Hay que festejar que terminó la pandemia, que para muchos de nosotros fue una época de duelos y soledades, mientras que para tantos otros fue de desesperación, de riesgo, de vulnerabilidad total. También hay que aprovechar las lecciones que nos deja para apuntar hacia una nueva economía, para proyectarla, para imaginarla y para construirla
Tw: @eugeniofv
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dicho que da por terminada la pandemia de COVID 19 que tantos dolores causó al mundo durante los últimos tres años. La pandemia y el encierro nos mostraron la dimensión y rapidez que pueden tener algunas medidas para beneficio del medio ambiente, pero también las enormes reticencias al cambio que hay en todo el planeta.
Apenas empezaban los encierros para evitar que el coronavirus matara a todavía más personas, cuando pudimos ver el impacto tan brutal y positivo de reducir las actividades humanas. En China, por ejemplo, ciudades enteras pudieron ver los cielos azules por primera vez en décadas —aunque científicos advirtieron de que otros contaminantes seguían peligrosamente altos y en la Ciudad de México inclusive se siguieron registrando contingencias—. De hecho, las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron por primera vez en este siglo hasta ubicarse, en 2020, más de 5 por ciento por debajo de las emisiones de 2019, y varios grupos científicos se apuraron a señalar que ésa es justamente la tasa de reducción que tiene que registrarse, pero en forma sostenida, por mucho tiempo.
La mala noticia es que, en cuanto hubo oportunidad de reactivar la economía, los países redoblaron su apuesta por el statu quo, postergaron de nuevo las transformaciones urgentes y la necesidad de cambiar nuestra concepción de la economía y de las metas de las políticas públicas quedaron, otra vez, en veremos. Al final, las emisiones de gases de efecto invernadero alcanzaron un nuevo récord en 2022 y su tasa de crecimiento apenas se ralentizó.
Con todo, hay lecciones importantes por aprender. La primera, que nos deja el hecho de que las penurias de las familias no fueron solamente de salud, sino muy notablemente para poder sobrevivir con las economías detenidas, es que un nuevo mundo no se construye de la nada. Para superar esta etapa económica tan funesta que vivimos hay que proyectar otra nueva que permita a las familias poner comida sobre la mesa y techo sobre sus cabezas.
Para ello la pandemia también nos dejó grandes lecciones: las sociedades necesitan cuidarse mejor a sí mismas, y ahí hay enormes oportunidades económicas. No se trata solamente —aunque, obviamente, también se trata de eso— de mejorar la capacidad de hospitales y clínicas, sino también y sobre todo de que necesitamos abrir espacio para los cuidados de los más vulnerables de entre nosotros, tanto en lo personal como en lo social. Sacar los cuidados a la luz, invertir en ellos tiempo, dinero y trabajo público de fomento y regulación no es solamente una urgencia social, sino también ambiental: la economía de cuello rosa puede generar muchos empleos y mucho bienestar, sin tener prácticamente ningún impacto ambiental. Así pasó en la pandemia: nos volcamos a cuidarnos, y ganamos cielos azules.
Esto no ocurre de gratis, pero recursos hay, y muchos. Los enormes excedentes de capital que amasaron los más ricos durante la pandemia, y los que están amasando todavía aprovechando las altísimas tasas de interés que benefician a sus áreas financieras, terminarán acumulándose de las formas más destructivas posibles. En cambio, si se les pusiera una mínima tasa fiscal, si aumentara su contribución a las arcas públicas, los Estados contarían con grandes recursos con los que financiar, entre otras cosas, esas tareas, que incluyen también, por ejemplo, las culturales y educativas.
Hay que festejar que terminó la pandemia, que para muchos de nosotros fue una época de duelos y soledades, mientras que para tantos otros fue de desesperación, de riesgo, de vulnerabilidad total. También hay que aprovechar las lecciones que nos deja para apuntar hacia una nueva economía, para proyectarla, para imaginarla y para construirla.
Consultor ambiental en el Centro de Especialistas y Gestión Ambiental.
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