La socióloga maya K’iche Gladys Tzul Tzul, narra la búsqueda de justicia por el genocidio de los pueblos ixiles en Guatemala, perpetrados en los años 80. Así como la forma en la que un tribunal anuló el juicio tras 99 audiencias, el pasado 28 de noviembre. También advierte de similitud con el genocidio en Palestina
Por Lydiette Carrión / @lydicar
La semana pasada, el Colegio Nacional organizó unas jornadas Violencia, mujer y género, bajo la coordinación de Concepción Company Company y Cristina Rivera Garza. Y el cierre de las jornadas fue una conferencia magistral por la socióloga maya k’iche’ Gladys Tzul Tzul. El tema: comunalidad y el género.
Tzul Tzul es socióloga de formación, formada en el programa de Sociología, que encabeza Raquel Gutiérrez en la Universidad Autónoma de Puebla, y entre otros ha sido acreedora al Premio Voltaire por la Tolerancia, Entendimiento Internacional y Respecto por lo Diferente, de la Universidad de Potsdam en Alemania.
La audiencia estaba muy contenta de escuchar su ponencia, que giraría en torno a comunalidad y género.
Sin embargo, lo primero que dijo Tzul Tzul al tomar la palabra en las Jornada fue un mensaje de turbación.
Explicó cómo ella, junto a las comunidades y otros grupos solidarios, habían dado seguimiento por nueve meses a uno de los juicios por genocidio en Guatemala. Específicamente se trataba de enjuiciar al general Benedicto Lucas García, acusado de la perpetración de varias masacres en Guatemala durante los años ochenta del siglo XX, así como de violencia sexual, desaparición forzada, tortura y un largo etcétera.
En el juicio específico se juzgaba a este general del genocidio contra el pueblo Ixil de Quiché entre 1981 y 1982, en el que unas 200 mil personas fueron desaparecidas o asesinadas.
Tzul Tzul inició su conferencia con una suerte de disculpa: “para mí este día ha sido muy complicado”.
Luego explicó que durante los últimos nueves meses había dado seguimiento a este juicio contra Lucas García, el cual inició en abril, aunque el propio juicio era el fruto de veinte años de trabajo comunitario para llevarlo a la justicia. Acompañando a supervivientes y familiares, mujeres sobre todo. Estas últimas han estado al centro de la memoria y la búsqueda de justicia. El papel de las mujeres en la búsqueda de justicia ha estado a lo largo y ancho del subcontinente.
No lo dijo, pero desde abril de este año hasta el 28 de octubre, se realizaron noventa y nueve audiencias. El trabajo invisible de las mujeres ixiles implicó volver a narrar lo que vivieron: agresiones sexuales, el asesinato de sus hijos y esposos, el final de su proyecto de vida, el fin de un mundo de una forma de ver el mundo. El fin de la paz.
Pero –y por eso aquel jueves veintiocho era un día complicado– tras las 99 audiencias y el horror, un juez anuló todo el juicio.
“Hace dos semanas el juicio estaba por finalizar, estaban en fase de las conclusiones. Ya el ministerio público había hecho sus conclusiones, los querellantes habían hecho sus conclusiones. Ya la defensa del general benedicto Lucas García, que está acusado de la perpetración de varias masacres de violencia sexual, desaparición, tortura. ( que tuvo una defensa encabezada por sus abogadas y que las víctimas siempre manifestaron que ojalá las comunidades, las personas que fueron ejecutadas, hubieran tenido derecho a un juicio justo como él tenía estos días. Sin embargo por una serie de argucias e ilegalidades, ejercicio de la violencia y el poder, un tribunal dictó que se anulaba todo el proceso.
“Y se anuló el juicio”.
Gladys Tzul Tzul narró el trabajo comunitario que hay detrás de esta búsqueda de justicia. Una encomienda que no puede ejecutar una sola persona o un solo colectivo u organización. Se pasa la estafeta de forma generacional, se trabaja en colectivo, . “Yo he participado muy de cerca. Porque es responsabilidad de esta generación apoyar, acuerpar, conseguir, seguir las luchas que han dado fundamentalmente las mujeres”.
Y advirtió: “nosotras como mujeres indígenas conceptualizamos que la violencia viene del Estado”, y luego esta violencia repercute y desplaza a las comunidades indígenas.
Pero este haber seguido durante nueves meses, escuchado los testimonios, acompañar “los testimonios de testigos y de personas, de mujeres que declararon este proceso pues nos recuerda permanentemente el genocidio que está ocurriendo en Palestina”.
“Nosotras y seguramente en varias comunidades indígenas y en la sociedad en general, estamos compungidos, horrorizados, y hasta cierto punto también impotentes, aunque muy creativos sobre cómo mantenemos nuestros reclamos y nuestras denuncias sobre lo que está ocurriendo en Palestina. Somos sociedades que venimos y sobrevivimos el genocidio. Conocemos los efectos que hay en las segundas y terceras generaciones en sociedades que atravesaron por esto”.
La conferencia de Tzul Tzul se concentró en conceptualizar el trabajo comunitario y cómo es que este define a la comunidad indígena. Es decir, ser indígena no es una identidad, o no solamente, sino el trabajo en común para la reproducción de una vida comunitaria. Esto abre puertas para entender soluciones en otros ámbitos: quizá un proyecto y el trabajo en común lo que da la cohesión de los grupos sociales, no sólo indígenas. La solución de la destrucción del tejido social sería también los proyectos en común en contextos urbanos.
Retomo ambas ideas para esta columna: los pueblos que han sufrido un genocidio lo reconocen cuando lo ven. Y saben que las repercusiones y el daño cruzará muchas generaciones. Por eso buscamos resistir desde los pueblos y países emergentes.
El segundo concepto a explorar es el trabajo comunitario. Esto es una posible puerta de salida para la restitución del tejido social en otros ámbitos. Aquí entonces también retomar el papel nodal que han tenido las mujeres como agentes que sostienen a la comunidad.
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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