir compartiendo con los agresores”, dice.
Una medida puntual será la obligatoriedad de un curso de sensibilización en temas de acoso y violencia sexual. Pero si no es vinculante al proceso de titulación, si no se vuelve algo que tengan no como opción sino como obligación los estudiantes, no cree que la medida funcione.
Arely Orozco aún recuerda lo que sintió el 3 de mayo de 2017. “Me costaba trabajo asimilar lo que estaba pasando, era difícil pensar que dentro de las instalaciones de la UNAM habían matado a una mujer, pero luego nos dieron detalles de la vida de Lesvy, aunque para ese momento no sabía su nombre, no la conocía, pero luego todos sin conocerla y sin saber nada de lo que había pasado, hicieron conjeturas”.
Arely recuerda cómo las autoridades hablaban de Lesvy como si la conocieran, “que si tomaba, que si se drogaba, que si era o no alumna de la UNAM, y así justificaban, y así la PGR que fue la encargada de difundir la información. Cumplió su objetivo, el mensaje era claro: a las mujeres nos pueden matar si salimos en la noche, si nos divertimos, si usamos drogas, si no somos buenas estudiantes”.
Arely, Diana y Amalia, lloraron como muchas de sus compañeras. Arely lloraba sentada en mi escritorio, frente a su computadora leyendo los mensajes que escribían sus compañeros de la carrera de Psicología de la FES Zaragoza. Le parecía imposible que a un semestre de terminar la carrera muchos compañeros hicieran comentarios justificando lo que había pasado, y que en realidad no sabían lo que había pasado. Ella lo tuvo claro desde el principio, días y días antes de que su feminicida fuera sentenciado: Lesvy no se merecía morir.
Estas mujeres protestaron el jueves 14 de noviembre en CU. Pintaron con blanco en el piso: “Federico A. TKD Abusador de menores”. Cuentan que por eso se cubrieron el rostro ese día: ellas no querían ser el foco, sino el mensaje era lo que necesitaban describir.
El profesor Federico Arceo García, quien ya fue destituido de su cargo de entrenador en la Asociación de Taekwondo de la UNAM, es grave, porque pese a que tiene denuncias formales aún sigue dando clases en la FES Iztacala.
Las mujeres organizadas de la FFy L contestaron la entrevista en forma colectiva, porque les interesa ser visibilizadas como grupo, no de forma individual. Después del feminicidio de Lesvy ésa ha sido una fortaleza: la colectividad y la organización de mujeres contra la violencia feminicida.
“Es algo que se ha dado no solo en las preparatorias, que es muy importante, rescatable, que se ha hecho en las planteles de las FES, que son planteles que suelen tener condiciones bastantes hostiles para organizarse, sobre todo hablando de feminismo y que es algo que se ha venido viendo bastante últimamente en estos espacios”, dice una chica.
Además, la organización se dio en un eje de mayor importancia que es este en contra del abuso, el acoso, las violaciones, feminicidios, violencia machista contra las mujeres.
Considera que habido respuestas coyunturales por parte de las autoridades, pero no reales, por ejemplo la respuesta de los pliegos o la promesa de que va a haber una comunicación u organización con base estudiantil que se refleje en el trabajo de las direcciones. Esto creen que ha sido más una promesa difusa.
Las mujeres organizadas cuestionan el protocolo contra el acoso. “Una de las cosas que me parecen muy graves, es que solo tiene un plazo de un año para denunciar al agresor. Si tu eres estudiante y antes de que se formara el protocolo, según yo tiene dos o tres años de haberse creado, tuviste un agresor varios años antes, eso ya no cuenta, o si también si tus procesos personales y emocionales no te permitieron denunciarlo antes de un año del suceso, tampoco cuenta”.
El protocolo debe ser homogéneo en toda la UNAM y estar construido por las mismas estudiantes que además han pedido medidas como botones de pánico y otras ante la desesperación y proliferación generada por las decenas de denuncias ignoradas. Y los procesos con el actual documento son revictimizantes. Dicen cosas como: “estas segura de que quieres denunciar”.
El protocolo actual tiene diferentes etapas, una de ellas es la mediación. “Entonces lo que los abogados hacen muchas veces es obligarlas o presionarlas para optar por la mediación, también en el tribunal hay todo tipo de casos, pero hay chicas que por lo que les pasó o por sus procesos personales, no se sienten cómodas encontrándose cara a cara con los violentadores y muchas veces eso ha pasado”.
Otra falla de este protocolo es el tribunal de honor. “Existe para los estudiantes que tienen promedio mayor a 9.5, y cuando la persona denunciada está dentro de este marco, entonces se le acusa diferente, como con un rango menor de sanción debido a que es parte digamos de un promedio honorífico, lo cual me parece sumamente grave, porque el hecho de que una persona tenga un promedio mayor a 9.5 o incluso 10, no le exime de ser un agresor”.
Las mujeres organizadas consideran que hay muchos tipos de violencia que se reproducen desde cómo este sistema funciona, que no sólo es patriarcal sino heterosexual, y que tiene una concepción binaria del género y que hay muchos debates sobre si hay una conciencia del respeto, o de cómo estas identidades deben ser respetadas porque son identidades también.
“La Universidad aún con todo el prestigio y el orgullo universitario que tanto destaca tiene demasiados aspectos que cuestionar, desde sus formas, sus características, de sus protocolos de justicia, por supuesto, que donde debería accionar no lo hace”, opina.
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