Hay mucho que se puede hacer para no quedarnos sin agua y para reverdecer el país a pesar de la crisis climática. Para ello hay que hacer caso de lo obvio: sin agua no hay futuro, y sin bosques no hay agua
Por Eugenio Fernández Vázquez / X: @eugeniofv
Hay obviedades que hay que repetir una y otra vez, porque parecen olvidarse muy fácilmente. Una de ellas, clave para la supervivencia de la humanidad, es que el medio ambiente es todo lo que nos rodea, y no solamente algunos relictos de naturaleza aquí y allá. La otra es que la disponibilidad de agua y las reservas del líquido dependen directamente de la salud de los ecosistemas. Recordar esto una vez más, ponerlo al centro de la mesa, se hace cada vez más urgente, sobre todo a la luz de un nuevo estudio que muestra que conforme el cambio climático avanza y la humanidad no hace nada para detenerlo, la recarga de acuíferos se hace cada vez más lenta y se da en menores cantidades.Hay
El estudio apareció este mes en la revista científica Nature y lo lidera el investigador holandés Wouter R. Berhuijs. Sus conclusiones emanan de datos recabados por todo el mundo e indican que la recarga de los acuíferos disminuirá notablemente en apenas un cuarto de siglo, salvo para pequeñas porciones de Tamaulipas y Nuevo León. El resto del país verá cómo su reserva hídrica decrece día con día y la disponibilidad de agua se mantiene en caída.
Los resultados del estudio, sin embargo, refieren a los escenarios climáticos que tenemos hoy en día, en un panorama marcado por la inacción de los gobiernos, que se niegan a obligar a los grandes responsables de la crisis climática a tomar medidas urgentes. La situación que Berhuijs y sus colegas vaticinan podría evitarse si México —como, por lo demás, el resto del mundo— actuara ya tanto para mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero que provocan el cambio climático, como para adaptarse a lo que no se podría evitar de cualquier forma.
Una de las claves para lograr ambas medidas está en frenar la deforestación —que sigue llevándose por delante 170 mil hectáreas de bosques y selvas cada año— y en restaurar los ecosistemas perdidos. Lograrlo es posible, pero hace falta cambiar varios de los puntos clave de la lógica con la que se gobierna el territorio y se impulsa la economía.
El primer elemento a cambiar es la idea de que el agua se conserva y recupera con tuberías, presas y obras de infraestructura. La realidad nos ha mostrado que la clave no está en tener viaductos y represas, sino en conservar y restaurar los bosques. Esto es clave desde por el hecho de que son los bosques los que muchas veces hacen que las nubes se conviertan en lluvia y no se escapen, hasta porque nunca habrá cemento suficiente para represar una serranía entera, y es mucho más eficiente aprovechar las capacidades que la naturaleza de por sí ya tiene.
Otro supuesto clave que hay que quitarse de la cabeza es que los únicos elementos ambientales que importan son los que están en las áreas naturales protegidas. Todos los bosques importan, estén dentro de un parque nacional o no. Hay, además, muchas opciones de políticas para su conservación, desde la silvicultura comunitaria hasta el ecoturismo, pasando por la vigilancia ambiental. Hay que impulsar una política ambiental que se ocupe de todo el territorio, y no solamente de esas zonas.
Un tercer elemento que hay que corregir es aquel según el cual los bosques perdidos no se pueden recuperar. Aunque toma tiempo y trabajo, los bosques y selvas sí se pueden restaurar, y en México hay experiencias muy positivas al respecto. Reorientar el programa Sembrando Vida para que no sea solamente una especie de subsidio keynesiano, sino que vaya acompañado por un verdadero esfuerzo de planeación ecológica, sería un paso importantísimo en ese sentido.
Hay mucho que se puede hacer para no quedarnos sin agua y para reverdecer el país a pesar de la crisis climática. Para ello hay que hacer caso de lo obvio: sin agua no hay futuro, y sin bosques no hay agua.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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