La misma fórmula de polarización entre grupos feministas aplicada una y otra vez con el mismo resultado. A nadie sorprende que debilita. No nos vendría mal revisar y recalcular
Twitter: @celiawarrior
A veces, cuando escucho a un cñor opinador [de esos que casi no abundan x_x] preguntarse: “¿Y en dónde están las feministas…?” porque le parece que existe una injusticia ante la cual las mujeres que así nos identificamos deberíamos organizarnos, alzarnos y pelear, me entra la curiosidad de conocer cuál será su noción sobre esas feministas, su imaginario o expectativa que en su cabeza [y la de otros varios, seguro] construye una figura absoluta y precisa: las feministas.
¿Será que los cñores opinadores se refieren a las que acuerpan a las madres de las víctimas de feminicidio en su dolor y lucha? ¿O las que convocan a foros sobre acoso? ¿Y ellas son las mismas que convocaron a las manifestaciones contra la violencia sexual de autoridades que adoptaron como símbolo de combate la diamantina rosa? ¿O fueron las de las periferias urbanas que llevan décadas denunciando feminicidios, desapariciones, explotación laboral? ¿Y son esas las convocadas a encuentros en territorios autónomos o las convocadas por las organismos internacionales y/o gobiernos para medio calmar las aguas cuando hay que calmar las aguas? ¿O fueron otras o son las mismas o no son ninguna?
No sé, me causa cierto escozor que haya quienes asuman que hay un movimiento estructurado y único, y que lo piensen como sindicato defensor. Porque sé lo difícil que es confluir dentro de los muchos feminismos y, además, me parece extrañísimo que no les parezca rarito que de repente las feministas salen a la calle, en masa, todas rabiosas e insurrectas, y luego esas mismas, ¿really?, aparecen en televisión mansas y defensoras del diálogo con las instituciones. Es decir, no quieren ver lo evidente, no quieren distinguir porque es más conveniente intentar meterlas a todas en una cajita. Y ante la realidad hay quienes creen que “las feministas de ahora no son como las de antes” o incluso están los onvres que rezan porque eso de ser feminista pase ya de moda [kkkk ^-^].
Una anécdota cuenta que a finales de 1980, en México, en el IV Encuentro Feminista, un grupo de mujeres latinoamericanas elaboró un documento que postuló las diferencias en enfoques, formas y miradas feministas, dividiéndose esencialmente en dos bandos: las institucionalizadas y las autónomas. No era la primera vez que se discutían posturas, pero sí fue un parteaguas en cómo se desenvolvieron los feminismos en adelante, en la región. Las que saben más que yo me van a decir que ése es un conflicto caduco, que ya chole con la cantaleta de bandos encontrados, y no les voy a debatir más que lo primero porque en lo segundo estoy de acuerdo, ahí muere.
No había ni Twitter ni canales de Telegram o grupos de WhatsApp, pero el rollo de institucionalizadas vs. autónomas de los movimientos feministas en América Latina comenzó y se expandió por intentar obedecer la absurda lógica de buscar una representatividad y mostrar una hegemonía frente a ciertos autores [léase agencia$ de cooperación internacional y otras financiadora$]. Actualmente el contexto es distinto en muchos aspectos, pero la polarización se torna vigente cuando un grupo de feministas van y se sientan a la mesa de las instituciones y/o gobiernos; mientras las otras que no alcanzan a sentarse —pero bien que quisieran— comienzan a organizarse ya no para su objeto principal que quién sabe cuál era, sino para hacerse un lugarcito ahí, y otras más terminan por aceptar lo que ya habían asumido: que su labor estará siempre lejos de las estructuras de poder patriarcal. Y, entonces, la confrontación.
Porque está también el tema del desvío de la fuerza o potencia [exacto, eso que el cñor opinador quiere imponer como agenda de las feministas]. Con las figuras absolutas de las institucionalizadas y las autónomas: las primeras son acusadas por las segundas de haber sido domesticadas, de olvidar la crítica a la heterosexualidad obligatoria por la lucha de los derechos sexuales y reproductivos, entre otras cosas, de “apostar por lo posible, dejando de nombrar lo deseable”. Mientras, las que están en oposición son señaladas de crear “una política excluyente, reduccionista, que reproduce el estilo político de partidos de izquierda”.
La misma fórmula aplicada una y otra vez con el mismo resultado, entonces como ahora: la fractura. A nadie sorprende, menos a quienes incitan a la polarización que —lo saben bien— debilita parejo. No nos vendría mal revisar y recalcular antes de caer directo en el juego.
Columnas anteriores:
Aprendizajes sobre la rabia [II. Gritos e insurrección]
Aprendizajes sobre la rabia [I. Defender nuestros espacios]
Periodista
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona