En uno de los barrios afectados por la guerra, cerca de 50 personas se “sembraron” en el pavimento, para construir memoria y demostrar la capacidad de los cuerpos y las comunidades de renacer a pesar de las adversidades

Texto: Sibely Cañedo Cázarez.  

Fotos: Anderson Ortiz Giraldo

MEDELLÍN, COLOMBIA.- Todavía no saben cuál será el destino de los Acuerdos de Paz, que fueron rechazados por el 50.2% de los votantes en el plebiscito del 2 de octubre. Pero se niegan a dejarse vencer por el odio y la frustración.

En otras ciudades, como Bogotá, los del SÍ han salido masivamente a las calles para pedir que se mantengan los acuerdos y el trabajo en favor de la paz.

Hoy, lo hicieron los habitantes de la Comuna 13, quienes el 16 de octubre de 2002, vivieron los impactos de una incursión militar aún grabada en la memoria colectiva: la Operación Orión, que dejó cientos de víctimas, entre muertos, desaparecidos, desplazados y detenidos de forma arbitraria.

Cerca de 50 personas se “sembraron” en el pavimento. Durante 6 horas – de las 6 de la mañana al mediodía- permanecieron con la mitad del cuerpo enterrado y sosteniendo en sus manos flores y plantas.

Buscaban una manera de resignificar el espacio urbano y demostrar la capacidad de los cuerpos y las comunidades de renacer a pesar de las adversidades. También, abonar a la construcción de la Memoria, de la Verdad y de la Justicia.

“Somos como esas plantas del pavimento que se niegan a morir”, dijo Wilmar Botina, vocero del colectivo Agroarte, una de las organizaciones convocantes, que este fin de semana se sumaron a un único grito: “Orión Nunca Más”.

Para que nadie olvide lo que califican como un crimen de Estado, organizaron una serie de acciones conmemorativas en el Barrio de San Javier, una de las zonas urbanas más golpeadas por los operativos militares que se prolongaron durante varias semanas hacia finales de 2002 y que, según investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica, fueron realizados por el Ejército, el Departamento de Administración de Seguridad, la Policía y Fuerzas Especiales Antiterroristas. En busca de milicias urbanas, los agentes de seguridad usaron tanquetas y helicópteros de combate contra la población civil.

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A la “siembra” se han unido otros grupos afectados por la desaparición forzada en Colombia, como los familiares de desaparecidos tras la toma del Palacio de Justicia (1985), representados por Pilar Navarrete e Inés Castiblanco. Y otros, pues en este país la desaparición forzada se replica de forma sistemática en muy variados territorios. También tienen el apoyo de activistas como María José Pizarro, hija de Carlos Pizarro, candidato presidencial asesinado en 1990; y José Antequera Guzmán, hijo de José Antequera, extinto líder de la Unión Patriótica, partido político que fue silenciado por la muerte de sus miembros.

Agroarte y Mujeres Caminando por la Verdad exigieron, una vez más, acabar con la impunidad, la reparación a las víctimas y la garantía de no repetición.

Margarita Restrepo, coordinadora de Mujeres Caminando por la Verdad demandó al senador Álvaro Uribe Vélez, respetar el pacto de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) firmado con el presidente Juan Manuel Santos, pues desde su perspectiva, la incertidumbre que ha generado el triunfo del NO es un freno a la lucha por las personas desaparecidas.

“En la cuestión del plebiscito ganó más el rencor que la paz. El mensaje es que piensen mejor las cosas. Otra cosa es que Uribe respete los acuerdos de la paz con Santos”, dijo.

Otras mujeres comentaron que los acuerdos deben buscar que los actores armados colaboren para que las familias de desaparecidos puedan al fin encontrarlos y sentirse en paz.

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