Esta es una historia de cuatro décadas de nepotismo, represión y sabotaje. La biografía no autorizada de Fernando Espino Arévalo, el líder sindical que controla el Metro de la Ciudad de México
Texto: Daniela Pastrana
Foto de portada: Galo Cañas / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO.- Ha sido diputado, local o federal, seis veces, postulado por tres partidos distintos (PRI, Partido Verde, Nueva Alianza y de vuelta al PRI); ha cambiado varias veces los estatutos del sindicato para mantenerse al frente durante cuatro décadas; tiene a una veintena de familiares en la nómina del Metro y controla el 90 por ciento de los ingresos laborales durante tres meses del año (el resto de los meses, sólo él decide quién entra).
Esos son los datos duros. Fernando Espino Arévalo, dueño de los destinos de los trabajadores del sistema de transporte público más importante del país, que cada día moviliza más de 6 millones de personas, es uno de esos personajes que parió el PRI para mantener durante 80 años la «estabilidad social», y que se coló al siglo 21 con la tolerancia de los gobiernos de izquierda que desde 1997 tienen el poder de la capital.
Desde 1983, acumula denuncias -anónimas y no- sobre sus prácticas porriles para controlar un sindicato de más de 12 mil trabajadores. En algunas ocasiones, incluso, ha respondido encarcelando a los trabajadores que se atrevieron a hablar. O con intentos de asesinato.
Cada tanto, vuelve a tener los reflectores, sobre todo cuando hay accidentes. Públicamente reclama la falta de mantenimiento, aunque fue él quien acordó con las autoridades del metro la externalización del mantenimiento y durante años ha controlado la compra de refacciones y herramientas.
También controla otros negocios: el servicio de limpia, los locales comerciales en las estaciones, los comedores. Aunque a él no le quita el sueño. Hace 4 años, cuando le cuestionaron que las empresas Tajancon y Birmex, propiedad del sindicato, tuvieron contratos por casi 100 millones de pesos para dar servicio de comedor, simplemente respondió:
«A nosotros nos importa única y exclusivamente el buen servicio. No importa quien lo de (…) ¿Inmoral de qué? Donde el gobierno y los directivos que llegan pueden hacer lo que quieran, menos los obreros».
Tampoco le preocupó la denuncia de tener más de 22 familiares en el metro, incluidos sus hijos, esposa y exesposa.
«Yo a muchas las conocí aquí. Aquí todos son familiares entre sí. Es una empresa compuesta por familiares».
En junio de 2019, intentó formar su propio partido político, llamado “Un Árbol por México”. Sus operadores recorrrían oficinas, pasillos, talleres, taquillas, pidiendo copias de las credenciales para votar, a cambio de “adoptar” un árbol, sin explicar que ese “árbol” era el partido al que serían afiliados.
¿Cómo fue que adquirió ese poder? Una biografía no autorizada del dirigente, que circuló por esos días en el metro, revela algunos datos.
En 1976, fue electo democráticamente como Secretario General del sindicato Carlos Stek, pero para el presidente José López Portillo era fundamental tener un sindicato manejable. Así que en febrero de 1978, Stek fue depuesto por una “comisión provisional”, encabezada por un joven de 29 años de edad, egresado de las filas del porrismo politécnico de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica del Instituto Politécnico Nacional: Fernando Espino Arévalo.
En mayo de ese mismo año, Espino Arévalo fue electo en Congreso Extraordinario como Secretario General, con el respaldo del entonces Regente de la Ciudad, Carlos Hank González y del Director del Sistema de Transporte Colectivo (STC), Julián Díaz Arias.
Tres años después, cuando terminó su trienio sin pena ni gloria, Espino Arévalo tuvo que convocar a elecciones. Perdió frente a la planilla encabezada por Ariel Macías Valadez. Por esos días se ganó el derecho de las mujeres a puestos de conducción de trenes.
En México, el Metro no se puede ir a huelga, por considerarse un tema de seguridad nacional, pero un arma de lucha de los trabajadores es la falta colectiva. En 1981 y 1982 hubo dos faltas colectivas importantes. El director era Guillermo Cossío Vidaurri. Poco se recuerda pero por esos días, el Ejército mexicano operó los trenes para mantener el servicio.
En julio de 1983, ya con Miguel de la Madrid en la presidencia del país y con Ramón Aguirre como Regente en el entonces Distrito Federal, el sindicato encabezado por Macías Valadez negociaba un pago extraordinario para quienes trabajaban en zonas de alto riesgo e insalubres, situación que dio origen al charrazo.
El 29 de julio, Espino Arévalo dirigió un golpe al Comité Ejecutivo y depuso a Macías Valadez, con el respaldo político de los ejecutivos (federal y local) y el beneplácito del Director del Sistema de Transporte Colectivo y de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, que, a pesar de la ilegalidad y de las impugnaciones del Comité depuesto, terminó por otorgarle la toma de nota y registro. «Fernando Espino, argumentaba que la deposición de Macías Valadez obedecía a que éste representaba políticas de izquierda, contrarias a la base trabajadora y del Comité Ejecutivo golpista», dice la biografía hecha por los trabajadores disidentes.
Comenzó entonces un largo reinado que ha durado hasta ahora. Espino Arévalo ha ostentado el poder absoluto en el sindicato, impidiendo la formación de planillas que puedan arrebatarle alguna cartera o Secretaría, además de aplastar cualquier voz disidente. Para lograrlo ha usado todos los recursos: amenazas, despidos y arrestos a trabajadores.
El líder sindical acuñó el mote despectivo a toda disidencia llamándoles contras, en alusión a la contrarrevolución nicaragüense. En el argot del Metro, contra es cualquiera que cuestione las prácticas y políticas antidemocráticas del sindicato.
Durante años, el PRI se esforzó por controlar a la base trabajadora del Metro, manteniendo a Espino Arévalo como cacique vitalicio del sindicato. Cada administración priista en la capital le fue dando privilegios que le permitieron incrustarse en la estructura orgánica del Sistema de Transporte Colectivo.
Y así fue hasta que llegó al gobierno de la ciudad Andrés Manuel López Obrador, cuando se dio el único intento de ponerle límites. Aunque fue un intento fallido.
Pero vayámonos más atrás…
Después del fraude electoral de 1988, Salinas de Gortari y Manuel Camacho Solís, abrieron la posibilidad a Espino Arévalo de incrustar a personas cercanas en puestos de dirección (subdirecciones, gerencias y coordinaciones); el líder sindical logró tener bajo su control la compra de refacciones y herramientas, incluso dio el visto bueno en la compra de trenes en España.
En 1989 se impulsó un movimiento democratizador al interno del sindicato, que fue aplastado con violencia, despidiendo a quienes impulsaban esa lucha; eso motivó una huelga de hambre de 19 días de dos trabajadoras de taquilla que finalmente fueron reinstaladas. Esa ha sido, hasta ahora, la única batalla que ha ganado la disidencia democrática. Hoy en día, Espino controla áreas administrativas importantes como la Coordinación de Taquilla; Jefaturas de Línea y Supervisoras.
Pero en 1997 cambió la geografía política del país, con el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas en la ciudad. Era la primera vez que los capitalinos elegían a su gobernante y el candidato del PRD ganó con holgura, lo que le dio ánimos a la lucha de la disidencia sindical del Metro.
«Nos entrevistamos con Cárdenas y le dijimos que se democratizara el Metro, que mucha gente no quería a Espino, Y el nos decía: ‘demuéstrenlo’. Pero no, pues nos matan», cuenta una extrabajadora.
En los años siguientes, el sindicato, que había nacido como Sindicato de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo en 1970 cambió su denominación; en 1999 fue “Metropolitano” y en 2003, al crearse los metros de Guadalajara y Monterrey, lo rebautizó “Nacional” y amplió el periodo de gestión de 3 a 4 años.
En las elecciones del año 2000, el PRD mantuvo el gobierno de la capital y Andrés Manuel López Obrador nombró al güero Javier González Garza como director del STC. El luchador social incorporó en su equipo al abogado laborista Manuel Fuentes, como director de administración, y comenzó a acotar el poder del líder sindical en la compra de materiales.
Una mañana les avisaron que se habían robado el cable del riel de seguridad en la estación San Pedro de Los Pinos.
«Así, como ciencia ficción, no había cable», recuerda un trabajador técnico, quien explica que para cortar ese cable hay que cortar corriente del puesto central de control y tiene que saberse el horario en el que no estará electrificada la guía. «Se puede cortar manualmente, pero tienen que saberlo el jefe de estación, el regulador. No puede hacerlo cualquier persona».
El servicio fue suspendido algunas horas pero no trascendió a los medios de comunicación. Sin embargo, eso marcó el tono de los siguientes años hasta que, en febrero de 2004, González Garza anunció intempestivamente su renuncia.
En su lugar entró Florencia Serranía y a partir de entonces, explica un exfuncionario, «todo lo que se había hecho para acotar a Espino quedó suelto».
Serranía, quien venía del grupo de la UNAM que organizó el movimiento estudiantil de 1988 -con Imanol Ordorica y Carlos Imaz a la cabeza- comenzó a recontratar a todos los cercanos de Espino que habían sido despedidos ´por González Garza. Ya nada detuvo al líder sindical.
Durante la gestión de Marcelo Ebrard, la hija del dirigente del Sindicato, Mabel Espino, fue Gerente del Servicio Médico, y su hijo Fernando, Gerente de los comedores. El Comité Ejecutivo Nacional del sindicato recuperó de plazas de confianza..
«El sindicato, titular de las Condiciones Generales de Trabajo, se fue burocratizando y corrompiendo, y la frontera entre empresa y sindicato se diluyó en privilegios de una casta y no en beneficio de todas y todos los trabajadores», dice la biografía de los trabajadores disidentes.
La gestión de Ebrard regresó la calma para Espino. Los seis años en los que el actual Canciller gobernó la ciudad mantuvo como director del Metro a Francisco Bojórquez, quien había sido director de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (Esime) del Poli, donde estudió Espino.
Por su parte, el PRI mantuvo a Fernando Espino en una posición intocable, dotándolo del fuero constitucional por seis legislaturas seguidas (en una fue suplente). María de los Ángeles Moreno y Beatriz Paredes lo incluían en las listas de plurinominales porque aseguraban que con él evitarían que los perredistas se apoderaran del sindicato. «Algo absurdo, si se considera pues el PRD claudicó en la lucha sindical, abandonando a sus pocos militantes».
Espino fue diputado federal en la 55 Legislatura, de 1991 a 1994; luego diputado local propietario en la segunda Legislatura de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), de 2000 a 2003; y de nuevo diputado federal propietario por el Partido Verde a la 59 Legislatura, en 2003.
En 2006 regresó a la Asamblea Legislativa con la camiseta de Nueva Alianza; luego fue diputado federal suplente por el PRI en la 61 Legislatura. Y en 2012 regresó al Congreso local cobijado por el PRI, con suficiente fuerza para ser el presidente de la bancada.
En septiembre del 2015, Espino vio desvanecer el fuero que lo envolvió en un halo de impunidad, con una larga lista de denuncias penales que van desde presuntos actos de sabotaje a las vías de comunicación, pasando por denuncias por agresión y lesiones, y hasta por discriminación. Ninguna ha prosperado.
El Ingeniero mantuvo una relación de tranquila armonía con Miguel Ángel Mancera y con su amigo personal, Jorge Gaviño Ambriz, segundo de los tres directores del Metro que tuvo esa administración de la ciudad. Aunque Joel Ortega, quien antecedió a Gaviño, ha asegurado que evitó que Espino se quedara con 2 mil plazas administrativas y «solo se quedó con mil», lo cierto es que para el líder sindical no fue una relación tortuosa. Por el contrario, en 2018 se acercó a Morena con la intención de ser candidato.
Un año antes, el líder sindical apareció en un acto público apoyando a Delfina Gómez, entonces aspirante al gobierno del Estado de México. Ahí comprometió el voto del 50 por ciento de los afiliados a su sindicato que viven en el Edomex.
A pesar de sus coqueteos con el obradorismo, que incluyen fotografías con Florencia Serranía, quien fue nombrada por segunda vez directora del Metro al inicio de la administración de Claudia Sheinbaum, la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México le hizo vacío al no asistir a la clausura del Congreso de su sindicato, a pesar de que fue invitada. En ese mismo Congreso, Espino modificó de nuevo la estructura orgánica de su Comité Ejecutivo para ser Presidente y no Secretario General.
Morena no lo candidateó.
Quería ser exploradora y conocer el mundo, pero conoció el periodismo y prefirió tratar de entender a las sociedades humanas. Dirigió seis años la Red de Periodistas de a Pie, y fundó Pie de Página, un medio digital que busca cambiar la narrativa del terror instalada en la prensa mexicana. Siempre tiene más dudas que respuestas.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona