Depuración prieta: Pigmentocracia y clasismo

6 agosto, 2022

Quienes consumen en establecimientos abiertamente discriminatorios, evidencian sus deseos aspiracionistas, sus anhelos de pertenecer a la élite blanca —principalmente— estadounidense y despilfarradora.

@EvoletAceves

Esta semana se supo de la clasificación discriminatoria que —supuestamente— opera en la cadena restaurantera Sonora Grill, ubicada en Polanco. Los clientes con tez blanca son colocados en mesas exclusivas y visibles; mientras los de piel morena en zonas ocultas, atendidos de mal modo y a toda prisa.

Personal anónimo de dicha empresa ventiló estas medidas racistas del establecimiento. Aunque no se ha constatado la veracidad de esta división, no suena nada descabellado.

Cuánta relación hay entre estos restaurantes caros y los antros con cadeneros, quienes fungen como jueces de apariencia, quién entra y quién no, a quién desdeñan y a quién le abren paso, a quiénes ven con ojos de pocos amigos y a quiénes con mirada servil.

A simple vista el problema está en los meseros, en los cadeneros; pero realmente este segregacionismo viene de raíz, no sólo por los dueños, quienes contratan a trabajadores que deben cumplir ciertas funciones regidas bajo un comportamiento excluyente y discriminatorio, sino también por los consumidores que apuestan por un espacio que aboga por la discriminación, alimentando así el egocentrismo más vil de la clientela: Nosotros entramos; ellos no. Nosotros somos especiales; ellos, no lo son.

Este comportamiento regido por una sensación de supuesta exclusividad, está fundamentado, en gran medida, en el aspiracionismo.

El establecimiento lanzó un comunicado en el que negaba dicha clasificación, y se asumía como un espacio “diverso”, ¿ahora resulta que son inclusivos por admitir morenos y permitir que se sienten en sus instalaciones?

Espero que este fenómeno se multiplique, desenmascarando a negocios que operen desde el racismo. Estas ideas clasistas y separatistas alejan al país del sentido de comunidad y pluralidad.

Para Sonora Grill, la oleada de comentarios en torno a su actuar racista y clasista, lejos de alejar su clientela, probablemente les beneficie como una estrategia mercantil. Un marketing que funciona entre gente igualmente aspiracionista.

En redes vi un meme: “Vamos a Sonora Grill, a ver dónde nos colocan”. Desafortunadamente, las violencias se gestan desde el chiste, porque detrás de la broma viene el golpe. Ejemplos sobran en el machismo, sólo hace falta un clavado a ciertos chistes para notar cuánta discriminación cabe en una broma, cuánta homofobia en una canción o en un grito pambolero, cuánta violencia en un corrido, cuánto en un asiento de empresarios racistas con su propia clientela.

Al entrar a este tipo de establecimientos no se está pagando por una bebida o un platillo; se está pagando por una selfie que evidencie el estatus económico; por presumir un supuesto capital posiblemente inexistente, o bien, existente y podridamente racista.

Es necesario deslegitimar la ingenua exclusividad, discriminatoria e ilusoria, momentánea y costosa, que estos empresarios impulsan y, que los consumidores, en su ensoñación capital, pretenden alcanzar.

Hay maneras de crear ilusiones mercantiles sanas y más creativas que el segregacionismo por color de piel, sin necesidad de llegar a la discriminación, —por ilógico que suene— a la depuración prieta mediante el trato racista.

Quienes consumen en establecimientos abiertamente discriminatorios, evidencian sus deseos aspiracionistas, sus anhelos de pertenecer a la élite blanca, —principalmente— estadounidense y despilfarradora. Basta mencionar al comunicador Chumel Torres o a la diputada panista América Rangel, defensores de la blanquitud y del clasismo de Sonora Grill.

Que no se nos olvide que el consumidor está eligiendo perpetuar el racismo al elegir gastar su dinero en establecimientos que pugnan por la desigualdad, por estereotipos que criminalizan y discriminan a las diferentes tonalidades de tez morena, que somos, por cierto, la población mayoritaria en México. Si esos establecimientos se quedaran sin clientes quebrarían, y los dueños del negocio que los reemplazara reconsiderarían si vale o no la pena apostar por una marca clasista y excluyente.

Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.