Karla Pontigo murió en 2012, en el lugar donde trabajaba, en condiciones extrañas. Su familia ha llevado una lucha para que la Fiscalía de San Luis Potosí haga justicia. La SCJN ordenó iniciar desde cero la investigación de su muerte, partiendo de la hipótesis de un feminicidio. El triunfo de la familia de Karla se extiende para todas las víctimas de feminicidio
Por: Daniela Rea
Foto: María Ruiz
Esperanza Lucciotto sonríe. A lo largo de este encuentro por la mañana no dejará de sonreír. “Estamos felices de que por fin nos escucharon, nos creyeron. Por fin la verdad de Karla, la de nosotros, su familia, será escuchada”.
Karla Pontigo, su hija, murió en su trabajo, en San Luis Potosí, en situaciones no esclarecidas. La madrugada del domingo 28 de noviembre de 2012 Fernando, su hermano mayor, fue por ella al bar Play Club donde trabajaba y la encontró herida en un charco de sangre. La joven murió horas después en un hospital.
La entonces Procuraduría estatal dijo que según su investigación Karla se había tropezado y se había estrellado contra una puerta de cristal; y que las heridas le provocaron la muerte. Desde el inicio la familia de Karla dudó de esta hipótesis por dos razones: primera, el tipo de heridas que su cuerpo tenía (en una autopsia realizada a petición de la familia, y valorada por peritos de Guanajuato, se encontró que el cuerpo de Karla tenía 39 lesiones, una de ellas 15 centímetros en la cabeza; una herida transversal en la pierna, en la palma de la mano, hombros, antebrazo, cuello, y heridas de índole sexual interior y exterior vaginal). La segunda razón: las agresiones y acoso de su jefe, Pedro Vasilakos Reyes.
La entonces Procuraduría General de Justicia de SLP consignó la muerte como homicidio culposo (el dueño del bar no tuvo cuidado en poner señalización en la puerta que evitara que Karla se accidentara) y le permitió llevar el proceso bajo fianza.
Desde 2013, cuando la muerte de Karla se consignó en esas condiciones, la familia y sus abogados de la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho pelearon ante la Suprema Corte para que revirtiera la consignación.
El pasado miércoles 13 de noviembre la Primera Sala de la SCJN votó el amparo a favor de la familia de Karla, por unanimidad.
Por eso Esperanza sonríe. Porque su voz fue por fin escuchada.
“Esto que logramos no es sólo para Karla, para la verdad de Karla, para su justicia, es para todas las mujeres de este país”, dice Esperanza esperanzada.
Ana Lorena Delgadillo, directora de la Fundación, explica el contenido de la sentencia en tres apartados:
“La Corte dice cuáles son los derechos de acceso a la justicia de las víctimas, explica que, como sucedió en el caso de Karla, la autoridad no puede restringirle el acceso a la investigación, no se le puede ocultar”.
El jefe de Karla estaba imputado por homicidio culposo y durante seis años llevó el proceso en libertad. Para la familia y sus abogados la discusión en la Corte no se trataba de volver a consignarlo en otro delito, puesto que ni siquiera había investigación que sustentara otro delito. “Entonces, lo que hace la Corte con su sentencia es dejar sin efecto la consignación, lo que implica que el jefe de Karla no esté ya acusado, pero exige que se vuelva a investigar. Y eso significa que se va a investigar por feminicidio”, dice Delgadillo.
“La historia que inició con la muerte de Karla y la que vive Esperanza con las instituciones fueron terribles. La sentencia reivindica la verdad y la voz de Karla y Esperanza. Esto tiene repercusión en todas las mujeres que no son escuchadas en los sistemas de justicia”.
Se sabe que las víctimas tienen derecho a la verdad. Pero en un país donde se construyen verdades históricas, como en el crimen de Ayotzinapa, ¿a cuál verdad tenemos derecho? En este sentido, la SCJN definió algo importante, explica Delgadillo. “La Corte reitera, como en el caso de Mariana Lima, que la violencia de género es una violación a los derechos humanos que genera una responsabilidad del Estado de investigar diligente pronta e imparcialmente. El derecho a la verdad también es una forma de reparar. Pero la verdad no es cualquier versión, sino la que resulte de una investigación efectiva, pronta y expedita. La verdad, en ese sentido, también es un reconocimiento a la experiencia de las víctimas”.
Además, la Corte también estableció que la impunidad es una forma de permisibilidad para que el delito se siga cometiendo. Sobre la muerte de Karla, la Corte cuestionó que el MP haya construido una historia según la cual Karla se accidentó, sin considerar las heridas. Y eso fue una falla a la verdad.
Otra cosa relevante, apunta Delgadillo, es que la sentencia habla de una responsabilidad al procurador: “No porque no investiga directamente no es responsable. La Corte dice que las autoridades no pueden ser liberados de responsabilidad. Esto es un precedente importantísimo para que, en este tipo de casos, de no investigación efectiva, de alguna manera marca la responsabilidad institucional”.
La Corte reiteró lo que había definido en el crimen de Mariana Lima: el inicio de la investigación como un feminicidio tomando en cuenta los protocolos internacionales.
“Esta sentencia refuerza que en caso de feminicidios tienen obligación de investigar con perspectiva de género y que si no lo hacen la justicia ampara a las víctimas. También abre un camino importante sobre lo que significa derecho a la verdad, vincula el derecho a la verdad con una investigación efectiva, que no sea cualquier verdad. Y abre un camino para establecer cadena de mando de responsabilidad en las Fiscalía. Es un mensaje tremendo en el sentido de que si los superiores no vigilan cómo su equipo investiga, les toca la responsabilidad”, dice Delgadillo.
Esperanza vino a la Ciudad de México a escuchar la sentencia de la Corte acompañada de sus hijos, Fernando quien encontró a Karla herida en la discoteca, y Pedro, que tenía 10 años cuando Karla murió. Se les ve contentos a los tres.
Con la definición de la Corte en sus manos, vuelven a SLP a empezar de cero: iniciar la investigación por el -ahora sí- feminicidio de Karla. Una lucha de siete años terminó, comienza otra.
“Como mujer hay una luz ahí. Ya no tenemos que dar esta lucha a oscuras, ya hay una luz para que sea investigada”, dice optimista Esperanza.
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