No sólo es el tema de la salida de los combustibles fósiles lo que ha hecho que, en los últimos días, se sienta la tensión en las salas de negociación de la COP28, sino que esta discusión se da en un contexto mundial donde es inevitable que las rupturas históricas salgan a relucir
Texto: Michelle Soto Méndez / Periodistas por el Planeta
Fotos: Vía, Periodistas por el planeta
DUBÁI. – Tan sólo pasó un día desde que inició la 28va Conferencia del Clima (COP28) cuando la delegación iraní decidió abandonar las negociaciones climáticas, que tenían lugar en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), debido a la llegada del presidente israelí, Isaac Herzog.
Para Irán, la presencia de Israel en la COP28 era “contraria a los objetivos y directrices de la conferencia y, en señal de protesta, abandonó la sede”, declaró su ministro de Energía, Ali Akbar Mehrabian, a la agencia oficial de noticias Irna.
La verdadera razón no es más que las tensiones derivadas del conflicto armado entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza y, aunque la COP28 se enfoca en el clima, los presidentes de Turquía e Irak aprovecharon la cita para referirse al tema.
Si bien la atmósfera es común para todos, y el cambio climático es una amenaza global, la COP28 no está exenta de lidiar con las divisiones históricas entre países, lo cual muchas veces dificulta la toma de decisiones por consenso, tal como lo requiere la dinámica de negociación en el seno de Naciones Unidas.
“Las conferencias de cambio climático siempre están atravesadas por la geopolítica. Uno lo ve en los discursos, lo ve en las posiciones. Hay contextos que realmente son ineludibles. Las guerras que han ocurrido en estos años, más que nada la del año pasado (Rusia-Ucrania), hizo muy difícil tocar el tema debido al contexto de volatilidad económica y los precios del petróleo”.
Enrique Maurtua, consultor de política climática y observador de larga data de estas conferencias.
Así que esta no es la primera vez -ni será la última- en que la geopolítica aprovecha este escenario para mover sus piezas.
“Los temas que han influenciado la conversación son la guerra, no sólo la que ocurre en la Franja de Gaza sino también algún remanente de la situación entre Rusia y Ucrania. También está el tema de las medidas unilaterales a nivel comercial y su impacto en los temas de conversación sobre el clima. Alguna mención al tema de salud, ya superada la conversación sobre COVID pero siempre presente el tema de las eventuales pandemias”, mencionó una negociadora, quien prefirió no se le identificara.
“Y uno que no escapa al contexto, el crecimiento de Arabia Saudita como jugador desde el espacio de los países en desarrollo”, continuó.
Esta COP28, que se realiza en la zona petrolera del mundo, se plantea la posibilidad de darle salida al uso de combustibles fósiles, ya sea mediante una “reducción” (phase down) o definitivamente planteando su “eliminación” (phase out), esto con el fin de no sobrepasar el 1.5ºC de calentamiento, límite alertado por la ciencia y recogido como objetivo en el Acuerdo de París.
Arabia Saudita, el mayor exportador de crudo del mundo, mostró su oposición a la palabra “eliminación” en la plenaria del domingo. Postura que difiere con la de Emiratos Árabes Unidos, país anfitrión de COP28.
“Estamos viendo divergencias entre Emiratos Árabes Unidos y otros grandes Estados petroleros sobre el futuro de los combustibles fósiles”, dijo Jim Krane, del Instituto Baker de la Universidad de Houston (Estados Unidos), a la AFP.
Arabia Saudita parece contar con el apoyo de los seis miembros árabes de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), los cuales fueron llamados por su secretario general a movilizarse contra una salida de los combustibles fósiles.
Estos países dependen de los hidrocarburos para financiar sus economías y proyectos de desarrollo. Y, en este contexto, para los saudíes, “a pesar de que viven en una de las regiones más cálidas del planeta, salvar el petróleo es más importante que salvar el clima”, dijo Krane.
En cambio, el caso de Emiratos Árabes Unidos es distinto. “Se sienten más cómodos con el abandono gradual de los combustibles fósiles ya que su economía está mucho más diversificada que la de la mayoría de los miembros de la OPEP”, agregó Krane en entrevista con AFP.
Por su parte, los países árabes que no tienen petróleo -que tradicionalmente han apoyado a Arabia Saudita- ahora ven cómo la postura saudí choca con sus propios intereses medioambientales, agrícolas y sanitarios; pero también están conscientes que es la economía más grande del mundo árabe y un importante donante de dinero.
“Algunos hacen oír su voz, otros no, probablemente debido a esta dependencia”, manifestó Ghiwa Nakat, directora de Greenpeace para Oriente Medio y el Norte de África (MENA).
Debido a lo sucedido el domingo en COP28, el nuevo texto divulgado el lunes ya carecía de la expresión phase out en cuanto a la eliminación gradual del petróleo, el carbón y el gas como fuentes energéticas, pero sí aparecía en lo referido a “la eliminación de los subsidios ineficientes a los combustibles fósiles que alientan el consumo incontrolado y no resuelven la pobreza energética”.
Sin embargo, la ausencia de la expresión phase out vino a contrariar a algunos países en desarrollo. “Sentimos que nuestras voces no fueron escuchadas, mientras que parece que otras partes tuvieron un trato preferencial, lo que compromete la transparencia y la inclusividad del proceso”, declaró Toeolesulusulu Cedric Schuster de Samoa, presidente de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés).
Desde la génesis de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el reclamo de los países en desarrollo -muchos de los cuales contribuyen muy poco al calentamiento global pero lidian con los mayores impactos- hacia los países desarrollados -cuyo crecimiento económico basado en combustibles fósiles es el responsable histórico de las emisiones- se basa en responsabilidad y esta, según su postura, debe venir acompañada de financiamiento.
“Hay un discurso de responsabilidades históricas que cada vez se sienta más en la conversación: la dicotomía de desarrollo de unos a partir de la explotación de recursos de otros. Y también está la conversación de obligaciones que se están dibujando ahora como la de peaking point (punto máximo) de emisiones, que pone a los países en desarrollo en trayectorias aceleradas mientras los desarrollados tuvieron más tiempo para hacerlo”, comentó la negociadora.
Y en medio de la discusión está China. Cuando se hicieron los anexos de la CMNUCC en la década de 1990, los países se distribuyeron en dos listados según su nivel de desarrollo y sus responsabilidades históricas. En este sentido, China -al igual que India y Brasil- quedó en la segunda lista como país en desarrollo.
“Desde el momento en que se desarrollan los anexos, se marca cómo será el estilo de la negociación. Entonces es importante tener presente cómo eso influye, desde hace 30 años, toda esta conversación”, destacó Maurtua.
China es actualmente una economía emergente, al punto de posicionarse como el segundo emisor más grande -después de Estados Unidos- por lo que muchos países que yacen en el Anexo 1 abogan por incluirle a la hora de repartir cuotas por emisiones y también por financiamiento.
Pero, China sigue negociando junto al bloque del G77, el cual reúne a los países en desarrollo, con muchos de los cuales tiene relaciones comerciales y también reciben financiamiento a manera de cooperación o préstamos.
“Hay relaciones sur-sur que se favorecen en estos espacios. G77 tiende a cerrar filas en estos asuntos de financiamiento, a pesar de que internamente hay una relación tensa entre todos los países que forman parte de esto y necesitan estos apoyos”, comentó la negociadora.
Además, China -como economía emergente que es- es pieza clave en el ajedrez que juegan Rusia y Estados Unidos.
“Rusia y China, en algunos campos pueden entenderse como competidores, pero también mantienen una relación de colaboración en distintas áreas en función de ser contrapeso a Estados Unidos. Para ellos, Estados Unidos representa un competidor para alcanzar muchos de los objetivos que buscan: en el caso chino, más en función de lo económico; y en el caso ruso, más en función de lo político”, explicó Karen Chacón, académica especialista en Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Costa Rica.
Este año, justo meses antes de la COP28, la administración Biden retomó contacto con sus homólogos chinos y el cambio climático constituyó el principal punto de agenda para este acercamiento.
“El cambio climático está en el primer puesto de la lista de desafíos mundiales y Estados Unidos y China deben trabajar juntos para hacer frente a esta amenaza existencial”, declaró Janet Yellen, Secretaria del Tesoro de Estados Unidos, a la prensa durante su visita a Pekín.
“El mantenimiento de la cooperación entre Estados Unidos y China en la financiación contra el cambio climático es crucial”, señaló Yellen y añadió: “Como los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero del mundo y los mayores inversores en energía renovable, tenemos la responsabilidad y la capacidad conjuntas de liderar el camino”.
Chacón ofrece su lectura: “Por parte de Estados Unidos puede haber una preocupación de que ese acercamiento con China le dé aire a Rusia. Desde la Unión Europea y los Estados Unidos se pensó que las sanciones económicas iban a debilitar a Rusia, quizá con mayor fuerza de lo que ha pasado y a un ritmo más acelerado que no sucedió, entonces esta relación entre Rusia y China se puede leer como que se le da aire. Y aunque China no se ha manifestado abiertamente a favor, tampoco lo ha hecho abiertamente en contra”.
Pero, más allá desde donde se posesione China, lo cierto es que el dinero marca mucho del debate climático, al punto de que algunos negociadores ya dejan de utilizar la narrativa de “países desarrollados” y “países en desarrollo”, pasando a hablar de “países ricos” y “países pobres”.
El incumplimiento de los 100 mil millones de dólares para el Fondo Verde del Clima por parte de los países desarrollados, cuya fecha inicial estaba al 2020, en definitiva ha propiciado la desconfianza en las salas de negociación.
Desde fuera de la COP28, Chacón tiene otra perspectiva: “En el fondo, lo que observo es -por un lado- a los países desarrollados dispuestos a ir a la negociación a ofrecer algo de dinero, pero no dispuestos a renunciar al modelo de crecimiento económico, que es lo que realmente se necesita para hacer una transición hacia una economía más verde. Y, por otro lado, lo que tenemos es a los países en desarrollo dispuestos a comprometerse hasta donde reciban fondos, es decir, su compromiso llega hasta donde los países desarrollados estén dispuestos a desembolsar”.
Pero, además, los pocos fondos disponibles -sobre todo para adaptación así como para pérdidas y daños- sumen a los países en desarrollo en una dinámica de “juegos del hambre” que podría “resquebrajar” algunas posturas.
“Y el centro de toda esta narrativa está en los medios de implementación. Hay una necesidad evidente de no quedarse atrás, en el momento de la repartición. Esto debe ser visto además, en el caso particular de finanzas, en el contexto de creación de fondos en este proceso y en otros, que dispersan estos medios y que obligan a competir bajo conceptos de mayor vulnerabilidad”, destacó la negociadora.
Ahora bien, existen tópicos donde las fronteras Norte-Sur se desdibujan. “En temas transversales, como derechos humanos, se fortalecen los espacios comunes para apoyar la inclusión de estos temas que, en este proceso, son tratados marginalmente en las decisiones”, agregó la negociadora y continuó: “Hay otros vínculos que se crean sobre temas muy específicos y siempre hay relaciones naturales que se fortalecen, como grupos de mujeres o jóvenes que cada vez van ganando más adeptos y más voz”.
La adopción y firma de la Declaración San José, como resultado del 23er Foro de Ministros de Medio Ambiente de América Latina y el Caribe, permitió unificar una posición regional para la COP28, cuyos principales temas eran la transición energética basada en energías renovables; asegurar que los medios de implementación sean adecuados, previsibles, oportunos y adicionales; abogar por la no diferenciación entre las naciones en desarrollo en el contexto del cambio climático (sobre todo en lo financiero); y por la transformación de los sistemas financieros y su gobernanza.
Sin embargo, no más iniciada la COP28, mientras el mandatario Gustavo Petro anunciaba la adhesión de Colombia al Tratado de no Proliferación de Combustibles Fósiles y a la Alianza del Petróleo y el Gas (BOGA), el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva declaraba que su país ingresaba a la OPEP+: contradicciones en una misma región a las puertas de auspiciar la COP30, programada para el 2025.
Pero, más allá de eso, América Latina y el Caribe suele ser bastante modesta en cuanto a la geopolítica mundial. “Muchos de nuestros países suelen tomar algo de partido, pero poco, y otros muchas veces lo que hacen es marcar cierta neutralidad. Bueno, incluso hubo críticas en el pasado porque se muestran neutrales. Pero bueno, América Latina siempre trata de encontrar oportunidades en materia de cómo vincularse en ese escenario, en esos cambios, en los escenarios geopolíticos”, mencionó Maurtua.
Este artículo es parte de COMUNIDAD PLANETA, un proyecto periodístico liderado por Periodistas por el Planeta (PxP) en América Latina. Fue producido en el marco de la iniciativa “Comunidad Planeta en la COP28”.
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