El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habilitará la prisión militar de Guantánamo como un centro de detención de migrantes. En esta prisión se han documentado actos de tortura y privación de los derechos humanos

Texto: Redacción Pie de Página

Foto: Tomada de redes sociales de Donald Trump

CIUAD DE MÉXICO. – Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, anunció que usará la prisión militar de Guantánamo como centro de detención para, aproximadamente, 30 mil migrantes.

La información surgió mientras Trump promulgaba la Ley Laken Riley, la cual facilita la deportación de migrantes que hayan cometido delitos menores.

«Firmaré hoy un decreto ordenando a los Departamentos de Defensa y Seguridad Interior que comiencen a preparar las instalaciones para 30 mil migrantes en la bahía de Guantánamo», afirmó Trump, quien se refirió a los migrantes como «criminales en situación irregular».

Guantánamo, la prisión dedicada al terrorismo

En 2002, después del atentado del 11 de septiembre, el gobierno del republicano George W. Bush inauguró la prisión de Guantánamo, la cual está dentro de un centro de operaciones militares que la Marina estadounidense mantiene en Cuba.

La prisión, según justificó el gobierno estadounidense, estaría dedicada a encarcelar a «terroristas», a quienes, como han documentado archivos filtrados por Wikileaks, y otras organizaciones, se les practica tortura y violaciones a sus derechos humanos. Entre sus prisioneros se encuentran miembros de organizaciones como Al Qaeda o los talibanes pero también, como informó The New York Times el 20 de septiembre de 2024, en esta prisión también se detiene a migrantes que son capturados en el mar por las autoridades estadounidenses.

Aunque el reporte del periódico estadounidense dice que los migrantes se encuentran en espacios separados de las personas acusadas de terrorismo, la narrativa del actual gobierno de Trump equipara la movilidad humana con crímenes.

Por ejemplo, durante el anunció de la habilitación de Guantánamo, Trump dijo que los migrantes «son tan malos que ni siquiera confiamos en que los países los retengan, porque no queremos que regresen».

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