La cuentística de Cristina Pacheco

28 septiembre, 2025

Un acercamiento al libro de cuentos Mar de historias (Tusquets, 2024) de Cristina Pacheco (1941-2023), compilación de su columna dominical, a propósito del aniversario de su natalicio en el mes de septiembre

Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves

Pocas veces me he enganchado tanto con los cuentos de un autor como lo he hecho con los de Cristina Pacheco (1941-2023). Tusquets ha publicado un libro que llevaba esperando desde hacía mucho tiempo: Mar de historias (Tusquets, 2024), una amplia y excelente recopilación de la columna dominical de cuentos de Cristina Pacheco en La Jornada. Esta recopilación comprende muchos de los textos publicados entre 2014 y 2023.

Cristina Romo Hernández, mejor conocida como Cristina Pacheco —tras haber adoptado el apellido del también escritor y su compañero de vida, José Emilio Pacheco— comenzó su columna “Mar de historias” en La Jornada el 5 de enero de 1986, primer domingo del año. Por cierto, Carlos Payán, el entonces director del periódico, ya requería el título de la columna, por lo que la escritora acudió a la opinión de José Emilio Pacheco, quien sugirió dicho título.

Ya sabemos su trayectoria en la televisión con sus dos programas emblemáticos: Aquí nos tocó vivir y Conversando con Cristina Pacheco, sin embargo, su faceta como cuentista ha sido poco conocida, o más bien se ha visto opacada por los reflectores de la televisión.

Me aboco al contenido de Mar de historias. Es un libro bastante extenso (618 páginas), cosa que agradezco porque, al adentrarme en él, simplemente no quiero que acabe. Desde los primeros cuentos hay fatalidad, desesperanza, crueldad y, sobre todo, soledad. Estas características serán persistentes a lo largo de los cuentos aquí reunidos.

Leer este libro es como recorrer las calles de la Ciudad de México, y en el recorrido ver pasar los oficios y viviendas de sus habitantes, pero sobre todo conocer sus historias —invenciones de Cristina Pacheco—, husmear en sus conversaciones y en sus pensamientos.

Los personajes son gente capitalina de la clase trabajadora. Los hay de todos los oficios y variadas profesiones. Pacheco nos ilumina con los escenarios descritos: casas, calles, transporte público, hospitales, construcciones, y muchos asilos de ancianos. Sobre todo abundan protagonistas del sexo femenino: niñas, jóvenes, adultas y ancianas. Hay muchas mujeres en su última etapa de vida rodeadas de soledad, cosa que invariablemente me hace pensar en los últimos años de la autora.

En sus cuentos la comunidad gay y trans no escapa: en esta compilación hay dos cuentos, uno de ellos relacionado con un señor homosexual y otro con un hombre trans, algo rarísimo en la literatura mexicana, y aunque esto lo deduzco yo —ella no lo explicita como tal, y de hecho habla muy brevemente sobre estas cualidades de sus personajes en ambos cuentos, simplemente opta por narrar la historia—, quiero pensar en la veracidad de mi interpretación.

A menudo sus cuentos lindan con el guion y, más aún, con la dramaturgia: hay descripción de un escenario y todo el cuento está construido a partir de diálogos entre los personajes. A través de estos se vislumbra su enorme habilidad para construir personalidades, de hombres y mujeres de distintas edades, ambiciones, inquietudes, ocupaciones y contextos socioeconómicos.

En muchas ocasiones, la autora aprovechaba a algunos de sus personajes para emitir sus propias opiniones, naturalmente. Pienso en el cuento relacionado con los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa; en la separación de los niños de sus padres deportados de Estados Unidos a Latinoamérica durante el gobierno de Barack Obama. Las catástrofes, nacionales o globales, también aparecen a menudo en boca de sus personajes. Disfruté enormemente todos los cuentos relacionados con el terremoto, tremendamente dolorosos. En varias de estas historias hay una mezcla entre cuento y crónica, Cristina Pacheco los funde y resultan maravillosas narraciones.

En más de una ocasión aparece un perrito de nombre Nube, que me hace creer en que quizás ella tenía un perrito con ese nombre. ¡Qué cuentos tan bonitos donde aparece Nube!

No gustaba de politizar sus columnas de cuentos de forma evidente, cosa que personalmente agradezco. Hoy en día estamos abarrotados de columnistas politizados —izquierda o derecha, no hay cabida para más; Pacheco, en cambio, prefería escribir historias, cuentos, y en esos cuentos sus personajes hablaban sobre temas de actualidad, o a veces simplemente sobre cuestiones más profundas alejadas de la política. Recordemos que ella se inició en el periodismo cuando el periodismo cultural mexicano estaba en su cúspide, con Fernando Benítez, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis o José Emilio Pacheco como principales protagonistas, mismo periodismo que hoy, dolorosamente, es raquítico. La prensa fue definitoria para la producción cuentística de Cristina Pacheco, también porque gracias a la periodicidad de la publicación semanal, había un ritmo, una constancia obligada y comprometida hacia el periódico donde publicaba.

No he mencionado algo de lo más valioso de sus cuentos: la brevedad. Los cuentos de Cristina Pacheco son ejemplares también por su brevedad. México tiene una enorme tradición de cuentistas de primer orden, y Pacheco enriquece esa tradición con su cuento breve. Usualmente dividido en tres partes —a veces en dos, cuatro o hasta cinco partes—, ella inicia y concluye sus historias, ninguna va más allá de las tres páginas. Personalmente, disfruto mucho más los cuentos breves que los largos, hay de longitud a longitud, muchos de ellos más bien se vuelven novelas cortas —una forma muy estadounidense del cuento—, quizá eso contribuya a mi fascinación por este libro, por la brevedad de cada historia.

Hubo dos aspectos que no me gustaron del libro: se destinaron alrededor de ochenta páginas exclusivamente para cuentos relacionados con la pandemia, lo cual me resultó un tanto fastidioso, sobre todo —y este es el segundo aspecto: — porque teniendo tantos cuentos más en su columna previos a 2014, se decidieron dejar afuera para darle espacio demás a cuentos sobre la pandemia. Me parece que un error fue haber descartado todo el material anterior, es decir, lo publicado desde 1986 a 2014 en la columna, que incluso es de más difícil acceso para el público lector que aquel publicado en años recientes, y hubiera sido provechoso compilar algo de esos años en este gran volumen.

Sus primeras columnas publicadas en “Mar de historias”, además de ser más breves, tampoco estaban divididas en segmentos. Me hubiera encantado ver incluida, por ejemplo, su primera columna, más de sus primeras columnas, o de décadas pasadas. Un segundo volumen no vendría nada mal, para tener acceso a las primeras historias publicadas en este “Mar de historias”. Aún así, este libro es sumamente valioso, lo he disfrutado enormemente.

Septiembre es un mes esencial para rememorar a esta magnífica cuentista, no sólo porque estaría cumpliendo en este mes 84 años, sino porque también con su pluma dejó huella de los eventos catastróficos que marcaron a México en la Historia reciente: los temblores, los terremotos acontecidos en este mismo mes, en 1985, en 2017 y en 2021; también porque, si hay alguien que ha narrado las diversas inquietudes de muchos mexicanos de la clase trabajadora —a propósito del mes patrio— es, precisamente, Cristina Pacheco, y lo ha hecho de una manera excepcional.

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Évolet Aceves es cuentista, novelista, poetisa, cronista y ensayista. Autora de la novela Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Periodista cultural, fotógrafa con dos exposiciones individuales. Escribe su columna en Pie de Página. Ha vivido y estudiado en Toluca (México), Varsovia (Polonia), Albuquerque (Nuevo México, EEUU) y Nueva York, donde actualmente reside con la beca GSAS otorgada por la Universidad de Nueva York, donde también da clases. Colaboradora en revistas y semanarios: Dominga (Milenio), El Cultural (La Razón), Nexos, Replicante, Este País, entre otros. Su obra ha sido presentada en ferias del libro y universidades de México, Estados Unidos, Polonia y Alemania.