—¿Cómo llegan los países de América Latina a la COP28?
28 noviembre, 2023
Este jueves comienza la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. En entrevista, Enrique Maurtua, consultor en política climática y quien durante 20 años ha participado en las COP, asegura que el poco financiamiento para la acción climática “ha llevado a que los países deban demostrar que son los suficientemente pobres o vulnerables para merecer los recursos disponibles”
Texto: Thelma Gómez Durán / Mongabay
Fotos: Mongabay
CIUDAD DE MÉXICO.- Altas temperaturas que rompen récords, una sequía que golpea los ríos y la vida de la Amazonía, incendios de magnitudes no vistas antes en Europa o Canadá, huracanes que aumentan su capacidad de destrucción en unas cuantas horas y que convierten en un lugar de escombros a una ciudad turística, como Acapulco, en el Pacífico mexicano. Cada vez son más recurrentes las alertas que se prenden para recordar que uno de los grandes retos que tiene la humanidad ante sí, el cambio climático, no es atendido con la urgencia que se requiere.
Y así lo confirman también informes científicos y de la Organización Meteorológica Mundial que muestran que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen sin disminuir, todo lo contrario, continúan al alza.
Es en este escenario que, entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre, en los Emiratos Árabes Unidos se realizará la 28ª Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Durante esta reunión, los representantes de más de 190 países culminarán el primer balance global (Global Stocktake) de las metas establecidas en el Acuerdo de París.
El informe técnico del primer balance global, presentado en septiembre pasado, destaca que no se está avanzando para lograr una de los retos más imperiosos de la actualidad: limitar el calentamiento global a 1.5 grados.
Para hablar sobre los temas que se tratarán durante la COP28, el papel que tendrán los países de América Latina y lo que se espera de esta reunión, Mongabay Latam entrevistó al consultor en política climática Enrique Maurtua Konstantinidis, quien además de seguir de cerca las negociaciones durante las últimas 20 conferencias, participa en el Independent Global Stocktake para América Latina y el Caribe y en la coordinación del Grupo de política internacional del Global Gas & Oil Network.
Maurtua menciona que entre los grandes desafíos que tendrá la COP28 están el avanzar en acciones para abandonar los combustibles fósiles en forma progresiva, así como destrabar el tema de financiamiento para la acción climática, ya que los países no han cumplido con sus compromisos y no existen los recursos suficientes. “Lamentablemente, para poder acceder a los recursos, uno tiene que demostrar que es lo suficientemente pobre o vulnerable para merecerlo. Se está volviendo como Los Juegos del Hambre. Mientras los recursos son pocos, nos matamos entre los (países) pobres para ver quién es más pobre o más vulnerable”.
—Un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial advirtió que en 2022 se tuvo un récord en las concentraciones de gases de efecto invernadero, ¿ese dato sería una muestra de que casi 30 años de Conferencias de las Partes (COP) no han servido de mucho?
—Hace 20 años que sigo las negociaciones y creo que sí han servido y de mucho. Claramente lo que se hace no es suficiente. Los tiempos de los acuerdos multilaterales son muy distintos, mucho más lentos y no van alineados con la urgencia que requiere la acción climática. Eso es una realidad. De ahí a decir que no sirven para mucho, no sería lo apropiado. Hoy tenemos instalado el tema del cambio climático y de transición energética; eso, en gran parte, tiene que ver con que existe un Acuerdo de París.
—El informe técnico del balance sobre el Acuerdo de París, presentado en septiembre, señala que el mundo no está caminando para alcanzar los objetivos del acuerdo. Ante ese panorama, ¿qué se espera de la COP28?
—El balance global es un proceso que empezó hace dos años. Ya sabíamos, por los reportes del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), que lo que se está haciendo no es suficiente. Cuando lo contrastamos con los objetivos del Acuerdo de París —limitar la temperatura, estabilizar las concentraciones de gases, aumentar la resiliencia y alinear los sistemas financieros— vemos que está claro que no estamos en esa línea.
Hace una semana, salió el reporte de la convención sobre las NDC (Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional) y vuelve a señalar que, aunque algunas se actualizaron, todavía no nos llevan a cumplir con el objetivo de limitar el aumento medio de la temperatura mundial por debajo de 1.5 grados. Eso lo sabíamos.
Ahora lo que tiene que hacer el Global Stocktake o balance global es dar las señales para que en la próxima ronda de NDC sí se alineen con los 1.5 grados.
Este Global Stocktake tiene dos objetivos: uno es informar la próxima ronda de NDC y, por otro lado, reforzar la cooperación internacional. Esto último es la segunda pata que muchas veces la gente olvida. El balance global no se termina con solamente decir “no estamos haciendo lo suficiente”, tiene que dar señales y eso es lo que tienen que negociar los países.
—¿Qué sería lo más deseable que suceda durante la COP28?
—Para tener una COP28 que envíe mensajes claros al mundo tienen que ocurrir varias cosas. Una de ellas es que, ya sea en el balance mundial o en otra de las negociaciones de la conferencia, tiene que existir un claro mensaje de que hay que abandonar todos los combustibles fósiles en forma progresiva, en el marco de responsabilidades comunes diferenciadas; entendiendo que las capacidades y los recursos de los países no son los mismos. No es lo mismo abandonar toda una economía que depende del petróleo, como es el caso de Arabia Saudita o Emiratos Árabes, como lo puede llegar a hacer Nigeria o Ecuador. Eso tiene que venir acompañado de soluciones. Por ejemplo, triplicar la potencia de energías renovables y duplicar la eficiencia energética.
Otro punto muy importante es el Fondo de Daños y Pérdidas que se creó durante la COP27, y que la promesa es que este año tiene que estar más o menos definido cómo va a funcionar. Idealmente, tendrían que aparecer las promesas de aportaciones de los países más desarrollados. Otro tema en el que se espera un avance es en el objetivo global de adaptación, en tener un marco que permita medir el progreso en esta área.
Se deben tener avances en definir nuevas metas de financiamiento, mandar mensajes que realmente alienten a los países a aportar el dinero que no se aportó. Hay una deuda muy grande que tienen los países más desarrollados con el sur global, sobre financiamientos para cambio climático y ni hablar para la parte de adaptación.
El mundo en desarrollo condiciona bastante la acción climática a la parte de financiamiento, porque es lo que dice la convención de cambio climático, que toda la transición tiene que estar financiada por los países más desarrollados.
Esas son las claves de toda la negociación climática de siempre.
—¿Cómo llegan los países de América Latina a la COP28?
—La región llega bastante alineada, sobre todo cuando hablamos de temas de financiamiento y adaptación. Durante mucho tiempo varios bloques latinoamericanos no negociaban en conjunto, eso generaba que los países no tuvieran posiciones comunes y que fueran, incluso, opuestas en algunos casos. Eso cambió. En los últimos años hubo un acercamiento más notorio del bloque ABU (Argentina, Brasil y Uruguay) con las naciones de AILAC (Colombia, Costa Rica, Panamá, Guatemala, Honduras, Paraguay, Perú y Chile). Eso ayuda mucho a que varios países de América Latina empiecen a trabajar juntos, sobre todo en esos dos temas: financiamiento y adaptación. No significa que el continente esté unido, pero en esos dos temas van bastante alineados, porque hay un riesgo que es real. A mi me gusta decir que América Latina es como la clase media del mundo, no tiene los niveles de pobreza que pueden tener otras regiones, como África, y los países no tiene los niveles de desarrollo como para poder resolver el asunto solos. En esta historia, Latinoamérica pierde. Cuando los recursos son escasos, la región se queda en una situación desfavorable, porque no tiene los niveles de los países más pobres que van a reclamar recibir ese dinero primero.Es por eso que para Latinoamérica es muy importante que el financiamiento sea el adecuado, porque sino se queda afuera.
—¿Se espera que algún país latinoamericano tome un liderazgo especial?
—Puedo destacar a tres países. Colombia, con las determinaciones del presidente Gustavo Petro en materia de transición energética justa y de abandono de los combustibles fósiles, claramente tiene un liderazgo en eso.
Argentina es un país que tiene negociadores que son muy vocales en materia de adaptación; son quienes llevan ese tema por el grupo ABU.
Y no se puede ignorar que, como Brasil va a tener una agenda internacional muy intensa en los próximos años, se posiciona como un jugador clave en este escenario internacional. Brasil, el año que viene, va a presidir el G20 y en el año 2025 va a presidir la COP y el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
A Brasil le conviene que haya progresos en esta COP28. Todo lo que no se progrese, Brasil lo va a heredar para el 2025.
—¿Qué se juega América Latina en la COP28?
—Latinoamérica siempre se juega el seguir estando con una presencia destacable en la negociación. América Latina no tiene los niveles de pobreza ni de vulnerabilidad que se puede ver en las islas o en África. Y eso, lamentablemente, le juega en contra en un escenario en donde no hay suficientes recursos puestos sobre la mesa. Es una triste realidad.
Lamentablemente, para poder acceder a los recursos, uno tiene que demostrar que es lo suficientemente pobre o vulnerable para merecerlo. Se está volviendo como Los Juegos del Hambre. Mientras los recursos son pocos, nos matamos entre los pobres para ver quién es más pobre o más vulnerable. Es tristísima la lógica.
Si estuvieran todos los compromisos y recursos que deberían de estar hasta el día de hoy, la conversación sería otra. No tendríamos que pensar quién se merece recibir el dinero primero.
En la Convención de Cambio Climático, uno pide 100 mil millones de dólares allá, miles de millones aquí, miles de millones acá. Eso suena a que es un montón de dinero. Sin embargo, estalla la guerra en Ucrania y estalla la guerra en la Franja de Gaza y ahí los números son de trillones de dólares y los países no dudan ni un segundo. De la noche a la mañana aparecieron trillones de dólares para eso y para la pandemia de COVID-19, y este último caso lo menciono para contrastar, no porque esté en desacuerdo. Para combatir el cambio climático, estamos pidiendo millones de dólares y nos ponen escusas. Y, encima, nos tenemos que pelear para ver quién es más pobre o vulnerable para recibirlos primero.
—En la COP28, ¿hay esperanzas de destrabar el asunto del financiamiento?
—La verdad es que el contexto hace sumamente difícil que se avance, pero también es importante mencionar que las conversaciones sobre el nuevo objetivo de financiamiento y sobre el alineamiento de los flujos financieros son conversaciones que no están obligadas a cerrarse en esta COP. Por ello, en caso de que no se resuelva este tema, no podemos decir que será un fracaso.
Sin embargo, y ahí es donde empieza la parte compleja, el Global Stocktake (balance global) sí tiene que dar una señal sobre el tema financiero. Y ahí hay países que quieren focalizarse en todo lo que no se hizo y las deudas de las países desarrollados y estas naciones que dicen: “Hablemos del futuro, de alinear todos los flujos financieros y de que hay países que tienen que poner dinero a partir de ahora”. Esa conversación es la que se pone un poco difícil.
—Y mientras estas negociaciones no avanzan, muchas voces alertan que la ventana de oportunidad para actuar se está cerrando
—La ventana es pequeña. Estamos siempre frente a una situación de que el tiempo se acaba. Yo creo que estamos a tiempo de hacer cosas, claramente en cuanto más pasa el tiempo, más agresivas tendrían que ser las cosas que debamos realizar para solucionar el problema.
Cuando hablamos de todos las ventanas de oportunidad que se van cerrando, también tenemos que entender que no es que se viene el fin del mundo y vamos a desaparecer. Nos va a tocar vivir en una tierra más difícil. Nos va a tocar vivir impactos climáticos más fuertes, pérdidas económicas más grandes, desigualdades que conocemos más acrecentadas. Eso es lo que estamos poniendo en juego cada vez que nos atrasamos con el tema de la acción climática. Va a ver mucha más gente la que va a sufrir y la pobreza que conocemos va a ser más grande.
—Durante la COP27, varias organizaciones denunciaron que las empresas petroleras tenían tomada la conferencia, ¿esta COP28 tendrá un escenario similar?
—Seguro que se tendrá una importante presencia petrolera, sobre todo por que la convención la hospeda Emiratos Árabes. Quienes eso lo ven con una mirada positiva dicen que está bueno que estén sentados a la mesa y que vean que esto es una realidad. Y quienes no, señalan que estas empresas contribuyen a boicotear este proceso.
—¿Cómo lo mira usted?
—Tengo sentimientos encontrados con eso. Me gustaría pensar que, efectivamente, las petroleras van porque creen en ese cambio, pero cuando ves las posiciones de algunos países, te das cuenta que no es así. Países que expresamente dicen que no podemos hablar de combustibles fósiles en la conversación, porque aunque el combustible no se use para quemar, se va a seguir necesitando para producir plástico. Y cuando uno escucha eso se agarra la cabeza.
—Hasta ahora no hay señales de una disminución progresiva de los combustibles fósiles, lo que se promueve cada vez más son los mercados de carbono o conceptos como “carbono neutral” o “Cero Neto”. Para algunos, estas son falsas soluciones. ¿Cuál es su opinión?
—Antes que llegar a los mercados de carbono y a un montón de cosas, lo que se debería hacer es eliminar la generación de emisiones.
Los mercados de carbono intentan ser un incentivo para que los privados y los países reduzcan emisiones. Ahora, la realidad es que hay mucha gente que hace eso sólo para ganar dinero, no para reducir emisiones. Es un nuevo negocio. Es una nueva manera de generar dinero y ahí es donde está el problema.
La lógica del sistema es que te vendo bonos, tal y como lo hace Shell, por ejemplo, para después vender “aceite carbono neutral”, cuando la idea debería ser que no se produzca más aceite, no que sea “aceite carbono neutral”.
Uno empieza a ver que proliferan una cantidad de proyectos de bonos de carbono que, en muchos casos, son muy polémicos. Ni siquiera son reducciones de emisiones, por lo que no se compensa nada, sólo se hizo plata.
El mercado de carbono, técnicamente, no es necesario, porque lo que tienes que hacer es reducir emisiones y nada más.
—En esta COP28 el tema de la transición energética será clave. Comunidades indígenas de América Latina exigen que se de una transición justa. ¿Están dándose los pasos adecuados para que esto suceda?
—La convención decidió el año pasado tener un programa de trabajo de transición justa, el cual tiene que elaborar las maneras en que la transición, no sólo la energética, pueda ser abordada entre los países. El Acuerdo de París habla de transición justa en su preámbulo. Algunas negociaciones que vienen de más tiempo incluyen el tema de transición justa. Es un tema que tiene que estar en la COP, pero la implementación de eso, se tiene que ver en cada uno de los países.
La COP marca acuerdos globales que, después, los países tendrían que traducirlos en políticas públicas, en implementaciones, regulaciones y demás.
Por ejemplo, el Acuerdo de París requirió una reglamentación y después que los países lo implementen, pero todavía no está completamente operativo. Si hubieran cumplido con el financiamiento, estaríamos ya alineados con el Acuerdo de París y estaríamos en camino de estar atendiendo como se debe la transición y el tema de emisiones y de los impactos.
—Como testigo y partícipe de estas negociaciones internacionales durante 20 años, ¿cuál es su balance?
—Es un espacio sumamente importante, en donde realmente se ve mucho de la realidad de los diferentes países. Permite entender que no hay malos ni buenos. En general, en muchos casos, todos tienen razón. Y todos quieren, de alguna forma, cambios, pero hay contextos que hacen sumamente difícil que esos cambios se hagan realidad. Eso que lo hacen difícil tiene que ver con las dependencias económicas, las influencias y el poder político.
Este artículo fue publicado originalmente en Mongabay, aquí puedes consultarlo.
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