El legado de Miguel Concha sigue vigente en sus ex compañeros de andares y luchas. Su vida fue la de un hombre que siempre se mantuvo del lado de las causas de los más vulnerados por el sistema, siempre con el pueblo. Así lo recuerdan quienes compartieron caminos con él
Texto: Alejandro Ruiz
Foto: Enrique Ordoñez / Cuartoscuro
CIUDAD DE MÉXICO. – Este lunes, a sus 77 años, el académico, religioso y defensor de los derechos humanos, Miguel Concha partió de este plano terrenal. Su legado, impreso en la historia contemporánea de nuestro país, es una historia de un hombre sencillo, firme en sus principios y convicciones que siempre lo mantuvieron del lado de las poblaciones más vulneradas del sistema.
A manera de recuento, y como un caluroso abrazo de despedida, en Pie de Página dialogamos con las compañeras y compañeros con los que el fundador del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria caminó durante décadas. Para recordar que la convicción de luchar por la justicia y la dignidad que siempre abrazó Miguel Concha no acaban con su partida, sino que se reafirman día con día.
Cuenta una historia que un buen día, en los 60, un joven de la orden de los dominicos se ordenaba como sacerdote. El rito era habitual, con todos los protocolos necesarios y ecuánimes que exige la iglesia católica. Aquel muchacho que iniciaba su vocación sacerdotal, tal vez sin saberlo, iba a marcar el futuro de la historia de la defensa de los derechos humanos en México. Aquel muchacho era Miguel Concha.
La anécdota la recuerda el obispo Raúl Vera, quien en esa misa fungiera como acólito.
“Yo entré a la orden a loas 23 años de edad, ya terminada la carrera en la universidad. Yo fungí como acólito de Miguel en su ordenación de sacerdote, yo era un chavillo dentro de la orden cuando él se ordena sacerdote. Entonces me toca ver el comienzo del compromiso por los pobres que empieza a hacer la iglesia latinoamericana”.
Las afirmaciones de Raúl Vera no son exageradas, pues en aquella época la iglesia católica en Latinoamérica discutía entre sus debates una nueva rama de la teología que se bautizaría como teología de la liberación. Miguel Concha fue uno de sus principales promotores en México y la región.
Particularmente, esta corriente comienza a tomar fuerza entre algunos sacerdotes durante la conferencia episcopal latinoamericana que se celebró en Medellín, Colombia. Ahí, los debates sobre la necesidad de vincular a la iglesia con los más pobres fueron centrales para normar la labor de algunos sacerdotes. Después, esta corriente sería duramente combatida por lo gobierno de derecha y el anticomunismo norteamericano.
Sin embargo, Miguel Concha adoptó esta corriente en su labor cotidiana. El obispo Vera lo recuerda así:
“Miguel es de los que se va a hacer una vida de inserción en espacios populares, él se va al municipio de Tlanepantla [Estado de México], y se va a vivir con algunos frailes, se van a a vivir allí entre los obreros en un barrio”.
La formación de Miguel Concha, quien para ese momento regresaba de estudiar en Europa, se había inclinado hacia las reflexiones éticas y teológicas que lo dirigirían a una iglesia social, comprometida con la defensa de las causas del pueblo. Así, cuando llega al trabajo con comunidades, y comienza a vincularse con las necesidades de los pueblos y los trabajadores, Concha Malo decide cofundar el Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria.
“Yo vi como el padre Miguel Concha hinca sus raíces, funda sus raíces, sus convicciones, que no lo cambiaron, sino que lo fue modelando, convirtiéndose él en un promotor de una iglesia cercana a las carencias de las personas más desprotegidas. Precisamente es en esa línea en que él promueve el conocimiento de los derechos humanos, y su propagación a través del Centro de Derechos Humanos Francisco Vitoria”, recuerda Raúl Vera.
Pero, aunque el padre Miguel Concha siempre mantuvo firme sus convicciones, su prudencia en el trabajo de base lo ayudó a acercarse más a la realidad de las poblaciones marginadas.
Por ejemplo, cuenta Raúl Vera, algo que caracterizaba al padre Concha era que “él no se metió en cuestiones `radicales’, así lanzadas un poco descabelladamente. Cuando empieza el tema de la aplicación del evangelio con el trabajo de los pobres Miguel no se metió, él no era de los que tenía expresiones públicas que llamaran la atención”.
“Jamás a Miguel lo oí irse a posiciones radicales, porque eran personas las que estaban frente a él, y es así como llega a relacionarse con una sociedad estructurada políticamente, sociológicamente, con una mirada en los últimos, en los que padecen las consecuencias de una estructura equivocada de la sociedad”.
La opinión de Raúl Vera también es compartida por otra de sus ex compañeras de lucha, Nashieli Ramírez, quien actualmente preside la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México.
Para ella, Miguel Concha “es fundacional de la agenda de derechos humanos desde la ciudadanía. El Vitoria se inauguró en el 84, mucho antes de que la agenda institucional se inaugurara en el país. Es un personaje imprescindible para hablar de la agenda de derechos humanos en México”.
Nashieli y Vera coinciden en algo: Miguel Concha nunca perdió el piso desde dónde debía de trabajarse la agenda de Derechos Humanos en México. Aunque tenía una gran capacidad intelectual, la cual consta en su columna semanal en el periódico La Jornada, él jamás abandonó el trabajo social y de base. Esto, permitió que su labor siempre estuviera vinculada con las necesidades, y realidades, de las comunidades donde trabajó.
“Miguel tenía varias virtudes, una de ellas es que nunca dejó el trabajo comunitario de base, que tiene que ver con la apuesta que tienen estos grupos religiosos con las comunidades eclesiales de base”, comenta Nashieli.
Además de esto, su capacidad de diálogo y prudencia lo convirtieron en una voz de peso que ayudó a posicionar agendas entre diversos sectores. Lo mismo podía dialogar a la mitad de la sierra, o en un barrio obrero, que en mesas con políticos y académicos.
“Él siempre tuvo esta apuesta de fortalecer organizaciones de la sociedad civil, y lo hacía de diferentes maneras. Tenía un espacio de conversa, y era una de las figuras que lograba juntar y sentar en la misma mesa a diversos sectores de la sociedad. Entendía que la sociedad civil no es monolítica y el lograba convocar a diferentes actores para fortalecer a las organizaciones, muchas veces en términos de mediación”, señala Nashieli Ramírez.
La historia da cuenta de esto, pues lo mismo Concha dialogaba con campesinos de Noxchitlán y Atenco, o con obreros del SME y vecinos de los Pedregales, también lo hacía con políticos y gobernantes para que la voz de quienes exigían ser escuchados se escuchara, y se solucionaran sus problemáticas.
Tras su partida, Ramírez reflexiona que el vacío que deja Miguel Concha “requiere de parte de las organizaciones de mucha creatividad colectiva, porque lo que hacía Miguel lo tendrán que hacer muchos”.
No obstante, añade, otra cosa que siempre caracterizó a Miguel fue su labor formativa. “Él era una gente que apostaba muchísimo en la formación de cuadros, y que dejaba ir. Pasaron muchos jóvenes, mujeres y hombres, que se formaron desde esa escuela de promotores y promotoras, y posteriormente, promovió que hubiera esta rotación, de la juventud, porque él era una persona que apostaba a formar cuadros, y a que en algún momento teníamos que hacer, y dejar que los jóvenes se hagan cargo de la lucha”.
Calos Ventura ahora trabaja en Serapaz, pero su formación, cuenta, inició en el Fray Vitoria, con Miguel Concha como mentor.
“Para mi Don miguel fue un camarada; fue un maestro, un guía, un compa de lucha, pero sobretodo fue un referente para comprender cómo en México, y en algunas regiones de América Latina, e puede hacer la defensa de los derechos humanos desde una opción muy clara, que es la de los más excluidos”.
Ventura recuerda los días con Miguel Concha, cuando a sus 25 años se incorpora al Fray Vitoria, centro de derechos humanos que después dirigiría.
“Era un aprendizaje constante, una escucha constante. Don Miguel se caracterizaba por siempre estar preocupado por las nuevas generaciones en la defensa de los derechos humanos. Yo tenía 25 años ene se momento, cuando me incorporé a su lado a trabajar. Siempre se preocupaba mucho porque hiciéramos una reflexión compartida, constante y sostenida. Eso nos enseñó Don Miguel en el trabajo cotidiano”.
Un hombre de rituales y constancia, así define Carlos Ventura a Miguel Concha, “preocupado siempre del diálogo intergeneracional. Ante la pérdida de referentes, la voz de Miguel Concha era más bien lo que sus saberes urgían a partir de sus experiencias con otros para que nuevas personas se incorporaran en estos procesos organizativos, y dar continuidad a procesos de lucha social a lo largo de la historia”.
Y así, su partida no deja desamparada la lucha, pero sí con un gran vacío de un hombre que siempre supo, y estuvo, estar del lado de los pobres y los desposeídos.
En palabras del obispo Raúl Vera, la visión de Miguel Concha “siempre fue una visión sabia. Una visión de que la política está para garantizar a la persona humana, y a toda la sociedad el acceso a los derechos que la dignidad humana exige, y también en garantizar la justicia para todos; el bienestar equitativo de todos los ciudadanos. La justicia es el acceso a la vida digna de todas las personas. Ese es el legado de Miguel Concha, y las enseñanzas que nos deja”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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