4 diciembre, 2023
Además de las agresiones y asesinatos a periodistas, a los reporteros y reporteras en Guerrero nos han vulnerado al extremo. No contamos con ninguna herramienta, instrumento para protegernos. La mayoría vive precarizado. En Guerrero, hay periódicos que pagan 35 pesos por nota publicada. ¿Cuántas notas necesita que le publiquen en un mes a un reportero para que pueda cubrir sus necesidades básicas? Saquemos las cuentas
Por Arturo de Dios
No nos vamos a callar.
Que quede claro que esto no es una advertencia ni tampoco un desafío. Es la ratificación de nuestro compromiso ético y nuestra responsabilidad social que tenemos con la sociedad. Somos periodistas y tenemos la obligación de contar, denunciar, describir, explicar lo que está sucediendo en las calles, en las ciudades y en las comunidades. Y también de vigilar y someter al escrutinio público al poder.
No podemos mirar hacia un lado cuando ahí está la corrupción gubernamental, el enriquecimiento inexplicable de los gobernadores, alcaldes, diputados, magistrados, los desayunos, comidas y cenas entre políticos y criminales, las campañas electorales financiadas con dinero sucio, las graves violaciones a los derechos humanos, los asesinatos, las desapariciones, los desplazamientos forzados de pueblos completos, la explotación desmedida de los recursos naturales. Cuando ahí están los feminicidios, la venta de niñas.
En este panorama, ¿Qué quieren que hagamos?, ¿Qué nos callemos?, ¿Qué guardemos silencio?, ¿Qué nos convirtamos en sus cómplices?
No podemos. En los momentos más difíciles para una sociedad es cuando el periodismo crítico e independiente se vuelve más necesario. Indispensable. El periodista argentino, Tomás Eloy Martínez, decía que en los momentos de crisis o cuando las instituciones se corrompen o se derrumban, la sociedad asigna a la prensa un papel de brújula para no perder el rumbo.
Hoy ese es el papel que está jugando el periodismo en Guerrero por una simple razón: estamos en crisis y las instituciones están corrompidas.
Las dos últimas semanas, han sido de violencia cruenta contra el gremio periodístico. En Taxco, hombres armados privaron de la libertad a tres reporteros y, en Chilpancingo, atacaron a tiros a cuatro compañeros.
La noche del 19 de noviembre, hombres armados ingresaron al domicilio del reportero Marco Antonio Toledo Jaimes, en el barrio de Guadalupe, en Taxco. Se llevaron al periodista, a su esposa, Guadalupe Denova Flores y a su hijo, Alberto Toledo Denova.
Tres días después, otra vez hombres armados sacaron de las oficinas de su portal de noticias RedSiete, ubicadas en el centro de Taxco, a los reporteros Nayssa Arce Avilés y Alberto Sánchez, quienes son matrimonio.
Todos fueron liberados, estuvieron nueve días en cautiverio, a merced de sus captores.
El mediodía del 28 de noviembre, los reporteros Jesús de la Cruz, Víctor Mateo, Oscar Guerrero y Héctor Camacho fueron atacados a balazos por dos hombres a bordo de una motocicleta. Los cuatro regresaban de cubrir el asesinato de un chofer del transporte público en la colonia Las Palmas. Cuando terminaron se subieron al carro de Víctor Mateo, avanzaron unos metros y se detuvieron a enviar su información. Ahí se les acercaron y les dispararon.
Víctor Mateo recibió un balazo en la cara y sigue hospitalizado; Jesús de la Cruz uno en el tórax y otro en cuello, Oscar Guerrero un rozón en el brazo izquierdo en el que se le alojaron dos esquirlas y Héctor Camacho salió ileso.
Jesús de la Cruz hace unos meses comenzó a trabajar como reportero para el portal de noticias Reporte Guerrero. El oficio de reportero lo alterna con el de DJ.
A pesar de tener tan poco tiempo como reportero, Jesús de la Cruz ya tiene una huella imborrable de lo que es ejercer el periodismo en Guerrero: vivirá con una bala dentro de su cuerpo.
La violencia extrema contra reporteros y reporteras en Guerrero va en aumento. En los dos años de gobierno de la morenista Evelyn Salgado Pineda se han registrado por lo menos 18 casos.
Cinco reporteros y comunicadores han sido asesinados. El primer asesinato ocurrió en noviembre del 2021, en Acapulco: hombres armados dispararon contra el fotorreportero Alfredo Cardoso. El segundo fue contra el columnista Fredid Román Román, en Chilpancingo. El tercero, también, en Acapulco: hombres armados ingresaron a su domicilio del camarógrafo de distintos medios de comunicación, Gerardo Torres Rentería. El cuarto contra el locutor de radio Pablo Salgado, en Iguala y el último: el asesinato del director del portal de noticias Lo Real de Guerrero, Nelson Matus Peña, en Acapulco.
Siete reporteros han sido privados de su libertad. Los tres de Taxco y cuatro en la región de la Tierra Caliente. A final del 2022, en el municipio de Altamirano, privó de su libertad al reportero Jesús Pintor y, en Arcelia, a los administradores de la página de noticias de Facebook, Escenario Calentano, Alán García, Fernando Moreno Villegas y José Alberto Benítez Santos.
Jesús Pintor contó lo sufrido en el cautiverio: fue privado de su libertad el 27 de diciembre en el zócalo de Ciudad Altamirano. Pasó casi 15 días vendado de los ojos, con las manos esposadas, acostado sobre la batea de una camioneta sin permiso de levantarse. Lo golpearon, sintió frío, hambre pero, sobre todo, sintió de cerca la muerte.
Jesús Pintor dijo que volverá al periodismo, pero reconoció, que del golpe psicológico no se va a reponer.
Aún sigue desaparecido Alan García, de él no se sabe absolutamente nada. Si fue liberado, si sigue en cautiverio o cuál fue su destino. Se desconoce también si las autoridades lo buscan.
Seis compañeros han sido atacados a balazos. Los cuatro reporteros atacados en Chilpancingo y dos más en Acapulco.
El primer caso es el de Alan Castro Abarca que dos hombres le dispararon cuando se encontraba en la cancha de su colonia. Uno de los balazos impactó en el brazo y otro en la cabeza.
Castro Abarca administra las páginas de Facebook Contactotv Guerrero y Última Línea Noticias y es hijo del reportero Celso Castro Castro.
El 16 de junio, fue atacado a balazos José Carlos González Herrera, administrador de la página de Facebook de noticias Guerrero opinión ciudadana.
Toda esta violencia contra los reporteros y reporteras de Guerrero no dejan un mensaje muy claro: buscan silenciarnos y por varias vías.
A los reporteros y reporteras en Guerrero nos han vulnerado al extremo. No contamos con ninguna herramienta, instrumento para protegernos. La mayoría vive precarizado.
La precarización ha resultado el mecanismo más eficaz para desmadrar la posibilidad de tener un periodismo riguroso, crítico e independiente. ¿Cómo funciona este mecanismo? Desprotegiendo al periodista, quitándole sus derechos, la certidumbre de un trabajo estable con un salario seguro.
En Guerrero —sin exagerar— hay periódicos que pagan 35 pesos por nota publicada. ¿Cuántas notas necesita que le publiquen en un mes a un reportero para que pueda cubrir sus necesidades básicas? Saquemos las cuentas.
Esas condiciones no son nuevas y menos espontáneas, casuales. No. Son condiciones estructurales y sistemáticas. Nos atreveremos a decir —porque no hay un registro— que 80 por ciento de los periodistas en Guerrero no están contratados pese a que casi todos los medios reciben convenio de publicidad oficial.
Periodistas sometidos, cansados, agobiados, no pueden cuestionar, menos, fiscalizar el desempeño público de los poderosos. Informar a medias o mal informar es para lo que alcanza.
El modelo de financiamiento de la industria de los medios de comunicación en México está anquilosado. No responde a las necesidades de la vida pública del país. Se quedó atorado en el viejo —y perverso y oscuro—, pacto entre dueños de los periódicos, la radio, la televisión y, ahora, de los portales de internet y el poder.
En qué consiste este pacto: en el intercambio de favores. “Yo te doy dinero y tú te los gasta cómo quieras, a cambio me entregas tu líneas editorial. Tu silencio, tu complicidad y, de vez en cuando (mientras más seguido mejor), tus halagos”.
Este modelo funciona a la perfección en Guerrero. La mayoría, casi todos los medios de comunicación (con excepciones por supuesto) dependen del dinero que les da el gobierno a través de convenios publicitarios. Dicho de forma más clara: su principal cliente es el poder, al que deben vigilar, cuestionar, fiscalizar. Ninguno está dispuesto a darse un balazo en la mano. Ninguno.
El reparto del dinero es discrecional, arbitrario, no hay ningún criterio establecido. En Guerrero es tan discrecional que no se sabe de cuánto es el presupuesto del gobierno del estado en publicidad oficial. De igual forma en que los dueños de los medios de comunicación gastan ese dinero. No hay rendición de cuentas y nadie los obliga a transparentar el recurso público que reciben, que debería ser una obligación —más que legal— ética. Nadie los obliga, tampoco, a contratar a sus trabajadores, a darles prestaciones, días de descanso, vacaciones, aguinaldos, seguro social, derecho a la vivienda, retiro.
Los medios de comunicación se convirtieron en instituciones oscuras.
Mientras el silencio esté garantizado, nadie lo obligará a nada.
El modelo de financiamiento evidentemente debe de cambiar. Los directivos de los medios de comunicación —desde el más pequeño hasta el más grande— deben establecer convenios publicitarios de otra forma. Deben establecer una relación profesional, transparente, comercial, dejar de someter sus líneas editorial. Deben dejar de ser cómplices e instrumentos del poder para perpetuar el silencio.
Hace unos años, se acuñó la frase: “la corrupción mata”. Es muy cierta. Ahora nosotros la adecuamos al contexto de la relación entre los medios de comunicación y el poder: “el chayote mata”.
Esta violencia que vivimos con cotidianidad todos los pobladores tiene objetivos y beneficiarios claros: ejercer un control social, replegar a través del terror y el miedo la organización de los pueblos, para saquear fácilmente las riquezas del país: los minerales, las maderas, los ríos y el erario.
Para lograrlo necesitan del silencio.
De acuerdo con lo documentado por organizaciones de defensa de la libertad de expresión, los perfiles de las y los periodistas asesinados en los últimos años coinciden en por lo menos dos cosas: trabajaban en los estados e investigaban temas de corrupción de las autoridades locales.
En otras palabras: periodista que investiga, cuestiona, critica al cacique, al empresario, al líder sindical, al político, funcionario o al gobernante se convierte en incómodo, es alguien que estorba y alguien a quien buscan silenciar.
En Guerrero el silencio va ganando regiones completas. La Tierra Caliente es una de ellas. Ahí es imposible informar, criticar a los personajes públicos porque no hay certeza si el político es criminal o el criminal es político. Compañeros han optado por la autocensura.
En Chilapa muy pocos informan y la población tiene muy pocas opciones dónde informarse. Desde hace unos cinco años a este municipio no llega ningún periódico, no hay portales de noticias y apenas hay una radio o televisora Lo único certero es que se está estableciendo un silencio profundo.
En Iguala ocurre lo mismo. En 2021 siete reporteros y reporteras fueron desplazados porque fueron amenazados de muerte por criminales, aunque no se sabe si fue por cuenta propia o por órdenes de la clase política. Salieron sin dudarlo porque nadie les garantizó su seguridad. Algunos regresaron. Lo cierto es que ahora el silencio impera.
A esta lista se suma Taxco y también Zihuatanejo y Acapulco.
Al parecer quieren que a Chilpancingo se lo trague el silencio.
Permitirlo sería un gran riesgo, una gran derrota para todos. Para periodistas y para la sociedad. No sólo porque Chilpancingo es la capital, sino porque aquí se concentra gran parte de los reporteros, de los reporteros más críticos, combativos.
Debemos reaccionar —otra vez todos: periodistas y sociedad— porque las señales ya están ahí. Comenzaron con el hostigamiento y amedrentamiento: en el último año se metieron a las viviendas de por lo menos cuatro reporteros a robar exclusivamente su equipo de trabajo: computadoras, cámaras fotográficas, celulares. Luego vino el intento de desacreditar el trabajo de compañeros y amenazas en las redes sociales. Lo último fue el ataque armado.
Este ataque trastocó al gremio periodístico. Hay temor, hay zozobra. No sabemos si estos cuatro compañeros regresan a las calles a reportear y si lo hacen de forma. Con la misma confianza, no. El mensaje fue contundente con efectos expansivos.
Por eso debemos hacer algo, los reporteros y reporteras no podemos dejar de pasar ninguna agresión por muy pequeña que sea. Debemos organizarnos mejor y de forma permanente, porque permanentes son los ataques y las agresiones.
Reaccionar a cada ataque no es suficiente, debemos buscar cómo prevenir, cómo protegernos y no esperar hasta que vuelvan atacar al siguiente.
En estos días, lo platicamos con otros reporteros: que tanto los compañeros de Taxco como los de Chilpancingo tuvieron suerte. Unos porque fueron liberados y los otros porque están con vida.
Pero, ¿Qué pasará cuando se nos termine la suerte?
Corremos el riesgo de convertirnos en estas dos palabras: desaparecidos y asesinados.
La sociedad también nos debe acompañar más. Sabemos que todos libramos batallas diarias por sobre ponernos de todo este contexto adverso que vivimos. Pero los ciudadanos también deben proteger la información, porque al final eso es lo que más les molesta a los que quieren silenciar: que los ciudadanos tengan información disponible, útil para tomar sus decisiones.
El llamado es que los ciudadanos apoyen a los reporteros y reporteras y a los medios de comunicación que les parezcan que están haciendo un trabajo que aporte la discusión pública, a la defensa de los derechos humanos, la democratización de la vida pública, a la rendición de cuentas, que ayude a potencializar sus voces y sus demandas.
También que quede claro: con violencia no ganaran la discusión pública. Podrán amedrentar, corromper pero siempre habrá periodistas valientes, comprometidos y decididos a combatir el silencio.
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