De Guadalupe Posada a la lucha libre y Fidel Castro: la imprenta de las revoluciones

22 noviembre, 2025

Esta exposición en el Centro Vlady entrelaza la historia de México y Cuba a través de la emblemática imprenta Vanegas Arroyo. Explora desde los grabados de Posada que anticiparon la Revolución Mexicana hasta el sorprendente vínculo entre el luchador Arsacio Vanegas y Fidel Castro y el Che Guevara

Por Patricio Pérez

Guadalupe Posada, la lucha libre y la Revolución Cubana convergen en “Cuatro revoluciones de México y Cuba en la imprenta de Vanegas Arroyo”, una exposición en el Centro Vlady que aviva la memoria histórica entre estos dos países, en un momento en que personajes de la política mexicana buscan borrarla.

Inaugurada el pasado 20 de noviembre, la exposición —curada por Fernando Gálvez, director del Centro Vlady, y por el periodista Fabián Muñoz— hace un emocionante recorrido con documentos y piezas históricas: desde placas originales de Posada, hasta la pijama usada por Fidel Castro durante su residencia en México; una mochila que pertenecía a Ernesto “Che” Guevara, con la que subió el Popocatépetl; fotografías que documentan los preparativos de los revolucionarios cubanos; el manifiesto del Movimiento 26 de Julio, con anotaciones del difunto mandatario de Cuba, entre otros objetos cuidadosamente seleccionados.

La inauguración, musicalizada con sones cubanos y jarochos, contó con los embajadores de Rusia y Cuba, así como con el director de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), y descendientes de la familia Vanegas.
“Nosotros nos enorgullecemos de las relaciones con México, porque son un ejemplo para el mundo. Siempre nos respetó, siempre fue leal y solidario. Nosotros siempre hemos sido y seremos leales a México”, apunta Rodríguez Costa, embajador cubano.

La exposición inicia con las colaboraciones entre el grabador Posada y el visionario editor Antonio Vanegas Arroyo, quienes sentaron las bases de la Revolución Mexicana desde la trinchera pictórica con las calaveritas —invención normalmente atribuida al grabador, pero ideada originalmente por Vanegas—, ilustraciones originales del grabador, retratos de Porfirio Díaz, hojas de la conmemoración de los cien años de Independencia, y placas originales de Posada, conviviendo entre cuatro paredes azul turquesa, como el mar que une a los pueblos caribeños.

Más adelante, la segunda sala devela la historia que enlaza a los revolucionarios cubanos con la familia Vanegas y la lucha libre, y por extensión con México, algo tan fascinante como surreal: Arsacio Vanegas, quien heredó la imprenta de su abuelo Antonio, fue un apasionado profesional de la lucha libre mexicana, siendo protagonista habitual en la Arena México, bajo el nombre El Kid Vanegas. Sin dejar de lado su oficio familiar, se convirtió en un referente para los luchadores contemporáneos. Fue entonces que un par de hombres jóvenes se acercaron a él, requiriendo sus servicios de imprenta: eran Fidel Castro y el Che Guevara, alistando el manifiesto del Movimiento 26 de Julio. Arsacio simpatizó de inmediato con la causa de los revolucionarios y no solo brindó su apoyo desde la imprenta, sino que los albergó en su hogar, ubicado en Penitenciaría 27, cerca de Lecumberri, donde les dio entrenamiento y preparación física para su misión en la isla, aporte que Fidel subrayó siempre como imprescindible para el triunfo de la Revolución, considerando al Kid Vanegas como héroe nacional de Cuba.
“La familia Vanegas Arroyo quedó marcada por la Revolución Cubana. Arsacio entrenó en defensa personal a los futuros combatientes. Irma y Joaquina (mujeres de la familia) colmaron de atenciones a los que se proponían llevar la libertad definitiva a nuestra isla”, afirma el embajador cubano.

Estos hechos son evidenciados con dedicatorias del Che hacia Arsacio, un corrido sobre Castro escrito por el Kid, carteles de la Arena México, vestuario de los luchadores Vanegas y más testimonios fotográficos, además de contar con retratos de Fidel Castro originales del pintor ruso-mexicano Vlady.

Como cierre para esta exposición, la última sala encuentra las banderas de México y Cuba frente a frente, como dándose la mano por tan fuerte y larga amistad. El salón muestra con fotografías a los cubanos preparándose en México; Ernesto Guevara y Raúl Castro practicando su tiro con rifles; todo el pelotón alrededor de una mesa, planificando su futuro desembarque; un sillón repleto de armas y explosivos; la cédula penal de Fidel Castro cuando fue detenido por posesión ilegal de armas; una nostálgica imagen del Granma, bote en el que llegaron los revolucionarios a la Perla del Caribe. La cereza del pastel en esta sala son los objetos excelentemente conservados, como una camisa azul de Fidel, el antiguo mate del Che, y en el centro de todo, la mochila del mismo Ernesto, con la que subió al Popo.

“El momento que estamos viviendo invita a volver a abrazarnos entre los pueblos”, asegura Fernando Gálvez, antes de agradecer al Centro Vlady por el espacio y señalar: “Vlady también llegó de Cuba”.

Así como los revolucionarios cubanos llegaron a la isla juntos en un pequeño barco, los pueblos latinoamericanos nos encontramos ahora en el mismo bote, acechado por un imperio norteamericano más invasivo y hostil que de costumbre. Es crucial entender esto en un contexto en que algunos personajes borran la memoria histórica, así como la solidaridad con el pueblo cubano. Citando a Fidel Castro:
“México era la casa común de todos los cubanos, la casa común de todos los latinoamericanos. Todos veíamos a México como algo propio. […] Es imposible que nos olvidemos de estas tierras, esta hermosa y querida tierra”.

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