Si el germen del feminismo popular está en la importante y definitiva participación de las mujeres en frentes masivos o movimientos populares mixtos en México y América Latina; el detonante fue que las integrantes de estos movimientos comenzaron a identificar las opresiones específicas que les atravesaban —sin dejar de lado las opresiones en común con los varones
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Una de las oficinas administrativas de la Comisión de Atención a Víctimas de la Violencia (CEAV) permanece tomada desde el 17 de marzo pasado por el Movimiento por la Verdad y la Justicia de Familiares de Personas Desaparecidas de la ‘Guerra Sucia’ de los años 60, 70 y 80. Resulta una toma particular porque quienes integran este colectivo son en su mayoría personas adultas mayores. Lo que ya no es tan extraño es que, si uno mira de cerca y por dentro la organización de la protesta, quienes se encargan principalmente de las labores de aseo y en la cocina son las mujeres. Entonces, quienes sostienen —en el más bello sentido de la palabra— esta toma, son ellas.
Sirva este ejemplo solo para señalar la continuidad de la división sexual del trabajo dentro de los movimientos sociales, una discusión interesantísima que aparece en uno de los episodios del podcast Archivo general de los feminismos en México al que regresé el oído para realizar esta especie de mini reseña.
Durante el episodio en cuestión, Gabriela Cano Ortega, doctora en Historia y coordinadora del podcast, y Saúl Espino Armendáriz, también investigador del Centro de Estudios de Género del Colegio de México, desarrollan el cruce entre las luchas de movimientos populares y el feminismo en los años 80. Porque para entender cómo el feminismo “se transformó” en esos años de un activismo de mujeres con acceso a la educación a un movimiento amplio, es necesario mencionar la clave: la inclusión en la agenda feminista de las problemáticas de mujeres que no pertenecían a la élite económica, social y cultural.
A este proceso se le conoce como el movimiento popular de mujeres. Luego, explica Espino, es dentro de este movimiento que se gesta el feminismo popular.
Si el germen del feminismo popular está en la importante y definitiva participación de las mujeres en frentes masivos o movimientos populares mixtos en México y América Latina; el detonante fue que las integrantes de estos movimientos comenzaron a identificar las opresiones específicas que les atravesaban —sin dejar de lado las opresiones en común con los varones.
En el podcast mencionan a colonas de asentamientos populares, madres y jefas de familia de bajos ingresos, mujeres indígenas, campesinas, obreras, trabajadoras del hogar, que participaron en movimientos populares que tuvieron como origen la precarización social, provocada por las crisis económicas y reformas del Estado que disminuyeron el gasto público desde los años 70.
En los años 80 las mujeres se convirtieron en el centro de los movimientos sociales. Pero, sucede que en la lucha social también se reprodujo la división sexual del trabajo. ¡Din! Primera coincidencia con la realidad actual.
Entonces —como ahora— ellas sostenían la vida —en la enorme extensión de la palabra— con su trabajo de cuidado y otras labores domésticas no remuneradas. Y esto de ser vistas como “responsables directas” de la “subsistencia familiar” las llevó a organizarse localmente, por ejemplo, para exigir a los gobiernos servicios básicos: agua potable, drenaje; o contra la carestía de alimentos.
Sin embargo, en los movimientos populares los líderes solían ser los varones, a pesar de la amplia e importante participación de ellas y de que el objetivo de las luchas populares era la justicia social. ¡Din! ¿Otra coincidencia?
Identificaban las opresiones compartidas con los varones, pero también las exclusivas. Así que comenzaron a organizar espacios en donde podían discutir la política de las mujeres. Esta fue toda una novedad en las organizaciones populares y así surgió el feminismo popular, explica Cano.
Mientras, Espino menciona un trabajo previo, en los años 70, de politización de feministas religiosas, vinculadas a la teología de la liberación, en grupos eclesiásticos de base: espacios en donde mujeres de sectores populares se reunían y discutían sobre problemas comunitarios, identificando así patrones comunes. Esto es similar, precisa, a lo que sucedió en los espacios de auto conciencia feminista.
La creación de esos espacios exclusivos permitió a las mujeres detectar que ellas no recibían la misma paga por el mismo trabajo, que se les violentaba sexualmente, que se les exigiera ser solteras o no embarazarse y todo ello y más era “parte del sistema de opresión de las mujeres”.
En el movimiento popular de mujeres de los 80 destacaron las colonas, líderes comunitarias de asentamientos urbanos irregulares. En México su movilización fue fundamental en la lucha por la vivienda digna y uno de los grupos más grandes e importantes de mujeres era el de Coordinadora Nacional del Movimiento Urbano Popular (Conamup). En 1983, en Durango, tuvieron el primer Encuentro Nacional de Mujeres del Movimiento Urbano Popular, en el plantearon que “la liberación social no será posible sin la liberación de la mujer”.
Las costureras y sus sindicatos autónomos lideraron la movilización de las obreras. Y las trabajadoras del hogar también comenzaron a organizarse, crearon cajas de ahorro y redes de apoyo para conseguir trabajos con mejores condiciones. En 1988 celebraron el primer Encuentro de Trabajadoras del Hogar de América Latina y el Caribe.
Las campesinas de la Coordinadora Nacional Plan de Ayala organizaron mesas de mujeres para el reconocimiento de su trabajo y en las luchas. En ellas llegaban a participar mujeres indígenas y los historiadores las consideran el origen de la importante Ley Revolucionaria de las Mujeres del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que vino a defender la autodeterminación como un derecho de todas.
Periodista
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