La balacera sucedida en Artz Pedregal se suma a la numeraria de violencia de la capital del país: en los últimos dos meses han ocurrido al menos 10 balaceras que han dejado 19 personas asesinadas. El gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum insiste en que es un tema de percepciones y de ocultamiento de la realidad de la administración anterior. Que se maquillaban las cifras, pero que estamos mejor dicen. La realidad, necia, muestra otra cosa
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: Duilio Rodríguez
En la esquina de Hocaba con Izamal hay una casa con portón blanco que está lleno de agujeros, producto de una balacera. La señora Josefina, a quien se le cambió el nombre para este trabajo, recuerda que un grupo iba correteando a otro desde la parte baja de esta colonia, ubicada a faldas del Ajusco, hacia las calles en las zonas más altas. Eso fue el 18 de julio. Hace menos de dos semanas.
«Se ve que venían correteándolos desde ahí abajo. Fue cuando llegaron y los sacaron. Desde allá se oía que estaban tirando balazos, con armas pequeñas, como calibre 22. Pero cuando se acercaron, ya acá se escuchaban calibres más grandes», asegura la mujer.
En el enfrentamiento murieron tres personas, entre ellas un menor. Los vecinos dicen que se trató de una venganza por otro tiroteo que se dio semanas antes en calles de la redonda.
Escenas como esta son comunes por estas calles, cuenta la señora. La Héroes de Padierna es una colonia que creció rápidamente en los últimos 30 años, al pie de la carretera Picacho Ajusco, la única gran avenida que la comunica con el resto de la ciudad. Por eso es fácil ver quién entra y quién sale de estas calles.
«Aquí, la seguridad siempre es para adentro», dice la señora Josefina, mientras traza una línea imaginaria que divide el lindero de la puerta de su casa de la calle. «De ahí para acá, veremos cómo nos defendemos. Pero de la puerta para afuera, que se mate quien quiera. Es asunto de ellos. Aquí la seguridad la hace uno cuidándose como puede».
En esta colonia la calle no es de nadie. Es difícil ver patrullas cuidando la zona y los pocos policías que hay se dedican a cuidar que nadie entre o salga del domicilio baleado. Aunque tiene tres cámaras del C5, el sistema de videovigilancia de la ciudad, éstas están cerca del deportivo popular de la colonia, que está junto a un registro civil y otras oficinas de gobierno. Ahí se apostan las pocas patrullas de la zona, que ni por asomo salen a hacer recorridos en las calles.
Después de la balacera, la jefa de gobierno, Claudia Sheimbaun presentó a los vecinos de la colonia, a los policías de este cuadrante que los deben cuidar. Pero Josefina no confía. Ni conoce el nombre de los policías y ni siente confianza de denunciar. El día de los balazos, la policía detuvo a nueve personas implicadas y a varias ya las ha visto rondar la calle. «¿Tú crees que no pasan por aquí? Ahí deben de andar», asegura.
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El miércoles 24 de julio, un comando armado desató dos balaceras en la plaza Artz Pedregal. Murieron dos hombres y dos más quedaron heridos, entre ellos un policía.
Escenas como esta son cada vez más frecuentes en la ciudad. En los últimos dos meses, de acuerdo con un recuento de notas periodísticas, la capital del país ha sido protagonista de, al menos, 10 balaceras en las que han muerto 19 personas.
Gran parte de los enfrentamientos han sucedido en el sur, o en el oriente de la ciudad, que, de acuerdo con información extraoficial, son los corredores por los que pasan armas y drogas por la capital.
La colonia Peñón de los Baños, que está atrás del aeropuerto internacional de la ciudad, es otro de los territorios que se encuentran en disputa en la capital. Como la colonia del Ajusco, esta es una colonia de alta incidencia delictiva, en la que la mayoría de las casas no están pintadas y algunas pareciera que están a medio construir. Aquí, la falta de oportunidades se reflejan en la multitud de estéticas y barberías que hay, a falta de trabajos, el autoempleo es la mejor solución.
Hace una semana, el 20 de julio, en estas calles, cuatro personas murieron a balazos. Las autoridades reconocieron el incidente como una disputa entre diferentes bandas de la delincuencia. No obstante, Lizbeth García, esposa de una de las personas asesinadas, no acaba de entender por qué mataron a su esposo.
Ese sábado, cuenta, la calle Soles, que atraviesa toda la colonia de este a oeste, estaba cerrada. El paso de los automóviles, fue suspendido para albergar un bailongo. La tradicional fiesta del pueblo con música, bebida y disfrute fue interrumpida por el estruendo de los balazos, que sucedieron justo en la puerta de la casa de Lizbeth.
“Fueron personas ajenas a la colonia. No sabemos quién ni por qué fue. Estábamos todos en el baile, en la fiesta tradicional del barrio. Yo entré a la casa a ver a mis niños, y fue en eso que escuché los tiros. Cuando salí, mi esposo estaba tirado, muerto”, dice, mostrando el sitio donde falleció su esposo.
“La colonia es muy pesada, la verdad no es nada segura”, reconoce la mujer. Pero no siempre fue así. Ella recuerda que la violencia se recrudeció hace unos 10 años, no sabe por qué, aunque tiene una pista: “Hay algunos que a lo mejor venden droga y se están peleando entre ellos”.
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Según el secretario de Seguridad Ciudadana, Jesús Orta, en la ciudad existe actividad de organizaciones criminales de alto impacto como La Unión Tepito, La Anti Unión y el Cártel Jalisco Nueva Generación. Pero en el discurso del gobierno de la Ciudad eso pareciera no ser un tema central.
Apenas el domingo pasado la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum presumió en su informe de 200 días de gobierno –en los que no mencionó para nada la palabra cárteles, narco o delincuencia organizada–, que la incidencia de homicidios dolosos disminuyó en 15 por ciento, así como otros 14 delitos de alto impacto.
Pero los capitalinos no piensan lo mismo. Según la Ensu, la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana, una levantamiento que hace el Inegi para medir la percepción de seguridad en ciudades del país, una cuarta parte de los habitantes de la ciudad no se siente seguro en la calle.
“Basándome en las noticias yo creo que sí ha estado más pesado. Yo creo que hay más delincuentes”, dice Carlos Acosta, mesero de un restaurante en la Condesa. El restaurante en el que él trabaja está en la esquina de Campeche y Saltillo.
Aquí, el pasado 6 de mayo, un auto se estrelló en el camellón. Atrás de él venía una camioneta con hombres armados disparándole. Cuando una de las balas alcanzó al conductor, perdió el control del vehículo y fue a parar en el camellón. El conductor perdió la vida. En la cajuela de su auto, habían dos paquetes que parecían ser droga. Resultaron ser barras de jabón.
Carlos lleva varios años trabajando en la zona y desde hace más de un año ha atestiguado el aumento en la inseguridad en la zona. “A mí no me ha tocado estar en asaltos, o ver asesinados ni nada de eso, pero sí he escuchado en muchos de mis ámbitos, incluso gente cercana a mí ha fallecido por la delincuencia”, asegura el mesero.
Estas colonias, conocidas por su vida nocturna y amplia oferta de bares y restaurantes ha sido escenario de persecuciones, cobros de piso y asesinatos entre miembros de la delincuencia organizada desde hace un par de años, que de acuerdo con versiones no oficiales, estarían disputando el territorio.
Aunque el «territorio» parece haberse extendido al resto de la ciudad. Carlos no es el único en notarlo, de acuerdo con la Ensu, el número de personas que han estado frente a disparos de arma de fuego ha aumentado cada semestre en los últimos 10 años. Esto, significa que las estrategias de control de armas en la ciudad no existen o no están funcionando como debieran.
“No estamos logrando retirar las armas de la calle, y por lo tanto disminuir las balaceras o los enfrentamientos relacionados con armas”, asegura Ángel Serrano, investigador de seguridad del Observatorio Nacional Ciudadano, una organización de la sociedad civil que se dedica a analizar las condiciones de seguridad y justicia en el país para incidir en las políticas públicas al respecto.
«No hay una estrategia clara, o sea no podemos identificar una estrategia de política pública clara que quiera atender el problema de las armas en la capital», recrimina Ángel Serrano.
El mes pasado, el gobierno de la ciudad presentó los 5 ejes con los que planea reducir la violencia en la ciudad: Estrategias de reconstrucción del tejido social, más y mejor policía, coordinación entre el poder judicial y el ejecutivo para el combate a la delincuencia, coordinación entre los mandos policiales y la Guardia Nacional y adecuaciones al marco legal para perseguir los delitos son parte de esta estrategia, en la que no figura el control de armas.
No obstante, los resultados aún son lentos, y los conflictos por el territorio urbano entre diferentes bandas delictivas de la ciudad cobra más fuerza mes con mes.
“A mí no me ha tocado estar en asaltos, o ver asesinados ni nada de eso, pero sí he escuchado en muchos de mis ámbitos, incluso gente cercana a mí ha fallecido por la delincuencia”, asegura el mesero.
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A unas cuadras de las empinadas calles de Peñón de los Baños está una base militar. De ahí entran y salen camionetas repletas con soldados de la Guardia Nacional. Pero Lizbeth asegura que de nada ha servido la presencia de la nueva corporación. “Parece que nada más cuidaran el cerro”, en el que está la antena de radar del aeropuerto.
Supuestamente, la Guardia llegó a esta colonia de la alcaldía Venustiano Carranza, así como a otras de Iztapalapa, Gustavo A. Madero e Iztacalco, desde el pasado 4 de julio para ayudar en la estrategia de seguridad. Su presencia ayudaría con el patrullaje de la zona y en operativos especiales, pero la única vez que Lizbeth la vió, fue en el entierro de su esposo.
“Vinieron como unos 40 a proteger el entierro, porque si no, no se habría llevado en paz. Se quedaron afuera del cementerio, rodeándolo. Ya cuando terminó, se fueron y no han regresado”.
De acuerdo con Salvador Guerrero Chiprés, consejero presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública, un órgano de consulta y análisis creado por el gobierno durante la administración de Marcelo Ebrard, la experiencia internacional indica que las cinco líneas de acción que está siguiendo el gobierno de la ciudad son efectivas.
«La literatura y la experiencia te dicen que la estrategia de seguridad que puede tener éxito para modificar la incidencia delictiva tiene que pasar por dos temas fundamentales: uno son las políticas sociales que pueden estar asociadas con la delincuencia, y la otra es la construcción de capacidades institucionales para contener la delincuencia, que quiere decir más y mejor policía, más y mejor sistema judicial y sistema penitenciario», asegura.
El tiempo corre en contra del gobierno de Sheimbaun. Y la realidad no permite concesiones políticas.
Detrás de las cintas amarillas y vidrios rotos de la plaza Artz Pedregal, un guardua de seguridad confiesa: Si me hubiera tocado trabajar ese día, no habría sabido qué hacer, me habría tirado al suelo, nunca pensé que fuera a pasar algo así”
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