Al leer las observaciones que las mujeres feministas se hacían otrora, por lo menos unos 40 años atrás, es claro que las alianzas político-partidistas del feminismo no son una disyuntiva nueva, sino todo lo contrario; se trata de una cuestión de antaño e inacabada
Tw: @celiawarrior
Está de moda preguntarse si el feminismo puede ser de derecha. Está de moda también afirmar que el feminismo no puede ser de derecha. He escuchado debates superficiales, otros tendenciosos. Lo que creo es que valdría la pena reformular ideas. Es por eso que para esta y otras Igualadas, más que una opinión, tengo resultados exploratorios a una pregunta: ¿Puede el feminismo ser apartidista?
La búsqueda de posibles respuestas derivó en la revisión del Archivo Histórico del Feminismo del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), que compila cinco publicaciones feministas mexicanas creadas a partir de la década de 1970, para una exploración puntual: la relación del movimiento feminista con la izquierda en México.
Las anotaciones sobre las alianzas de organizaciones feministas con organizaciones de izquierda de aquella época, entre ellas las políticas-partidistas, son un primer vistazo a una posible respuesta. Resulta esclarecedor rescatar cómo se dieron algunos de esos vínculos, sobre todo a la luz del presente político-electoral del país y una aparente disputa encabezada —también, en apariencia— por contrincantes mujeres.
Al leer las observaciones que las mujeres feministas se hacían otrora, por lo menos unos 40 años atrás, es claro que las alianzas político-partidistas del feminismo no son una disyuntiva nueva, sino todo lo contrario; se trata de una cuestión de antaño e inacabada.
En Feminismo y organizaciones políticas de izquierda en México, Marta Lamas señaló que “la buena relación [del feminismo] con una parte de la izquierda” sucedió a partir de 1975. Esto no se trató de una coincidencia por el Año Internacional de la Mujer, sino una reacción: “El desarrollo del feminismo a nivel internacional llevó a ciertas organizaciones políticas, en especial a las trotskistas, a asumir planteamientos feministas como parte de sus tesis sobre la mujer. Por eso en México el primer grupo que retoma esta línea es el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT)”, apuntó Lamas en el artículo publicado en 1981, en la Revista fem.
Anteriormente, la relación entre las feministas e izquierda venía siendo “tensa” como la definen en el episodio “El nuevo feminismo y las tensiones con la izquierda” del podcast Archivo General de los Feminismos en México. Este mismo recupera una crítica a la izquierda ortodoxa de la socióloga uruguaya Teresita De Barbieri, publicada también en la Revista fem., digna de enmarcarse y regalarse a cualquiera que pretenda colgarse del feminismo y hablar del “tiempo de las mujeres»:
“Las organizaciones políticas de la izquierda no han comprendido el problema político de la mujer […] La preocupación mayoritaria del feminismo es hoy una transformación radical en las estructuras del poder. Una nueva forma de poder en todos los niveles de la sociedad, basada en el consenso y no en la coerción y el autoritarismo […] La corriente mayoritaria del feminismo retoma la vieja tradición revolucionaria […] la que nos enseña que todo puede y debe ser cuestionado, la que nos indica que si un sector se expresa, organiza y lucha, es necesario estudiar y analizar por qué lo hace y no aplicarle etiquetas o desconocerlo.”
Pero, de vuelta al momento de “la buena relación”, dos momentos fueron clave: en 1976, con la creación de la Coalición de Mujeres Feministas, y en 1979, con el Frente Nacional por la Liberación y Derechos de las Mujeres (FNALIDM).
Derivado de “la concepción de que en América Latina el feminismo tiene ineludiblemente que estar ligado con las luchas de las clases explotadas y oprimidas de una manera más evidente de lo que está en Europa o Estados Unidos […] hemos hecho un trabajo para que la izquierda nos acepte y “avale” nuestra posición”, expone Lamas.
Sin embargo, aún cuando existieron grandes esfuerzos por concretar alianzas, también hubo una preocupación por mantener separadas las agendas y generar “un amplio movimiento de mujeres” apartidista.
Las integrantes de la Coalición de Mujeres Feministas “veían como un problema la doble militancia”, analiza el podcast. Al grado que uno de sus proyectos de estatutos puntualizaba su definición como agrupación de izquierda, “entendida la izquierda como una actitud práctica y teórica de cuestionamiento del sistema vigente y la lucha por el cambio”, pero no en el sentido de partido político.
Así las integrantes blindaron a la Coalición de Mujeres Feministas de partidos políticos. Aunque luego se integrarán al FNALIDM y comenzará una nueva relación entre el feminismo y la izquierda partidista, otro momento clave para la próxima Igualada…
Periodista
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