11 marzo, 2023
Lo que comenzó como un certamen cuya finalidad era ayudarles con los gastos de agua, luz y predial a mujeres de la zona norte, terminó por convertirse en un concurso controversial que generó ámpula en la sociedad jarocha, principalmente porque iba en contra de los certámenes canónicos de belleza que se acostumbran en la televisión
Texto: Juan Eduardo Mateos Flores
Fotos: Félix Márquez
Para mis amigas inmortales de la Zona Norte
VERACRUZ.- Unas horas después de que, en muchos hogares de la república mexicana, se comentara la final de Mira quién baila transmitida por televisión abierta, en el puerto de Veracruz, Edith Aguirre, una joven afro mexicana maestra de danza se coronó como reina del controversial concurso “Miss Colonia”, organizado por el centro nocturno Factoría, ubicado a unas cuadras del popular barrio de La Huaca.
Entre la extenuante doble jornada que significa dar clases en cinco academias distintas y ser madre soltera de un niño pequeño, Edith sorprendió a público y jurado tanto sábado en la semifinal como el domingo en la final, por su carisma al caminar sobre el escenario, su empatía para responder preguntas controvertidas y por su versatilidad mostrada en las puestas en escena de sus bailes. Edith, además de haber tomado varios cursos a lo largo de su vida profesional, se debe a las clases aprendidas en el Instituto Veracruzano de la Cultura, quizás la única escuela pública en la ciudad que permite a las personas profesionalizarse en la enseñanza artística. El momento cumbre de la final que llevó a Edith ganarse el corazón de todo el público, fue cuando encendió a todos con una coreografía que inició con ballet clásico y concluyó con reggaetón del más puerco.
Entrevistada horas antes de la final, mientras la profesional del maquillaje Blanquita del Río le daba forma al estilo que Edith le solicitó para los tonos de su cara, contó que, en caso de ganar, ella utilizaría el dinero en gastos para su hijo, pero también, para abrir su academia de baile que no pudo inaugurar este año por varias circunstancias. En su academia, quiere ademas, dar clases gratis de baile de distintas disciplinas a jóvenes y niños que no puedan costearlos, principalmente del infonavit Lomas de El Vergel, colonia que ella representó.
Lomas del Vergel es un infonavit surgido más o menos hace casi 25 años, que entró en la dinámica de casas de interés social construidas para albergar, por la misma explosión demográfica, la fuerza obrera del puerto jarocho. Fue llamada así por estar a un lado de la colonia El Vergel, cuya historia es más antigua y está más relacionada a la invasión de terrenos hecha por líderes clientelares que agremiaban a gente expulsada de los primeros cuadros de la ciudad que no tenían oportunidad para conseguir una vivienda. La zona ahora es la antesala del proyecto monstruoso que el magnate Carlos Slim ha pretendido construir en ese lugar conocido como Nuevo Veracruz y cuya consolidación fue hace diez años cuando el mismo Slim vino a inagurar una plaza comercial al aire libre con el mismo nombre.
“Muchas gracias a todas esas personas que me apoyaron, amistades, familia, a todas las personas que confiaron en mí, en serio se los agradezco de corazón, estoy que no me la creo, estoy feliz, quiero llorar, tengo todos los sentimientos encontrados pero es una experiencia muy bonita”, dijo Edith en el camerino del antro al ganar el certamen, quien además del reconocimiento público, recibió 15 mil pesos, un viaje a Guadalajara, un tratamiento dental, un cambio de imagen y otros regalos más de patrocinadores ligados a la cosmetología y la imagen.
Lo que comenzó como un certamen cuya finalidad era ayudarles con los gastos de agua, luz y predial a mujeres de la zona norte y demás colonias ubicadas tanto en el poniente del puerto jarocho como en Boca del Río, terminó por convertirse en un concurso que generó ámpula en la sociedad jarocha, principalmente porque iba en contra de los certámenes canónicos de belleza que se acostumbran en la televisión. Comentarios despectivos como “pura calandria” o “pura carnita de monte” hechos principalmente por hombres a los que ninguna de estas chicas voltearía a ver, no se hicieron esperar. Surgido en una junta creativa del equipo creativo de dicho club, comandados por los también locutores de radio, Juan Santiago Carvajal y Eduardo El Toper Cureño, éste buscaba que las chicas que se inscribieran no fueran de zonas monetariamente exclusivas, de donde regularmente provienen la mayoría de las mujeres que se inscriben a concursos de belleza.
“No aceptábamos gente ni de Costa de Oro ni del Reforma ni de la Riviera Veracruzana. El único límite que había era que fueran de colonia, de infonavit o predio. No importaba ni la talla, ni el color, ni la estatura” expusieron los locutores junto al dueño de la disco, Ricardo Cuevas Segura. Además, que, en palabras de muchas participantes, entre ellas de la joven rapera, Meztli Carrasco, el concurso logró darle visibilidad al trabajo que muchas mujeres desempeñan en la periferia veracruzana, esas mujeres que, ante los peligros de este México feminicida, todos los días salen a la calle a trabajar o estudiar pero que también las encuentras en la tienda comprando queso de hebra o en la esquina echando el porro o la caguama con las amigas.
El concurso, que en tono de sorna los mismos organizadores dijeron duró más que el mundial de Qatar, se libró por siete fines de semana en pura eliminatoria, uno de descanso, y un fin más para la semifinal y final. Ahí 32 mujeres forjadas en la sordidez de los barrios jarochos se pusieron a prueba al caminar sobre una pasarela en ropa casual, traje de baño y vestido de gala; para contestar preguntas controversiales y demostrar sus talentos personales como la danza clásica y moderna, el boxeo, el baile, la escritura performática, el canto, el rap, el freestyle y la repostería, entre otros más.
La semifinal y la final llenaron el antro en cuestión a pesar de las críticas más hipócritas, sucedidas previo a la conmemoración del #8M, donde millones de mujeres en el mundo salen a tomar las calles para hacerle frente al mundo patriarcal que las oprime. Además, que ocurre en el único estado mexicano que cuenta con dos Alertas de Género, una lanzada en noviembre de 2016 por Violencia de Género contra las Mujeres y otra, a finales de 2017, por Agravio Comparado por discriminación normativa en cuestión de derechos sexuales y reproductivos.
La convocatoria fue abierta y pública, lanzada desde las redes sociales del mismo centro de diversión nocturna, que siempre ha levantado ámpula en las clases sociales más conservadoras desde hace varios años por estar dedicado al divertimiento de las clases populares del puerto veracruzano. Además, su staff es reconocido en revistas internacionales de música por introducir el reggaetón a México e iniciar una escena que hasta hoy sigue produciendo grandes canciones.
Los días de la campeona Edith Aguirre transcurren así: por la mañana atiende a su hijo, por la tarde da clases y en la noche ensaya y perfecciona sus estilos de danza. Su día comienza a las siete de la mañana y concluye hasta las once de la noche. “Ya me han regañado por aceptar tanto trabajo. Pero es que me duele decirle no a algo” cuenta sentada en un mueble de la habitación 808 del hotel Lois. Edith comenzó a tomar clases de ballet a los cinco años. Continuó tomando clases sobre otras danzas. Su disciplina la llevó a tener a cargo a un primer grupo de jazz a los trece años. Conforme fue pasando el tiempo su temprana disciplina la fue consolidando, hasta tener clases en cinco academias para las que trabaja hoy en día. Lo único de lo que tenía miedo al entrar a este concurso era la reacción de las mamás de sus alumnas pequeñas de entre dos y seis años que, sorpresivamente, se portaron muy bien. “Maestra, no podemos ir, pero le deseamos buena suerte” le dijeron varias. De lo más cansado previo a la final fue lidiar con una gripa y calentura que llegó a hervirle la cabeza los jueves y viernes. Sobre ello, el locutor Juan Santiago, le reconoció su disposición para no declinar. “A veces es cansado esto porque llegó de dar clases y mi hijo se alegra de verme y quiere ponerse a jugar, o como ya va al kínder, hay que hacer la tarea y a veces lo que quiero es sólo descansar”.
En el caso de Krishna Torres, segundo lugar, su pasión por el boxeo la llevó aventurarse hace cinco meses a querer construir una vida profesional en el deporte. Ella concilia ese mundo, que por mucho tiempo fue completamente masculino, con el de la zumba, considerada culturalmente, salvo por sus honrosas excepciones, como un ambiente completamente femenino. Ella da clases a señoras allá en Cabo Verde, un poblado ubicado a unos 24 kilómetros de la zona conurbada. Por el concurso, ha detenido esas clases y la está supliendo otro maestro. “Me han dicho que me extrañan pero que me desean buena suerte, de hecho, me han ayudado compartiendo mi historia, dándole «me gusta» al Instagram” dice mientras la dan unos retoques a su maquillaje. Krishna ha tenido mucho apoyo de su barrio. De hecho, en la semifinal mandaron a hacerle unas lonas donde ella posaba en un 5ta etapa, una de las líneas que atraviesa varias calles del Infonavit Buenavista, colonia que representa. Además de conciliar ambos mundos, ella está haciendo sus prácticas profesionales en la regiduría 8, del ayuntamiento de Veracruz, le hace de comer a sus perritos pollo y carne. Ayuda además a su mamá con venta de ropa bordada traída de Oaxaca, de donde ella es. Con el dinero, dijo, pagaría su titulación de la Universidad de Oriente en la que estudia los sábados.
Itzel Flores ganó el tercer lugar con un ensayo literario performático. En él, confrontó a uno de los públicos más feroces y quizás menos apto para lidiar con ello. En el ensayo, ella expuso la situación de la mujer jarocha que se abre paso en el mundo violento de sus barrios marginales. Al ejecutar la lectura del texto, hubo en el público, como en dos personajes del jurado, gestos de incomodidad y de aburrimiento, símbolo, quizás, de la poca relación que el puerto jarocho guarda con este tipo de actos. Basta mencionar la mesa al lado mío, frente al escenario, donde unos chicos güeros no entendían lo que estaba sucediendo. “Tú también hubieras podido escribir esas mamadas y ganas” dijo mientras sostenía un bacacho, un chico de talla ancha, vestido de camisa oscura con manchas rojizas a otra chica de alaciado cabello oxigenado, a quienes se veía no tener idea de lo difícil que es ejecutar este tipo de artículos. Pero Itzel, por su cercanía con el teatro, no titubeó ante algunos chiflidos y abucheos que le llovieron y terminó de leer su escrito utilizando su propio cuerpo como mensaje y declaración frontal: cómo una mujer puede ser empresaria, una jarocha que va a divertirse a los partidos de los Tiburones Rojos y dedicarse a la prostitución para sobrevivir. “Yo nunca he conocido a nadie que no quisiera salir del barrio” finalizó antes de ganarse los aplausos. Itzel es madre soltera y llegó a la final después de bailar y cantar. El dinero, dijo, lo invertiría en sus empresas.
Meztli Carrasco es rapera, teatrera y pintora. Es famosa tanto en el mundo del arte alternativo veracruzano como en los camiones a los que ella se sube a rapear por dinero. No concibe su vida anclada a un trabajo formal. La paga, dice abiertamente, es muy miserable. “Me lo gano más rápido charoleando en el camión” dice. Con charolear se refiere al verbo utilizado por el músico callejero para enmarcar al acto de cantar una canción a cambio de una moneda. Hay días de quincena donde Meztli puede llegar a sacarse en un par de horas hasta doscientos cincuenta pesos. Ella cuenta que ese tipo de cosas se deben al personaje que ella se monta cuando va a cantar. Cuando se arregla siempre busca imponer presencia, darse a notar. Por eso le gusta caminar por las calles más transitadas. “Esa es mi estrategia, que la gente me vea, así como aquí en Factoría, que digan, yo a esa chava la vi cantar ahí” dijo. Gracias a esa actitud, muchas mujeres de generaciones más avanzadas se detienen para chulearla y decirle cosas como “sigue así”. Meztli forma parte de un grupo llamado Escape de la Granja, el cual se dedica a hacer música, teatro y performances y a realizar jams de poesía en cualquier espacio cultural donde les abran las puertas. Sin embargo, más allá de pertenecer a una familia de amigos creadores, las canciones de boom bap de Meztli tienen su propio público, principalmente femenino. Sus canciones como la Crack de la rima hablan de la experiencia de una chica que sobrevive todos los días a ese mundo hostil, poco amable, destinado más bien para que los hombres destaquen por su virilidad. “Quiero un estilo agresivo” pidió Meztli horas antes de la final, sobre el maquillaje que ella quería portar. Por su voz y su presencia en el escenario, Meztli me recuerda a raperas como Gabylonia o Snow Tha Product. Con el dinero ella quería producir sus temas; por falta de él, no ha podido hacerlo. El resto, dijo, lo usaría para llevar los jams poéticos a las colonias.
Perla Sánchez, de 24 años, es mamá soltera. Demostró su talento en el baile gogo, muy popular ahora, sobre todo, en antros relacionados al mundo queer. Ella en la semifinal recibió, por la actitud mostrada en su coreografía en la que imitó a una policía, la puntuación más alta. Fue la primera finalista. Que ella se dedique a eso, no ha sido muy bien recibido por su propio padre, pero su mamá en cambio la ha apoyado. Con ella también hace equipo comercial: vende chiles rellenos allá en la colonia Revolución que ella representó, de los pocos barrios populares existentes en la ciudad vecina y conurbada, Boca del Río. Me cuenta que ella abrió recientemente un Only Fans, lo cual, dice, no es como lo pintan. Dijo que ya tenía planes de hacerlo hace tiempo, pero que ninguna chica a la que le pedía ayuda, quería hacerlo. Sin embargo, desde que entendió cómo hacer el proceso, todo fue para bien. “La verdad no me importa lo que piensen, ellos no me dan de comer, el Only Fans sí”. De hecho, estar en el Miss Colonia le ha ayudado a conseguir más suscripciones. Aunque por un momento ha querido dejarlo, pues hubo una temporada en la que nadie quería suscribirse o renovar, ha comprendido que es una fuente de ingresos muy importante para que ella pueda mantener a su hijo. Perla deseaba usar el dinero en los tratamientos de alergia que su niño padece. “Sobre todo en estos tiempos volátiles de calor, aire, lluvia, se me pone muy malito” contó.
Por su parte, a sus 22 años, Hanah Cruz llegó a este concurso porque la inscribieron, de castrosos, unos amigos. Cuando se enteró al ver su foto en redes, decidió no rajarse y continuar. “No esperaba llegar hasta esta instancia” me cuenta sorprendida en el Hotel Lois, justo después de ser maquillada por la también patrocinadora del evento. Al principio, en su casa, como que no estaban muy convencidos de su participación, pero al final “siempre respetan mis decisiones”. Con voz pausada y parsimoniosa, me dice que apenas acaba de regresar a bailar, talento que la ha llevado hasta la gran final. “Yo no bailo profesionalmente, pero estoy rodeada de profesionales” dice. En la semifinal, el DJ Junior se equivocó con la canción. Al final, dijo, ponme la que sea. Su actitud ante esa pequeña desavenencia le ganó el respeto del público que no desaprobó para nada su pase a la final. Uno de sus sueños es poner un negocio, además estudiar finanzas y también ser contadora, para poder administrar el dinero de los demás. Su intención con el dinero era ayudar a su abuelito, el cuál pasa por un momento difícil por enfermedad. Además, que le iba a servir para invertir en algún negocio con cual elevar la calidad de vida de ella y su hijo de dos años.
Cuatro de las seis finalistas son jóvenes madres solteras. En el puerto de Veracruz, como tal, no hay un censo que nos indique cuántos hogares se sostienen por estas mujeres que se sobreponen, todos los días, a la irresponsabilidad parental. Lo único que existe es un dato del INEGI, relacionado con la jefatura de vivienda. A nivel nacional, 34 por ciento de los hogares son sostenidos por ellas. A nivel estatal, en ese rubro, Veracruz ocupa el octavo lugar con el mismo porcentaje. El medio Testigo Púrpura, especializado en la cobertura con enfoque de género, reveló que entre 2014 y 2019, habían llegado al Poder Judicial de Veracruz 72 mil procesos de demandas por pensión alimenticia no sólo en el puerto jarocho, sino en toda la entidad. Sin embargo, cualquiera que esté familiarizado con esta problemática social, que siempre hace cargar a las mujeres con varios estigmas, sabe que el proceso de demanda es extenuante y cansado, por lo que muchas declinan y prefieren mantener solas a sus hijas e hijos.
Lo que se pudo ver en el certamen Miss Colonia fue una afrenta de las participantes contra los estereotipos establecidos, esos cánones de belleza con los que los medios de comunicación masiva angustian a las mujeres todos los días. Un concurso que no hubiera sido posible sin la anuencia de esas 32 mujeres que valientemente se inscribieron para representar a quienes, todos los días, lidian no sólo con su desventaja de género, sino también de clase. Si para un joven de barrio es difícil posicionarse y escalar para poder tener una vida económicamente digna, para una mujer crecida en estos lugares lo es doblemente más. La situación a veces, más amable, a las que se enfrentan estas chicas crecidas en la periferia, además de egresar de una universidad, para librar esta precariedad, significa encontrar un buen partido con buena posición económica que les facilite tener una vida decorosa, a cambio, claro, muchas veces, de someterse a extenuantes jornadas de trabajo doméstico, eso sin mencionar, la doble jornada que significaría maternarle un hijo. Por eso Miss Colonia fue un certamen fuera de serie. Funcionó, en palabras de muchas de sus participantes, para posicionar la importancia de las chicas que lidian con la zona norte y otros barrios de la periferia, esos lugares en las que las opciones menos amables residen en orillarlas a la prostitución. Fueron esas mujeres, sus seis finalistas y sus tres campeonas que recordaron a aquella chica de barrio que encuentras en el súper mercado apurada porque no tarda en salir su hijo de la escuela, aquella que se sube a rapear o cantar a los camiones para ganarse la moneda, aquella que hace de trabajos mal pagados, yendo de aquí para allá, sentada en el camión o la motona, para poder costearse una carrera, aquella que, intenta, utilizar a su favor, el consumo sexual para ganar el dinero suficiente con cual mantener a los críos que algún papá desobligado olvidó, aquella que está ahí en la estética arreglando el cabello o poniendo uñas porque los doscientos pesos depositados a regañadientes por la ex pareja no sirven para llevar a los hijos a los juegos del McDonald’s, aquella que por la mañana limpia la casa y lava la ropa vestida con un camisón holgado y por la tarde vende maruchans o plátanos fritos en los parques de su colonia o ropa u accesorios por redes sociales, en fin, aquella que, a pesar de los comentarios maledicentes, provenidos incluso del mismo entorno familiar, resiste en este mundo cada día más precario y desigual y que no vacila en defender, hasta con las uñas si es posible, lo que es suyo.
Si a Edith Aguirre le hubieran dicho que algún día la famosa gogo Dancer, y Princesa del Carnaval de Veracruz 2022, Vale Queen, la iba a coronar en Factoría ante un nutrido público de mil personas, quizás no lo hubiera creído. Ante las luces que se prendían y apagaban, cañones de confeti que explotaban y los vitoreos de uno de los públicos más feroces y su jurado de cuatro personas, ahí se le vio a Edith alzarse, sonriente y emocionada, con el codiciado primer lugar.
De la chica que contó en semifinales uno de los días más difíciles de su vida, cuando su expareja ignoró en el andador al hijo que procrearon juntos, a la Edith campeona, finalista, y feliz había un mundo de distancia. La noche se volcó hacia ella para que fuera suya y de nadie más. Al ritmo de clásicos de reggaetón como el Llamado de los corruptos, Guatauba de Plan B y la combi completa, de Nicky Jam y Daddy Yankee ella se desenvolvió perreando en la pista, enmarcada por toda la diversidad que baja a bellaquear cada fin de semana a Factoría, la misma que se encuentra resistiendo todos los días en los barrios marginales de la zona norte y el poniente de la ciudad, aquellas zonas vilipendiadas por los habitantes de fraccionamientos residenciales pero donde habitan tanto la clase obrera que mueve esta ciudad como sus artistas más importantes: esas personas trans y esos travestis, esos bandidos y bandidas, prepagos y chacales, malandros y malandras, bellakas y bellakos que bañan a este puerto como el mar a su orilla.
*Juan Eduardo Mateos Flores (Veracruz, 1991) es narrador. Reguero de cadáveres (Los libros del perro, 2021) es su primer libro. Fue Becario PECDA 2022 con el proyecto Aquí perreaba tu mamá, aquí conoció a tu papá: crónicas de reggaetón jarocho. Actualmente se gana la vida recomendando libros en Mar Adentro y escribiendo reseñas de películas para el CIBEF.
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