La escuela y el cambio climático

27 agosto, 2024

Cada escuela es un sistema que puede reconstituirse como una comunidad resiliente y un verdadero vivero de personas que viven una cultura de cuidado y desarrollan identidades sostenibles. Por otro lado, los sucesos climáticos extremos ponen en pausa semanas, y a veces meses, las trayectorias educativas y es urgente que se creen estrategias proactivas para garantizar la seguridad de la comunidad y la continuidad del aprendizaje

Por Marlene Gras * / MUxED

Cuando se pierden los ecosistemas se pierden servicios vitales de los sistemas que permiten la vida de la flora y fauna incluyendo la humana: servicios tan básicos como contar con agua potable o evitar laúdes mortales al conservar los suelos. Ni se diga el acceso a una alimentación saludable y a entornos sanos, imprescindibles para crecer y aprender.   

La pérdida y deterioro de los hábitats es la principal causa de pérdida de biodiversidad. ¿Por qué sucede esto? Principalmente por la manera en que se ha organizado la producción industrial de alimentos basada en monocultivos, y también por el desarrollo urbano incluyendo la movilidad, el consumo y manejo de la basura, y la introducción de especies exóticas. 

A esto se suma el cambio climático, el calentamiento de la atmósfera. Ambos fenómenos son severos y serios, y sus efectos, por desgracia, se apalancan entre sí. La comunidad científica, está realmente alarmada ante la aceleración de la pérdida de la biodiversidad y los efectos del cambio climático.

Mientras todo esto sucede, el mundo sigue rodando, el calendario escolar inicia y termina, se proponen reformas, y la vida escolar parece pasiva frente a esta realidad… pero, ¿la escuela puede/debe hacer algo frente a la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático? 

Parecen problemas demasiados grandes y sistémicos para resolver desde este espacio social que hemos creado para aprender; sin embargo, es ahí donde surgieron, porque es en esa estructura social en la que hemos decidido que se distribuya el conocimiento, en donde predominantemente se aprende a ser y a convivir, aún hoy en día.

¿Es la escuela hoy un entorno que conduce a la vida? Su propósito debe ser: conservar, preservar, restaurar la vida y crear condiciones para ésta, incluida la de las y los estudiantes.  

¿Y si empezamos a entender la escuela como una organización viva, que aprende y que se adapta activamente al entorno? ¿Qué tal si creamos un impulso para que la escuela pueda adaptarse para conservar y restaurar la vida y que desde ahí prepare a las y los estudiantes para un mundo global? 

¡Ganas hay! especialmente del cuerpo docente en muchos estados, pero el enfoque está muy lejos de ser sistémico, de incidir en toda la experiencia educativa, en todas las materias, y de penetrar a la cultura escolar. Aquí algunos testimonios:

CDMX: En varias escuelas la estrategia de educación ambiental se enfoca en crear un huerto; pocas veces se restaura el suelo y, casi siempre, la responsabilidad termina recayendo en un docente. En época de sequía y vacaciones se mueren las plantas del huerto. 

Puebla: Una escuela lanza una campaña para recoger tapitas de botellas de plástico, a todos les emociona llegar a la meta.

Campeche: Una secundaria se organiza para limpiar una playa. Las y los estudiantes van entre entusiasmados por salir de las aulas y medio arrastrando los pies porque el calor no da tregua.

Veracruz: Docentes toman un taller para integrar estrategias de lengua con experiencias a cielo abierto para desarrollar la afectividad ambiental y nuevas formas de convivencia.

Tabasco: En un bachillerato técnico la comunidad se organiza para sembrar de forma agroecológica y usa los insumos en la preparación de comida saludable y asequible para la comunidad estudiantil. La comida se cobra a un precio muy moderado. La normatividad cuestiona el cobro de alimentos y, aunque todos están felices, terminan cerrando el comedor para no incurrir en un problema jurídico. 

Para lograr la educación para la sostenibilidad de forma sistémica, se requiere de un nuevo paradigma de escuela, en el que se logren conformar nuevas identidades sostenibles. Este paradigma se engloba en el mantra “en donde se vive lo que se aprende y se aprende lo que se vive”, y trata la sostenibilidad como eje transversal. Un ejemplo se puede encontrar en el currículo de Australia que busca: Profundizar sobre las relaciones entre los sistemas sociales, económicos y naturales para la preservación de la vida humana. Así como la mirada crítica para la formulación de soluciones y la propuesta de futuros sostenibles”. La propuesta es explícita: explica cómo proceder en cada materia. 

¡A grandes problemas, grandes soluciones! Se necesitará más que solo un buen currículo y un curso para docentes. Se requiere de un profundo cambio de visión y de acciones asumidas en todos los niveles del sistema educativo; de un movimiento que lleve saberes sobre sostenibilidad a las escuelas de forma ágil, un planteamiento sobre qué, cómo y dónde se aprende. Es necesario imaginar desde cero el espacio escolar que se expanda a la comunidad, y que el diseño mismo de la escuela, sus rutinas, métodos y organización contribuyan a crear condiciones de vida. Dejo aquí algunas ideas siempre centradas en las y los estudiantes: 

  • La escuela como una comunidad en donde impera una cultura de cuidado y se aprende a convivir; en donde la empatía, la colaboración, la curiosidad y el pensamiento crítico y ético toman protagonismo. 
  • La escuela como un espacio cuyas rutinas permiten aprender estilos de vida saludables y sostenibles.
  • La escuela como verdadero vivero de identidades sostenibles, con oportunidades todos los días para ejercer y profundizar en esta identidad, empoderando a niñas, niños y jóvenes a través de proyectos, voluntariados, visitas a ecosistemas locales, que les brinde voz y facilite su participación en el nivel local y global, y que les permita ir descubriendo cómo avanzar sus trayectorias educativas hacia diversas actividades y profesiones que respeten y sostengan la vida. 
  • Un sistema educativo en el que las trayectorias educativas ofrezcan  oportunidades para adquirir saberes, habilidades y literacidades que conducirán a la preservación y restauración de la vida y los sistemas que la sostienen, a través, de un currículum coherente, y con constantes oportunidades de aplicarlo en el territorio local, para desarrollar una genuina agencia de cambio, lejana de iniciativas aisladas.
  • La escuela con pedagogías y propuestas educativas que permitan entender el entorno y sus ciclos, y la propia participación en la sociedad desde una comprensión sistémica, que integre  las grandes ideas de la ciencia y el pensamiento ético, que involucre siempre la experiencia, la afectividad ambiental y el arraigo al territorio y a su cultura, así como el compromiso con la comunidad. 
  • La escuela con acceso a espacios verdes y a su manejo sostenible, con áreas dedicadas a la conservación y restauración de la biodiversidad, cuando el terreno lo permita, que incluya proyectos cuyo cuidado sea parte de la rutina escolar, y que contribuyan al desarrollo  de saberes vivos.
  • La escuela con usos eficientes de la energía: respetuosos del ciclo de agua, con bajo impacto en la huella de carbono, que implica una adaptación estratégica de la infraestructura escolar (reciclaje, compostaje, captación de agua, producción de alimentos, etc.).
  • La Escuela como comunidad resiliente, que conoce qué tan expuesta está a efectos del cambio climático y se prepara con un plan de forma proactiva y genera también algún grado de autonomía para garantizar la continuidad del aprendizaje. 

Finalmente, como proponemos desde TierraED y su iniciativa Escuela de la Tierra, en palabras de William Ospina:

“Que el país abra sus salones de montes y de ríos, de mares y llanuras, allí donde hay que aprender ahora las ciencias más necesarias: cómo curar el agua, cómo salvar el mundo, cómo producir alimentos orgánicos, comida sana, cómo cambiar las fuentes de energía, cómo proteger a las abejas y a los jaguares, cómo limpiar los ríos, cómo crear una economía justa, cómo hacer una industria que no contamine, una arquitectura que dialogue con la naturaleza y con el clima, cómo hacer ciudades bellas, amables con su gente”.

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*Marlene Gras es integrante de MUxED. Licenciada en Educación y Desarrollo y Maestra en Educación Internacional por la Universidad de Estocolmo y en Innovación Educativa para la Sostenibilidad por la Universidad del Medio Ambiente. Certificada en Prácticas Regenerativas. Fundadora de TierraED, iniciativa especializada en regeneración, sostenibilidad, educación regenerativa, EDS, aprendizaje activo, narrativa, diseño de programas y espacios educativos formales y no formales. 

X: @MarleneGras

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