11 diciembre, 2022
Este 12 de diciembre miles de feligreses católicos veneran a la Virgen de Guadalupe, una tradición popular que tiene sus raíces en los pueblos indígenas y que, esencialmente, pertenece al pueblo, explica en entrevista el investigador Gerardo Bohórquez
Texto: Alejandro Ruiz
Fotos: Isabel Briseño y Alejandro Ruiz
CIUDAD DE MÉXICO.– Tal vez uno de los símbolos más icónicos en la cultura mexicana es la imagen de la Virgen de Guadalupe, y no es casualidad, pues comparte nuestros rasgos, nuestro color de piel, y es, a su vez, un símbolo del amor profundo, puro e incondicional.
Por eso, cada 12 de diciembre el pueblo de México acude a venerarla a su santuario: la Villa de Guadalupe, pese a la disminución del porcentaje de personas católicas en la última década (de 82.7 a 77.7 por ciento).
La historia cuenta que, en ese lugar, la virgen se le apareció a Juan Diego, un indígena mazehual que recolectaba flores en el Tepeyac, y le encomendó anunciar su llegada entre la gente. Como prueba de esto, estampó en un manto su imagen.
Aunque esta historia está arraigada profundamente en nuestra cultura popular, su origen tal vez no sea tal cual nos lo han contado, sino que es producto del sincretismo indígena y del catolicismo español que buscó unir dos mundos, con visiones y cosmogonías muy distintas.
Pero ¿es la veneración a la virgen de Guadalupe un mero producto de la conquista española? La respuesta no es tan simple, pues, aunque el nombre de Guadalupe se le otorga en castellano, y después de la conquista, en realidad su culto tiene hondas raíces en las tradiciones y espiritualidad de los pueblos indígenas.
Para ahondar en ello platicamos con un “guadalupano de a pie”, como gusta de definirse a sí mismo Gerardo Bohórquez, un investigador que ha dedicado toda su vida a encontrar las explicaciones de su fe guadalupana.
Autor del libro Coatlicue Sanjuanita (Universidad de Guadalajara, 2020), Bohórquez se encontró con la guadalupana desde muy chico, en una primaria del barrio de Tepito, de donde él es. Ahí, un profesor comenzó a enseñarle los relatos que hicieron de la virgen personajes como Vasco de Quiroga y Fray Bartolomé de las Casas. Pero también, enfatiza, de los símbolos que usaron los próceres de la independencia como Miguel Hidalgo y José María Morelos.
“Ellos eran personajes visionarios, que siempre se ubicaron del lado de los pobres, de los desposeídos, de los pueblos indígenas”, cuenta.
Para él, la veneración a la guadalupana es algo que está esencialmente en el pueblo, “no del lado de los poderosos, Tonantzin es del pueblo”.
Su reflexión proviene de los estudios a los que él ha dedicado su vida, y ante los que ha concluido que la Virgen de Guadalupe es la misma representación de la Coatlicue y Tonantzin, deidades mexicas.
Por ejemplo, dice, antes de la llegada de los españoles en el cerro del Tepeyac los indígenas mexicas adoraban a Tonatntzin-Cihuacóatl, una diosa mujer-serpiente asociada a la madre tierra. Es decir, a la fertilidad y la vida.
Y es que, previo a la conquista, la tierra era (y sigue siendo) un elemento crucial para la divinidad de los indígenas. De ella emana la vida, y en ella, también, descansa la muerte.
Los frailes que llegaron con la conquista encontraron con la misma gente originaria, una posible articulación que tejiera ciertos lazos entre sus creencias y la nueva propuesta del catolicismo. Inclusive, el lugar, el Tepeyac, va acorde a lo que los conquistadores y evangelizadores hacían, pues era muy común que construyeran sus templos sobre los restos de ruinas de templos prehispánicos”.
Aunque la imagen de Tonantzin se fusionó después de la conquista con la de la Virgen de Guadalupe, los significados que le da el pueblo mexicano siguen siendo los mismos: el de una madre que da vida y amor, dice el investigador. También precisa que estos significados eran compartidos por amplias culturas mesoamericanas.
“Antes de que llegaran los españoles, cuenta Sahagún, ya venían peregrinaciones desde Guatemala a ver a Tonantzin”, insiste.
Las similitudes, o asimilaciones, no solo se quedan ahí. Por ejemplo, en la cultura mexica Tonantzin era también la madre de Huitzilopotzli, el dios del fuego nuevo, a quien se le venera también en diciembre, durante el solsticio de invierno. Por su parte, la virgen de Guadalupe es la madre de Jesucristo.
La fecha del 12 de diciembre la adjudicaron posteriormente. Pero antes ya estaba en esos días la ofrenda de flor y canto en el Tepeyac, que curiosamente significa el renacimiento de la mujer. Es decir, la mujer vuelve a aparecer como salvadora, como protectora del pueblo”.
Otro caso similar, dice, está en la virgen de San Juan de los Lagos, a quienes algunos investigadores identifican como una reapropiación de Coatlicue, otra deidad femenina asociada a la vida y la muerte.
“San Juan de los Lagos era un cerro y además agua, o sea un lugar de fertilidad y alimento, donde también se venera a los niños o los nacimientos, o sea: a la fertilidad”.
Incluso, algunos cronistas de la época colonial se molestaban por la dualidad en la espiritualidad de los indígenas, como el propio Sahagún, quien después de que los evangelizadores decretaron el 12 de diciembre como la fecha para adorar a la Virgen de Guadalupe, se decía molesto “porque la gente decía que iban a ver a Tonantzin y no a Guadalupe”.
“La gran fuerza que tomaron el catolicismo y los españoles para difundir la creencia en la Virgen de Guadalupe fue eso, las similitudes en la adoración a Tonantzin”, dice Bohórquez.
Al final, agrega, “Coatlicue, Tonantzin, San Juanita… acaban siendo, si no las mismas, sí el mismo símbolo”.
Sin embargo, el origen popular del símbolo siempre ha estado en constante disputa. Por eso, enfatiza, “hay que recordar que es un símbolo de los pobres, de los indígenas, de los desposeídos, para que sus hijos puedan ir a buscar consuelo, como lo hacen en la tierra”.
El retrato de la Virgen de Guadalupe ha abanderado revoluciones, movimientos y profundas convicciones en favor de la justicia para los pobres. Pero también, como sucede con grupos de la derecha, ha sido estandarte para propagar el pensamiento conservador.
Hoy vemos que el capital, los poderosos, quieren exterminar a los pueblos indígenas, y también los poderosos quieren arrebatarles la virgen de Guadalupe al pueblo”.
Gerardo Bohórquez
Este doble uso de la imagen de la guadalupana no es nuevo, por ejemplo, recuerda Bohórquez, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Anna y el propio Maximiliano mantenían una orden imperial de Guadalupe.
“Hay un arrebato por parte de los dominadores, y hay una vivencia, un sometimiento, a partir del símbolo que representa para el pueblo la guadalupana. Pero algo es cierto, un verdadero guadalupano debe estar del lado de su pueblo, del lado de los pueblos indígenas, de los oprimidos”, insiste.
Para él, fechas como el 12 de diciembre expresan esta disputa y contradicciones. Pues mientras por un lado televisoras y empresas turísticas hacen negocios con la fe de los guadalupanos, los motivos por los que el pueblo asiste a la veneración de la virgen son más profundos que eso.
Esos millones que van son, en su gran mayoría, gente del pueblo. Indígenas, y mestizos. También hay gente de origen europeo, pero son los que menos van”.
Y reflexiona que, aunque muchas veces desconocemos nuestra historia, en el fondo la cosmovisión indígena se sigue expresando en las peregrinaciones y fiestas de la guadalupana.
Y explica que, en realidad el 12 de diciembre “es un gran encuentro del pueblo, de los pueblos originarios, con sus propias raíces, claro, transformadas, pero que no vieron una gran contradicción con la imagen del catolicismo, sino que se las apropiaron”.
“Los pueblos originarios no se equivocan, no son ignorantes, no son gente que va sin sentido. Al contrario, saben a dónde van y por qué van. Aunque sea de una forma muy sencilla, no necesariamente haciendo teología prehispánica”.
Periodista independiente radicado en la ciudad de Querétaro. Creo en las historias que permiten abrir espacios de reflexión, discusión y construcción colectiva, con la convicción de que otros mundos son posibles si los construimos desde abajo.
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