23 julio, 2023
Alicia Hopkins, profesora despedida injustificadamente de la universidad privada, habla sobre el precedente que representa ganar la demanda para la defensa de los derechos laborales de profesores precarizados
Texto: Isabel Briseño
Foto: Cortesía
CIUDAD DE MÉXICO.- Bajo la llamada figura de flexibilidad laboral, los empleadores de instituciones educativas como el Claustro de Sor Juana atentan contra la estabilidad laboral de profesores.
Durante los últimos años se ha observado a profesores y profesoras de distintas universidades, tanto privadas como públicas, poner el acento sobre la precarización laboral.
Es una tendencia común en el país que a los profesores y profesoras de asignatura no se les considere como trabajadoras y trabajadores, situación que los pone en una situación laboral vulnerable.
Un ejemplo es el de la profesora Alicia Hopkins Moreno, quien en febrero de este año inició una demanda en contra de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ) por despido injustificado.
Las autoridades le dieron la razón a Alicia, pues la titular del séptimo tribunal laboral de asuntos individuales de justicia de la Ciudad de México determinó que, efectivamente, a la profesora le violaron sus derechos laborales.
La denuncia de la profesora Alicia se suma a las que se han dado desde la UNAM, la UAM y desde muchos otros espacios educativos debido a la precarización laboral de los profesores y las profesoras de asignaturas.
La institución educativa señaló que la profesora Alicia Hopkins no era trabajadora, si no prestadora de servicios profesionales, hecho que se logró acreditar como falso.
“Estar trabajando 10 años para una universidad y que no tengas ni lo mínimo como ser derechohabiente es algo inhumano y va en contra de los de los derechos laborales, de la esencia del derecho del trabajo. Lo que ocurre en la universidad es una simulación laboral por parte de la institución y no sólo ocurría con la profesora Alicia Hopkins sino que es una práctica muy común”, señala Jesús Emanuel Beltrán, representante legal de Hopkins.
De acuerdo con el abogado Belltrán, en su declaración, la rectora asumió como una práctica muy común el extender contratos de prestación de servicios a los profesores que terminan con la conclusión del ciclo escolar.
Gracias a la relación laboral que el despacho Larios, Alejo y Beltrán abogados pudo comprobar entre la profesora y la universidad del Claustro de Sor Juana, la universidad está obligada a pagar una indemnización, salarios caídos, horas extras y prestaciones. Pero también, y lo más importante, que la trabajadora sea inscrita ante el IMSS, derecho que la profesora no tuvo durante los 10 años que trabajó para la institución.
Beltrán señala que desafortunadamente son muchas las empresas del gobierno y del sector privado que ocupan esta estrategia jurídica.
Lo que pretenden, analiza, es simular una relación de la naturaleza civil cuando en realidad cumplen las características de trabajadores: lo hacen para evadir sus obligaciones laborales y de Seguridad Social.
“Esta sentencia también le permite a la planta docente del Claustro de Sor Juana reconocer que esta institución tiene esta práctica sostenida de violación a los derechos laborales y que es necesario organizarse. Es a partir de la organización y a partir de estas demandas laborales que se consigue justicia”.
Este tipo de resoluciones es fundamental en la organización por parte de los profesores para que defiendan sus derechos y pelear lo que es suyo, dice Kopkins.
La defensa de Hopkins señala que gracias a que experimentaron el nuevo procedimiento laboral, en menos de un año obtuvieron la sentencia.
Antes del nuevo sistema de justicia, un juicio laboral en la Ciudad de México tardaba en promedio entre 4 y 6 años. Debido a esas demandas largas y desgastantes, muchas personas desistían de éstos procedimientos.
“La conclusión es que hay que defender y hay que pelear, hay que luchar por nuestros derechos porque no van a luchar otras personas por nosotros”, dice Hopkins.
Alicia indica que hay otros seis casos de profesoras y profesores que ya no fueron contratados de nuevo por expresar su inconformidad.
En el proceso de conciliación, le propusieron a la profesora regresar a dar clases con media plaza, lo que implicaba el doble de horas de trabajo y la mitad del salario.
Alicia a su vez propuso un proceso de diálogo y acuerdos de justicia restaurativa que involucraran a todas las partes que fueron afectadas, desde el estudiantado hasta el profesorado que fue despedido. Las autoridades del Claustro no aceptaron esta medida.
“Es inaudito que un colegio de derechos humanos y gestión de paz que está formado bajo el principio de la resolución alternativa de los conflictos, que tiene clínicas de mediación, que tiene clases sobre mecanismos alternativos de resolución de conflicto, que habla sobre la paz, se oponga a un proceso de justicia restaurativa”.
Para la profesora, el Claustro tiene la oportunidad de enmendarse a sí mismo: “Implica un costo político grande pero necesario: reconocer que hay una violación de derechos laborales en una institución que se dice defensora de los derechos humanos. Reconocer los errores y cumplir las deudas que tengan también con el resto del profesorado, a quienes se les ha tratado de de esta misma manera, puede hacer que la institución mejore, que sea un espacio más seguro tanto para la planta docente como para los estudiantes».
La sentencia aún debe revisarla un tribunal colegiado, luego de que la Universidad del Claustro de Sor Juana se amparara contra la misma. De acuerdo con el abogado, será a finales de este año o a principios del otro cuando se conozca si se le concede o no el amparo a la universidad.
Alicia Hopkins da un mensaje final:
«A mis estudiantes primero les agradecería por no haberme dejado sola. Por todos los mensajes y las muestras de apoyo y de solidaridad que tuvieron conmigo durante estos meses. Les diría que estoy muy orgullosa de ellas, de ellos y de elles por todas las protestas y las manifestaciones de inconformidad que hicieron en el Claustro de Sor Juana y en distintos medios, porque algo que aprendimos, y que aprendimos juntas, juntes en ese colegio, es que para hacer valer nuestros derechos humanos, necesitamos levantar nuestra voz y ellas, ellos, elles lo hicieron.
A pesar del amedrentamiento que enfrentaron, de las amenazas y de la represión que enfrentaron por las autoridades del Claustro de Sor Juana de quitarles becas, de expulsarles del colegio o hasta de cerrar la propia licenciatura, (los estudiantes) no se rindieron. Al final este también es un triunfo colectivo, es un triunfo nuestro que me va a permitir a mí alcanzar justicia, pero también sienta un precedente para la organización estudiantil en el Claustro y es muy importante que reconozcan su valentía, su fortaleza y los alcances que tiene organizarse y luchar por lo que consideran que es justo».
Nunca me ha gustado que las historias felices se acaben por eso las preservo con mi cámara, y las historias dolorosas las registro para buscarles una respuesta.
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