18 diciembre, 2023
Con 55 por ciento de los votos en contra, Chile rechazó la Constitución redactada por la derecha y la extrema derecha. El proyecto de una constitución distinta a la de Pinochet queda detenido de forma indefinida. En entrevista, el sociólogo Darío Quiroga habla de los riesgos de la antipolítica que permea en el Cono sur
Texto Iván Cadin / @ivankdin
Fotos: Gobierno de Chile y volcánicas
PARIS.- Este domingo, Chile ha votado en contra de un segundo proyecto constitucional con más del 55 por ciento de los sufragios del plebiscito obligatorio. Presentado por el Consejo Constitucional de mayoría ultraconservadora, este segundo borrador ha corrido la misma suerte que el primero, elaborado por la Convención Constitucional, de mayoría progresista, y rechazado en septiembre de 2022 con casi 62 por ciento de los sufragios. Aquella primera Constitución presentada ponía énfasis en la esfera pública, en los recursos naturales, en los derechos de libre determinación; esta segunda propuesta mantenía la línea neoliberal y mercantil de la Carta Magna chilena actual, redactada bajo la bota militar del régimen de Augusto Pinochet, aunque aligerada en algunos puntos.
Tras conocerse los resultados, el presidente chileno Gabriel Boric emitió un discurso desde el palacio de La Moneda donde señaló que ya no habrá un tercer proceso constituyente bajo su mandato, dado que “las urgencias son otras” y que “el proceso constitucional no logró canalizar las esperanzas de tener una nueva Constitución redactada para todos (…). La política ha quedado en deuda con el pueblo de Chile”.
Chile, tras estos resultados, se presenta como un caso inédito: tras haber exigido en octubre de 2020 con más del 78 por ciento de votación plebiscitaria una nueva Constitución (exigencia empujada por el estallido social de 2019), hoy se convierte en el país que ha rechazado dos proyectos constitucionales muy diferentes entre sí en poco más de un año. Sobre estos resultados, el zigzagueo ideológico del pueblo chileno, el fantasma de la antipolítica y la ultraderecha del cono sur, Pie de Página conversó con el sociólogo chileno Darío Quiroga. (Conversamos horas antes del plebiscito, pero para el analista las cosas estaban más que cantadas.)
“El pronóstico es que gana el en contra”, aseguró Quiroga desde Chile, horas antes del plebiscito. “La posición a favor en este plebiscito la sostiene fundamentalmente la derecha económica y política, salvo algunos sectores aún más de ultraderecha que se descolgaron pero que no son tan significativos en términos del mainstream. Tienen muchos recursos; ha habido en las últimas semanas una gran intensidad, vamos a decirlo así, de un encuadre noticioso que siguen los principales medios en Chile. La concentración de medios por parte de la derecha es aproximadamente cerca del 90 por ciento de los medios televisión, diarios de circulación nacional, etcétera. Entonces, esta última semana ya definitivamente rayaron en lo absurdo (…) porque el encuadre ha sido básicamente (generar) publicidad de ‘Boric vota en contra, Chile vota a favor’. Toda su apuesta es aprovechar los índices de popularidad (del presidente), que si bien no son tan bajos (en torno al 30 por ciento), sí tiene índices de desaprobación de 55-60. Ha sido una campaña absolutamente carente de ideas, pero que se intenta instalar porque eso ya les resultó exitoso hace un año atrás, como una suerte de plebiscito de la gestión del gobierno.(…)”
Para el también productor y co-conductor de La Cosa Nostra y 32 Minutos, un par de emisiones youtuberas en las que colocan análisis informativos muy distintos a los que aparecen en los medios tradicionales chilenos, el proceso en el que Chile buscó una nueva Constitución se extravió y perdió ímpetu:
“El proceso (constitucional) en su conjunto ha estado muy ausente de energía, no como una visión muy informada, sino más bien como un rechazo genérico a la clase política. Va a haber una cantidad de gente apática que va a votar en contra y me parece, con lo que vi en las encuestas, que esa apatía está nuevamente al lado del en contra, tal como la apatía que hubo hace un año atrás del lado del rechazo.”
Para Quiroga es indudable que Chile se encuentra ahora en un momento ubicado hacia las derechas, y que cualquiera que fuera el resultado del plebiscito de este segundo borrador constitucional, no habría resuelto de fondo el malestar que provocó el estallido social.
“El péndulo efectivamente está hacia el lado (de las derechas). Ellos tienen el vigor y la agenda. (…) A final de año tenemos elecciones municipales y de gobernadores regionales y un año después, en dos años más, la elección presidencial. Todo me hace indicar que las próximas elecciones, incluyendo la presidencial, deberán serle muy favorables a la derecha. El péndulo va por ahí y eso no cambia si gana el a favor o en contra. Pero lo digo como contexto. ¿Por qué? Porque si gana el a favor, lo que sí sucedería es que se pavimenta aún más el camino para el triunfo de la derecha o ultraderecha en la próxima elección presidencial, pero lo que sí creo es que va a estar incubado un germen que va a resultar problemático porque sería una Constitución que sería incapaz de sostenerse más allá de unos pocos años. (…) No hay que ser pitoniso para pensar que al primer o segundo año de un gobierno de derecha una ola giraría probablemente a posiciones más progresistas (…) Por lo tanto, incluso que ganara el a favor, me parece que va a quedar incubado un malestar muy, muy fuerte.”
“En caso que gane en contra, creo que lo que hay es una ratificación de un poco lo que tú dices, esta cosa bien extraña y extraordinaria, del rechazo de dos procesos constitucionales, que nos obliga a revisar en conjunto este periodo. Es decir, pase lo que pase este domingo, en realidad cierra el proceso que se abrió el 18 de octubre del 2019 con el estallido social. Llegamos al punto de partida que vuelve de alguna manera a ser incluso un poco como era antes. Se han desvanecido algo así como los sueños del estallido social, pero lo que le dio origen al estallido social son elementos que siguen incubados en la sociedad.”
“Por lo tanto, lo que uno podría esperar es un proceso de cierta acumulación inorgánica que pueda devenir en algún tipo de manifestación/estallido, no necesariamente de la misma forma o, lo que por desgracia yo creo, una mayor descomposición de la sociedad chilena. Ese es un riesgo que tenemos, que es un poco lo que uno mira cuando ve el triunfo de Javier Milei en Argentina. Hay que reconocerle de manera bien honesta diciendo ‘voy a hacer ajustes’, ‘voy a hacer recortes’. Hubieron presidentes de derecha neoliberales que no dicen eso en sus campañas sino que lo hacen después ya en la presidencia. Milei lo dice y tienen una multitud enfervorizada de gente que lo aplaude. Yo creo que hay un proceso de degradación bien profundo, que creo también de alguna manera está sucediendo en Chile. Y creo que el triunfo en contra, independientemente que uno pueda respirar aliviado porque no se consolidó la Constitución de corte más conservador, me parece que a la crisis del sistema político como lugar para poder dar respuesta a las demandas sociales, creo que lo que hace es seguirlo intensificándola.
—Sobre esto que comentas, ¿qué pulso percibes en la ciudadanía chilena hacia la política? Y si Chile está girando hacia la derecha, ¿hacía qué tipo de derecha y en torno a qué tipo de concepción de la política se está construyendo este giro, tomando en cuenta precisamente que en Argentina, su país vecino, llegó a la presidencia el “anarcocapitalista” de Javier Milei?
—Creo que ese giro ya se hizo. En la elección de Consejeros Constitucionales, de los 34 consejeros que eligió la derecha, 11 fueron la suma de tres partidos de la derecha tradicional y el doble fueron solamente del partido de ultraderecha recientemente creado, el Republicano. Ese giro ya se hizo hacia la ultraderecha. Tiene ciertas formas distintas, probablemente por la idiosincrasia más conservadora y menos estridente que la de los argentinos. El liderazgo (de la derecha chilena), José Antonio Kast, es un liderazgo mucho más tradicional. Pero ahora en este plebiscito, a la ultraderecha se le volvió a abrir una nueva fractura, está un poco dividido su partido porque se le vuelve a poner gente ahora cada vez más ubicada a la derecha. Entonces, ahí es donde sí va a aparecer el ejemplo de Milei, que algunos estén dispuestos a dejar ciertas formas más convencionales para tratar de capturar completamente la atención y ser efectivamente estridentes. Me imagino que nadie va a usar muchas groserías como lo hacía Milei, porque en ese sentido quizás en Chile la preferencia que tenga más rendimiento para la ultraderecha es más bien la versión Nayib Bukele (presidente de El Salvador), tipo así como bien peinado, bien vestido, un populista más de ese tono menos estridente que Milei.”
“Cada país va a buscar sus formas, pero yo creo que eso ya está instalado, porque cuando uno habla de las ultraderechas en realidad uno podría pensar que hay dos tipos de fenómenos. Yo lo visualizo así: una derecha que se va a la derecha de la derecha, que tiene un componente más ideológico y más argumentativamente de ultraderecha, y otros que encuentran, a partir de la misma idea de ultraderecha, el concepto de antipolítica, del desprecio de la política. Esos mundos se encuentran permanentemente y la gente que está en la ultraderecha más ideológica se da cuenta que en realidad a veces más vale tratar de sumarse al discurso contra los políticos, un poco lo que hacía Milei, ‘contra la casta’, para encontrar ese lugar más cómodo y de mayor conexión con la ciudadanía, sobre todo con la ciudadanía más ignorante en términos de decir ‘ah, mira, aquí viene una solución más bien pragmática, menos de políticos, más de (gente de) afuera’. Creo que eso es lo que va a ir aumentando día a día en Chile.
Una izquierda chilena que no sale de la trampa
— Hace poco te escuché, no recuerdo en qué espacio, hablando de que la izquierda chilena después de este segundo plebiscito debía dar un reencuadre, hacer una sacudida para romper con la inercia hacia la derecha. Pero también decías lo mismo cuando pasó el primer plebiscito y también lo comentaste cuando los 50 años del Golpe de Estado a Salvador Allende, donde dijiste que era un momento adecuado para sacudir las cosas, pero esto no sucede. Un cuadro importante de esta izquierda chilena es precisamente el presidente, Gabriel Boric, quien detenta uno de los poderes del Estado. ¿No crees que Boric se ha quedado, como jefe de Estado, en un papel de burócrata, de funcionario, de un presidente que sólo ejecuta y no tanto que sacude y que también motiva un debate, porque la agenda parece que la imponen los medios?
—Los diversos mundos de la izquierda, sean más cercanos al gobierno o sean más críticos, en realidad no dejan mucho espacio. El nivel de asedio al gobierno y el nivel de errores que se cometen en el propio gobierno son tan intensos que en realidad no hay mucho más espacio. Por lo tanto, en realidad veo difícil que haya un espacio incluso como de gran debate o de gran corrección de rumbo porque en realidad el único que tiene cierta capacidad de iniciativa en el mundo de las izquierdas es el que está gobernando en La Moneda, que es el presidente Gabriel Boric”. Darío Quiroga, también asesor de comunicación política, participó bajo ese rubro en la segunda parte de la campaña presidencial de Boric.
“Comparto absolutamente tu juicio, creo que efectivamente hay una confusión de conceptos que me parece profundo. Es decir, Boric ha confundido el respeto a su rol, a la institucionalidad, con suponer que es una especie como de termómetro, que tiene que estar permanentemente en un equilibrio, equilibrio que además lo da la agenda fundamentalmente de la derecha y de la ultraderecha. Entonces, claro, hay un problema objetivo: que está con poca fuerza, con poca energía para poder jugársela con una agenda un poquito más radical en algunos temas.”
“Ya vamos a cumplir dos años de gobierno y seguramente van a pasar los cuatro sin que sea capaz de mover la aguja. Entonces, finalmente no va a ser ni una cosa ni otra. Va a gobernar para supuestamente dejar contentos a todos los sectores políticos y eso no va a suceder. O sea, la derecha absolutamente va por el presidente. Quieren destruir a esta generación (la que comenzó en las revueltas estudiantiles y llegó a la presidencia). (…) Tengo una mirada muy pesimista respecto a la capacidad de la izquierda y del gobierno de sacudirse este acorralamiento en que los tiene metido la derecha y la ultraderecha con la agenda de seguridad, con conceptos que están bien trabajados comunicacionalmente y le hacen sentido a la gente como el tema de la propiedad privada individual, cómo han transformado esta ficción de que en el fondo un Estado solidario es algo así como políticos de izquierda robándole la plata a la gente pobre, y bueno, esos discursos logran permear, la gente dice ´no, claro, no puede haber un sistema de reparto, tiene que ser capitalización individual, porque mis ahorros’, y es gente que no tiene ahorros, que no tiene un peso en sus cuentas de capitalización individual, pero en fin. No me gusta utilizar conceptos psiquiátricos pero de alguna manera hay una cierta esquizofrenia en la evaluación, en la valoración y de ese pie forzado, la izquierda no ha sido capaz de salir.”
“Y creo que este rol de burócrata como el que tú planteas del presidente, no va a ayudar a que eso pueda salir. Uno podrá, si quiere ser concesivo con el presidente, decir ‘bueno, en realidad él ya se dio cuenta que no hay más, que en este ciclo histórico no hay ni una oportunidad y quizás lo que está tratando de hacer es sencillamente llegar al final de su mandato’. Pero la verdad es que no, no hay ninguna energía en el gobierno porque está haciendo política que le pone la derecha y aparte lo hace mal. O sea, si quiere ser un gobierno que sea recordado por los temas de seguridad, obviamente es un poco absurdo que lo encabece un joven de 36, 37 años, ex dirigente estudiantil de una izquierda que en su minuto era más radical. Es absurdo. No se animan a una agenda más intensa de los temas propios y trata de llevar adelante una agenda que no le es propia.”
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