Sólo una tercera parte de campesinos quiere seguir cultivando la flor por lo delicada que es. Algunos tienen que rentar el terreno para cultivarlas; enfrentan a las plagas que dañan a las flores y los costos del fertilizante
Texto: Beatriz García / Amapola Periodismo Transgresor
Fotos: Angie García
TIXTLA, GUERRERO.- Desde la carretera, Tixtla se ve salpicada de colores: amarillo, blanco, rojo, morado y rosa. Son los colores del cempasúchil, tapayola, terciopelo, moraditos y nube, las flores para el Día de Muertos.
Los habitantes de Tixtla son los principales productores de flores de temporada de la región Centro, aunque Chilapa, a una hora de distancia, quiere quedarse con ese lugar.
El camino a las flores de Tixtla, en el barrio El Santuario, es una vereda con árboles frondosos en ambos extremos. Las ramas se unen en lo alto formando un arco inmenso de color verde. Al final de la brecha, quedan a la vista grandes campos de flores de colores y de hortalizas.
Éste es el valle de Tixtla. En estas tierras se concentran los sembradíos de los floricultores, la mayoría habitantes de El Santuario, donde más de la mitad se dedica a la agricultura.
Jacinto Flores tiene 78 años, de éstos, 50 se dedicó a la siembra de flores para el Día de Muertos, junto a su esposa, Rosario Catarino difunta desde hace 11 años. Tuvieron seis hijos. Desde el 2010 ya no siembra. Una dolencia en las rodillas lo alejó de la agricultura.
Mientras camina por un paraje que conduce al terreno que sembraba en el valle de Tixtla, y que ahora renta por 5 mil pesos al año, señala el canal de agua opaca que corre a la orillas de los terrenos de siembra. Explica su origen. Esa agua procede de los lavaderos públicos y el balneario Teoixtla, ubicados justo en los manantiales. Esa agua con jabón y cloro se junta con el agua con la que riegan sus siembras.
Con el agua del manantial se llenan las albercas, les ponen cloro, y después dejan fluir el torrente que va a parar a los sembradíos.
Por entrar al balneario se paga una cuota. Pero los pobladores no reciben ningún beneficio a pesar del daño que han ocasionado a los cultivos, dice Jacinto.
“Antes la verdura de Tixtla era la mejor porque se regaba con pura agua limpia, agua del manantial”, recuerda.
En el valle, cada terreno tiene un pequeño pozo de agua para regar los cultivos. Del cerro aledaño también brota agua, pero cada vez es más escasa.
El agua que emana del cerro es aprovechada por una empresa que vende el líquido por pipas. Por esta extracción los pozos van secándose.
Víctor, otra generación de floricultores
En el Río Viejo está un terreno que Víctor de la Cruz, de 38 años, Juárez renta por mil pesos al año. Esta vez sembró terciopelo, tapayola y cempasúchil, y le preocupa que tenga que cortarla antes de tiempo, porque en el sitio hay humedad causada por las lluvias que aún persisten.
El señor se apresura a cortar unas cuantas flores de tapayola que junta dentro de una bolsa, con la que después podrá hacer cadenas.
Víctor deja de trabajar y se refugia en la sombra de un árbol del terreno. Cuenta que la siembra de la flor y hortalizas es su principal entrada económica, con la que da de comer y estudios a su hija de secundaria.
Pero esta temporada fue difícil para el floricultor, porque al principio del temporal las lluvias no caían y ahora que la flor creció con ayuda de agua de riego, las lluvias no terminan.
Cuenta que, aunque la laguna no inundó su terreno, la humedad está pudriendo el tallo de las flores, y eso genera que se doblen o se manchen.
Víctor muestra cómo su terreno y el de al lado tienen abundante lodo por la reciente lluvia. También enseña algunas flores que ya se doblaron a causa de la humedad.
Teme que si vuelve a llover se eche a perder toda la cosecha que hasta esta semana, con la celebración a los muertos, tendría sus frutos.
Desde hace 10 años Víctor siembra estas flores, viene de familia de sembradores, y con este terreno son tres los que cultiva. Los otros de hortalizas como col, epazote, pipisha y cilantro, debe cuidarlos minuciosamente para que haya mejores cosechas.
Jacinto Flores calcula que apenas una tercera parte de campesinos quiere seguir cultivando la flor por lo delicada que es, aparte, algunos tienen que rentar el terreno, otros tienen que compartir a partes iguales las ganancias con sus arrendatarios.
“A veces faltan ocho días y se empieza a manchar y se mancha rápido y tiene que cortarse rápido, sino los compradores te la regresan”, dice
Jacinto recuerda que hace 50 años las plagas no eran parte de los cultivos como ahora. Está seguro que la causa principal de este padecimiento es la contaminación.
Además, menciona que antes no se utilizaba el abono químico y aun así las cosechas eran muy buenas.
Otro de los problemas de este año fue el fertilizante, y Jacinto dice que unas 700 personas en Tixtla se quedaron sin este apoyo.
Víctor es uno de los productores que este año no recibió el fertilizante que otorga el gobierno federal.
Dice que es la primera vez que no le llegó. Tuvo que comprarlo sino la planta no crece. Gastó 2 mil 400 pesos en ocho bultos de sulfato. Pero aún le falta sembrar en la temporada de secas donde cultiva a base de riego, y tendrá que comprar otro tanto similar.
De acuerdo con la Dirección de Desarrollo Rural de Tixtla hay mil 300 productores de maíz; unos 350 productores eventuales, es decir siembran flor u hortalizas, y unos 150 exclusivos de flor.
Sin embargo, no hay un dato exacto que indique que el número de floricultores disminuyó, pues estos se dedican a la siembra diversa y cambiante, a veces cultivan flor u hortalizas, o ambas.
Jacinto recuerda la dinámica de hace algunos años al cortar la flor para los difuntos: los compradores de otros municipios llegan con camionetas a traerla, muchos para revenderla en otras partes del estado.
Su esposa Rosario era quien se encargaba de verificar el precio de la flor. Los vendedores definen su precio hasta el día que se corta y la llevan al mercado, es decir días previos a la celebración de los muertos.
Jacinto junto con sus ocho peones trenzaban las tiras de soyate para amarrar los manojos de flores. Por la noche la cortaban. Terminaban de enrollar los manojos alrededor de la una de la madrugada. Todos cenaban, bebían alcohol y fumaban tabaco.
“Estas flores son las más baratas de la temporada, hace dos o tres años se llegó a poner a 60 pesos el manojo, a 80, pero antes estaba barata en 20, 25, 30, 35 pesos. Antes sembraban más”, cuenta.
A la flor se le tiene que buscar mercado, a veces se lleva a vender o llegan a comprar desde Chilpancingo, las costas o Acapulco y anteriormente de Chilapa, pero ahora ya no. En Chilapa ya se siembra flor, incluso a veces hasta vienen a venderla a Tixtla, expone Jacinto.
Pero dice que además les ha perjudicado que al estado ahora llega flor de Morelos, Puebla y el Estado de México que les quita compradores.
Esta vez Jacinto sólo sembró un poco de terciopelo que será la que llevará a la tumba de su esposa Rosario este 2 de noviembre.
Víctor también es viudo. Su esposa murió hace cuatro años. Él tiene que seguir trabajando la tierra. Cada año espera que sus dos clientes de San Marcos, Costa Chica, lleguen a comprarle.
Esperará la fecha de corte y venta para determinar el precio de sus flores, y vender a los visitantes y a los lugareños.
Tiene fe en que las ventas serán buenas a pesar de las inclemencias del tiempo y la inversión en el fertilizante.
Espera que la temporada sea buena, que no tenga que bajar hasta la mitad el precio de los manojos de la flor con tal de vender. Hace un año tuvo buena temporada. Pudieron vender sus flores en 60 pesos. Espera que este año se repita.
Este contenido se reproduce con autorización de Amapola Periodismo Transgresor. Consulta aquí la publicación original.
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