18 abril, 2023
¿Qué trabajo hizo el expresidente José López Portillo para la agencia de investigaciones de Estados Unidos? La revelación de que él y otros expresidentes fueron informantes de la CIA en el contexto de la Guerra Fría no asombra, dice en entrevista la periodista Laura Castellanos, autora del libro México Armado
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Tomada de wikipedia
CIUDAD DE MÉXICO. – 27 de noviembre de 1976: S.D. Breckinridge envía un memorándum a las oficinas de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA).
En el documento, que apenas y rebasa las tres páginas, el agente detalla el seguimiento de una investigación contra Lee Harvey Oswald, acusado en ese entonces de asesinar al expresidente estadounidense John F. Kennedy. Oswald, al parecer, estaba en México, y la CIA le siguió los pasos.
El motivo de las comunicaciones era discutir si el gobierno estadounidense podía hacer públicos los archivos de su investigación contra el asesino de Kennedy. Pero el memorándum del agente encerraba un problema mayor: comprometer las instalaciones y operaciones de la CIA en el país, y con esto, a sus informantes.
Breckinridge, tras consultarlo con su equipo, lo escribe claro:
“Bill Strubitts [presunto agente de la CIA en México] señaló que México pronto tendrá un nuevo presidente, un hombre que ha tenido el control de enlace durante varios años. Se puede esperar que no vea con buenos ojos la publicidad de esa relación”.
Memorandum de la CIA, 1976
Cuatro días después, el 1 de diciembre de 1976, aquél político que podría incomodarse con la publicidad de esa información asumiría la presidencia de la república. El hombre era José López Portillo.
“Esta revelación que hacen documentos desclasificados que señalan a López Portillo como informante de la CIA, pues es nueva, pero no asombra”, dice en entrevista la periodista y autora del libro México Armado, Laura Castellanos.
¿Por qué? Laura explica:
“Se sabe el asesoramiento [al gobierno de México] que dio la Agencia [CIA] en estrategias contrainsurgentes, particularmente en los 60 y en los 70, a través de la Dirección Federal de Seguridad”.
Laura Castellanos
El fin de la Segunda Guerra mundial marcó el inicio de la polarización del mundo. Por un lado, la URSS y el pensamiento socialista habían demostrado su fuerza y la capacidad de vencer, y cada vez había más pueblos que militaban por esa causa, dispuestos a tomar el cielo por asalto. Por el otro, el asenso y consolidación del imperialismo norteamericano expandía sus redes al tercer mundo, afianzando su dominio económico, pero también ideológico y político.
Para los Estados Unidos, que proyectos políticos con el comunismo por bandera avanzaran posiciones no resultaba favorable a sus intereses. Por eso, dedicó todas sus estrategias y recursos para combatirlos. Su brazo ejecutor: la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
“Recordemos el contexto de esa época, que después de la segunda guerra mundial el gobierno de Estados Unidos desarrolló una estrategia global que partió, que polarizó al mundo en dos. Y que por supuesto impactó directamente al Estado mexicano. En 1947 el gobierno de Estados Unidos creó la CIA, y a la par el gobierno mexicano creó la Dirección Federal de Seguridad (DFS)”, narra Laura Castellanos.
Era el gobierno de Miguel Alemán Valdés, y la urgencia de eliminar la subversión en el país lo motivó a crear la DFS. Su objetivo, principalmente, se centró en combatir los remanentes de la lucha zapatista que aún se movilizaba en el sureste mexicano, encabezados por figuras como Rubén Jaramillo.
Después llegaron los 50, y lo que parecía una desconexión entre esfuerzos sindicales y agraristas, comenzó a nutrir programas políticos que, más allá de la democratización y la ampliación de derechos, sentaba las bases de un nuevo proyecto de nación y disputaba el control del Estado. El movimiento se hizo partido, con bases sociales firmes y combativas.
El gobierno parecía verse rebasado, y después de que la devaluación de 1954 comenzara a trastocar la economía del pueblo, provocando su movilización en masa, llegó la represión.
Los asesinatos y encarcelamientos extrajudiciales contra trabajadores movilizados durante el sexenio de Adolfo López Mateos. Así como el asesinato de Rubén Jaramillo y las masacres del 68 y el halconazo dan cuenta de esto.
Los artífices: el ejército mexicano y la Dirección Federal de Seguridad, instituciones nutridas de cuadros formados en la Escuela de las Américas, una academia de contrainsurgencia inaugurada en 1946, operada por el ejército norteamericano y la CIA, donde se instruyó a militares y policías de la región en tácticas para desarticular a la oposición de sus países y “combatir el comunismo”.
De acuerdo con el informe histórico de la Fiscalía Especial para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado (Femospp) durante 40 años (1953 – 1996) México mandó a cerca de mil efectivos militares a formarse en esta academia.
Muchos de ellos integraron la DFS y lo que después se conocería como “las brigadas blancas”, un grupo paramilitar encargado de exterminar a la disidencia política del país.
“Recordemos que recientemente otros documentos desclasificados del gobierno de Estados Unidos también señalaron a los tres presidentes que antecedieron a López Portillo como informantes también de la CIA. Me refiero a Echeverría, Díaz Ordáz y a López Mateos”, recapitula Castellanos.
Particularmente, bajo el mandato de estos tres expresidentes, la contrainsurgencia en México cobró otro sentido: uno más profundo y generalizado.
Al frente de esta estrategia, dos nombres resuenan hondo: Miguel Nazar Haro y Fernando Gutiérrez Barrios.
Uno, Nazar Haro, nombrado titular de la DFS en el sexenio de Luis Echeverría. El otro, Gutiérrez Barrios, ex titular de esta misma Dirección durante el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz. Los dos, reconocidos en documentos de la CIA como informantes y colaboradores.
“Es importante recordar que López Portillo ratificó a Nazar Haro en la subdirección de la Dirección Federal de Seguridad, y a Fernando Gutiérrez Barrios en la subsecretaria de gobernación. Gutiérrez Barrios también es un personaje clave que también ha sido señalado por su cercanía con la CIA y con el gobierno de Estados Unidos”, precisa Castellanos.
En su libro de memorias titulado Mis tiempos, el ex presidente José López Portillo escribiría: “Me impresiona el espíritu de sacrificio y disciplina de estos jóvenes dispuestos a matar o morir”.
Las líneas, aparentemente inocentes, escondían una contradicción de sentido, pues los jóvenes que admiraba eran los militantes de la Liga Comunista 23 de septiembre, una organización político militar que buscaba derrocar al Estado mexicano a nombre del comunismo.
El gobierno se encargó de encarcelarlos, torturarlos, asesinarlos y desaparecerlos, junto a cientos de militantes de otras organizaciones sociales y político – militares durante un oscuro periodo llamado la Guerra Sucia.
López Portillo fue uno de sus ejecutores.
“La presencia y la actuación de agentes de la CIA en acciones contrainsurgentes, tanto en el sexenio de Echeverría como en el de López Portillo, también ha sido denunciada por personas que fueron integrantes de organizaciones guerrilleras y sufrieron torturas y/o detenciones ilegales”, relata Castellanos.
Los testimonios los recogió la periodista en su libro México Armado, una crónica de los movimientos político-militares que surgieron en el país durante el periodo de 1943 a 1981. El libro, es también un relato de la represión organizada por el Estado y el papel intervencionista de las agencias de inteligencia estadounidense en la coordinación de la contrainsurgencia.
Laura recuerda:
“En México Armado recojo el testimonio de una ex guerrillera que, en el sexenio de Luis Echeverría, fue detenida y torturada por agentes de la Dirección Federal de Seguridad. Ella atestiguó que estuvieron presentes en esa sesión de tortura agentes de inteligencia estadounidenses que asesoraban a los agentes policiacos en técnicas para que el dolor se intensificara y prolongara”.
También, Castellanos reconstruye otra historia, la del ex rector de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, Felipe Martínez Soriano.
“El gobierno lo vinculó con la organización guerrillera Unión del Pueblo. Por esta supuesta vinculación su hija fue primero secuestrada, torturada y liberada días después, pero semanas más adelante él fue aprehendido sin orden judicial y lo obligaron a firmar su renuncia a la rectoría de la Universidad de Oaxaca, y él afirmó que su renuncia se la hicieron firmar en la Dirección Federal de Seguridad frente, cito ‘a dos personas de aspecto norteamericano, yo entiendo que eran de la CIA’. Esto sucedió en 1978, durante el gobierno de López Portillo”.
Su libro está plagado de testimonios, fechas, datos y nombres. Por eso, al recibir la noticia de que López Portillo era informante de la CIA en México, Laura no se sorprendió. Para ella, siempre fue clara la intervención de la Agencia norteamericana en el país. Y aunque la verdad con el paso del tiempo sale a la luz, la justicia sigue siendo un tema pendiente.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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