En Mujeres Acompañando podrán escuchar las historias de seis mujeres que se convirtieron en defensoras de derechos humanos y han desarrollado estrategias para afrontar la tristeza, el enojo, el miedo, la culpa y otros impactos asociados a la violencia sociopolítica. Es decir: las formas de reconfigurar la vida después de la violencia se convierten en testimonios con valor extraordinario
Por Celia Guerrero / X: @celiawarrior
Tengo muy presente una frase que por su significado diría es más una especie de lema o un posicionamiento político. La leí en un informe de Aluna Acompañamiento Psicosocial, una organización civil que retoma para su labor —entre otras ideas— las llamadas pedagogías del filósofo brasileño Paulo Freire: “Entre la indignación y la esperanza”.
Por separado la indignación y la esperanza son dos emociones. Pero juntas las podemos identificar como conceptos, son una linda pareja conceptual. También solemos asociarlas a los movimientos sociales y es desde esa vinculación que me interesa abordarlas.
Me entero escribiendo esto que hay un libro, Redes de indignación y esperanza, en el los autores Manuel Castells y María Hernández Díaz indagan en el desarrollo característico de algunas movilizaciones sociales recientes, en países como Chile, Brasil, México: diversas, con fuerza y vitalidad, de potencial transformador inadvertido. Ese vínculo entre la indignación y la esperanza, entonces, podemos extenderlo incluso a las movilizaciones feminista actuales.
Pero, tenemos que reconocer: estamos acostumbradas a enfocar las grandes movilizaciones sociales motivadas desde la indignación. Vienen a mi mente, por ejemplo, las imágenes de protesta social: el puño en alto, la masa enardecida; los sonidos de las manifestaciones: consignas, golpes, reclamos; una escenografía de la indignación sobre explotada.
Es interesante descubrir cómo la mayoría del tiempo solo miramos esa escenografía y perdemos la perspectiva del paisaje completo, de aquello que está justo ahí, a un lado, del complemento. Nadie que se movilice desde la indignación lo hace sin su dosis —aunque sea mínima— de esperanza, entendida como una posibilidad de que algo cambie.
Lo anterior viene al tema porque —advierto: voy a romper mi propio código anti autopromoción y a rescatar un proyecto en el que participé recientemente— quiero hacer una recomendación al público lector de esta Igualada. Se trata de Mujeres Acompañando, un podcast de la organización Aluna que rescata en gran medida el posicionamiento “Entre la indignación y la esperanza”.
En Mujeres Acompañando podrán escuchar las historias de seis mujeres que se convirtieron en defensoras de derechos humanos y han desarrollado estrategias para afrontar la tristeza, el enojo, el miedo, la culpa y otros impactos asociados a la violencia sociopolítica. El tráiler [que pueden escuchar aquí] menciona cómo es común que las narrativas se enfoquen en esos impactos y perdamos de vista todo lo que las personas y grupos hacen para afrontarlos. Esas formas de reconfigurar la vida después de la violencia se convierten en testimonios con valor extraordinario.
Para la presentación del proyecto, que sucedió hace un par de semanas, las compañeras de Aluna me pidieron hablar de algunos de mis aprendizajes durante el desarrollo del proyecto. Puedo decir con total honestidad que pocas veces me he llevado tanto de tarea, después de realizar un trabajo así. Por ello me ha tomado —no semanas— meses deshilvanar algunas reflexiones. De ellas rescato un mini resumen por episodio, a manera de invitación a la escucha:
En el primer episodio, el testimonio de Olimpia Montoya ejemplifica lo que le llaman la politización de las emociones. Es maravilloso cómo Olimpia, en la búsqueda de su hermano desaparecido, conscientemente resignifica su dolor a través de su activismo. Por su parte, Sofía Virgen rescata aprendizajes muy valiosos del tortuoso en el camino hacia la justicia que ella y su familia buscan después del feminicidio de su hermana: la potencia de la desobediencia colectiva y la rabia como motor, qué hacer ante el inevitable desgaste y lo que hay que proteger en el camino.
En el segundo episodio, a través de la voz de Patricia Mayorga y Nubia Sánchez, una periodista chihuahuense desplazada por la violencia y una joven rarámuri que también vivió el desplazamiento forzado interno, podemos entender los distintos niveles de afrontamiento del desarraigo en cada una y la manera en la que el acompañamiento psicosocial les aporta a contextualizar, comprender sus vivencias y reconstruirse un futuro.
En el tercer y último episodio, escuchamos a Lucero Rivero, quien hace una brillante crítica a la masculinidad en los movimientos sociales, de izquierda, reflexiona y resignifica la idea de “resistencia” y habla de construir en colectivo una ética-política donde la expresión de las emociones y el autocuidado estén presentes en los movimientos. Mientras, Norma Jiménez, alejada de la positividad ramplona, nos transmite la importancia del acompañamiento entre mujeres para continuar afrontando las múltiples violencias cotidianas.
Periodista
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