Javier Sicilia, el poeta que puso a las víctimas de la violencia en el centro de la agenda nacional, sostiene que antes de pensar en amnistías, es necesario tener la verdad de los crímenes. En entrevista, asegura que el país está ante un nuevo paradigma en el que la lógica del dinero avasalló las ideologías. Ahora, dice, sólo nos queda reinventarnos
Por José Ignacio De Alba
Fotos: Duilio Rodríguez
CUERNAVACA, MORELOS.- Cuando uno habla de problemáticas, Javier Sicilia escala y habla del Estado; cuando uno sube de peldaño y habla del Estado, Sicilia habla de ideologías. La conversación con él discurre entre las armas y los problemas ideológicos de nuestro tiempo. El poeta, de 63 años, se define como un hombre “profundamente anarquista”. Es, sobre todo, un humanista radical.
En marzo de 2011, después del asesinato de su hijo Juan Francisco. Sicilia encabezó una serie de manifestaciones que le dieron voz y rostro a miles de asesinados y desaparecidos que habían permanecido silenciados en la mal llamada guerra contra las drogas. El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad plantó cara al gobierno de Felipe Calderón, quien fue incapaz de dar respuesta a las víctimas.
Javier Sicilia nos recibe en un jardín que forma parte del condominio donde vive. Y desde este momento hasta que nos despidamos, no dejará de fumar.
—Han pasado 8 años y tres presidentes, ¿qué diferencia hay del país que tú caminaste, al país que hay ahora?
—Es igual, nomás que sus problemas son más profundos.
—¿No hubo una conciencia plena de lo que se vivió en ese momento?
—La gente está dentro de este sistema necesita comer. No puede movilizarse eternamente. No pueden vivir una protesta eterna, la gente tiene que comer, tiene que seguir viviendo. Hasta ahora ha habido movimientos y movilizaciones fortísimas y no hemos logrado casi nada. La gente se fatiga, se desilusiona, aprende a sobrevivir. Se ha hecho casi todo. Desde las movilizaciones zapatistas, lo único que hemos visto es complejizarse la muerte.
—¿Qué salidas ves posibles?
—O le entramos con una comisión de la verdad, cueste lo que cueste, alborote lo que alborote al país, o simplemente se está haciendo un discurso igual al de los otros.
La comisión de la verdad, dice, debe ser extensible a todos los casos y no sólo con los estudiantes de Ayotzinapa. En ese tema es duro: asegura que hay una utilización política por parte del gobierno y que las organizaciones sociales “se convirtieron en parte del problema”, pues “han lucrado” con el caso y no han encausado la desaparición a un movimiento que agrupe a otros desaparecidos.
Sicilia ha sido un crítico de Andrés Manuel López Obrador desde 2012. Es algo parecido a una relación amor-odio: el poeta reconoce en el presidente: “es un hombre grande”, “tenaz” y “bien intencionado”. Pero también asegura que es un hombre “inculto”, que “tiene paradigmas viejos” y que nos lleva directo a la próxima “decepción” nacional. Al final, admite: “me cae mucho mejor que toda la runfla de políticos que tenemos”.
—¿El gobierno de López Obrador está revirtiendo la violencia?
—No, tenemos más muertos. Los muertos de Andrés Manuel ya son casi 30 mil. No hay datos sobre desaparecidos. Y no son los muertos de Andrés Manuel, son los muertos del Estado. Es decir, cuando Andrés Manuel asume el poder, también asume las deudas de las víctimas, las deudas de la guerra no son una deuda de gobierno, es una deuda de Estado. Las víctimas de Calderón, las víctimas de Peña Nieto, las víctimas del 68. En el momento que suba quien suba se vuelve deudor como rostro del Estado de todas estas muertes.
Entre la realidad y el discurso, dice Sicilia, hay en la 4T una “ilusión”. Al final, dice, «el país descansa en Andrés Manuel y en las mañaneras”.
Para el poeta no hay espacio para el “punto y aparte” que ha propuesto López Obrador para los responsables de la crisis que vive el país. Desde su perspectiva, como en las juntas militares de las dictaduras de América Latina, el gobierno mexicano debe llamar a los gobernadores, a los banqueros, empresarios, a las estructuras del Estado que sean responsables de la violencia.
— ¿Es viable una amnistía?
—La amnistía es un tema de las víctimas, no es un tema del Estado. El Estado está para impartir justicia. Andrés Manuel, ¿en nombre de quién va a perdonar? Como presidente no tiene que perdonar nada, tiene que hacer justicia. Que perdone a los que lo ofendieron a él, pero como representante del Estado tiene que aplicar justicia a quienes aplicaron crímenes.
El poeta explica que el último momento de la justicia transicional es la amnistía. “Si tú no tienes verdad no puedes tener nada”.
Por el momento, es lo que nos toca abogar, asegura el poeta. Luego, dice, «decidiremos si perdonamos o amnistiamos».
El tipo de conflicto que vive México difícilmente se puede encasillar en una definición clásica de guerra, reflexiona Sicilia. Este no es un conflicto entre bandas criminales aisladas. Por eso los gobernantes no han querido resolver el problema.
“Esta es una guerra de otro orden, donde no cabe la tipificación”, dice. “Hay una relación muy estrecha entre sectores grandes del estado, de la política, empresariales, con el crimen organizado. Por eso es una cuestión de Estado”.
—Estos años hemos visto una tecnificación muy sofisticada de los grupos criminales…
—Es una nueva forma del totalitarismo. Es decir los totalitarismos eran el control de las mentes: ideológico. Este es el control del dinero, es un nuevo paradigma, ya no hay ideologías, las ideologías se borraron. Ahorita es la lucha por el control de los territorios.
En 2012, Sicilia encabezó una caravana de víctimas que recorrió Estados Unidos para buscar sensibilizar a la población y a los políticos de ese país sobre los efectos que nos deja su política armamentista. Ahora, considera un error diseccionar el tema del tráfico de las armas de otros asuntos regionales, como el narcotráfico, la migración, las política o la economía. Además, dice Estados Unidos vive una la belicosidad que “pareciera una forma de anarquismo de la derecha”.
Incluso, asegura que Barak Obama (un «negro blanqueado») le quedó a deber a su gente. La deuda del popular demócrata, dice, está en barrios marginados como los de Baltimore, Maryland, donde las drogas y las armas son utilizadas para segregar a las poblaciones negras.
—¿Y qué ha cambiado de la política mexicana con la administración de Donald Trump?
—Es una política de Estado, va más allá del gobierno. Es una política que han seguido, igual como ha sucedido con la droga en México, la política de drogas es una política de Estado, ya sea con Andrés Manuel, ya sea con (Enrique) Peña Nieto o con (Felipe) Calderón; vamos, se hizo más fuerte con Calderón, pero sigue siendo una política de Estado.
A primera vista, Sicilia es un pesimista, pero él asegura —entre risas— que es “un optimista bien informado”. El hombre está preocupado porque no sólo la violencia ha aumentado, también la crisis climática y la desigualdad; pero para él el origen del problema es el mismo: el proyecto económico.
—El presidente dice que va a separar al poder económico del poder político…
—Claro que no. Andrés Manuel piensa que estamos como hace 40 años. Cree que estamos cuando el desarrollo estabilizador, cuando el desarrollo era una promesa. No está entendiendo que este ya es otro mundo y que el paradigma cambió, no es un asunto de que el poder político pueda cambiar los capitales. Tú prendes la televisión y lo que tienes son ofertas de consumo. Donde voltees hay consumo, a donde voltees se explota el deseo. Para llegar a eso necesitas dinero, los mercados legales están reventados. No hay, tienes un campo de ilegalidad tremendo para conseguir dinero y para conseguir. Entonces tú puedes hablar de ética y puedes decir que está muy mal, como lo que hace Andrés Manuel lo hace, pero una ética donde no hay un suelo para articularse.
Sin embargo, el poeta concede que el neoliberalismo llegó a su última etapa, explica que como los humanos nació, creció, se desarrolló; y lo que estamos viviendo es “un parteaguas civilizatorio”, asegura que para este punto los humanos nos volvimos prescindibles para el sistema.
Desde su perspectiva, las respuestas a los problemas que vivimos vienen de lugares marginados, de los pueblos indígenas.
Para el poeta, «todos los movimientos de resistencia son piso”. Desde las comunidades zapatistas, hasta Gretha Thunber que cruzó el Atlántico para hablar ante Naciones Unidas sobre el cambio climático.
“No va a servir para una chingada, pero que bueno que está resistiendo”.
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