Una marea verde y morada pintó las calles de una veintena de ciudades del país este 8M, en la movilización de mujeres más grande que se recuerde en México. En la Ciudad de México, miles de mujeres de todas las edades colmaron el Monumento a la Revolución y tomaron las calles hasta el Zócalo capitalino con una demanda: que paren ya la violencia sobre nuestros cuerpos. Todo el equipo femenino de Pie de Página estuvo ahí, trabajando y caminando. Fuimos como periodistas, como madres, como hijas y como amigas. Este relato gráfico colectivoes una postal de lo que vimos
Por: María Fernanda Ruiz, Daliri Oropeza, Daniela Pastrana, Lydiette Carrión, Daniela Rea y Vania Pigeonutt
Fotos: María Ruiz, Daliri Oropeza, Daniela Rea y Daniela Pastrana
Las calles de Ciudad Nezahualcóyotl nunca habían sentido una marcha en un 8 de marzo. Tampoco una manifestación tan numerosa, por nada.
Pero este #8M2020, en la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, la periferia de la capital del país, una de las zonas más afectadas por la violencia feminicida en México, tuvo un cambio radical: miles de mujeres se rebelaron del miedo y ocuparon las calles.
«Insistimos en movilizarnos aquí, en la periferia, donde las violencias se multiplican, por el sólo hecho de habitar este territorio», gritaron las mujeres más olvidadas.
«Nos quitaron tanto, que nos quitaron el miedo». En este Día Internacional de La Mujer las mujeres demostraron que esta sublevación no tiene líderes, límites, ni causa única. La cohesión es contra la violencia machista se vio desde temprano en distintas expresiones artísticas de mujeres que se concentraron en el Monumento a la Revolución.
Por la mañana, cientos de mujeres pintaron los nombres de mujeres víctimas de feminicidio en la plancha del Zócalo. La lista de estos colectivos sumaba más de 3 mil nombres desde 2017. Pintaron los nombres de blanco, como un ejercicio de memoria para recordar al país que hay impunidad en más de 99 por ciento de los casos denunciados.
Las familias de víctimas encabezaron la marcha, que salió poco después de las 2 de la tarde de la Plaza de la Revolución; la fila de contingentes tardó varias horas en dejar la plaza. Las manifestantes hicieron una parada en la antimonumenta y alzaron el puño. Gritaron, lloraron, se abrazaron. «No debería estar esa antimonumenta pues deberíamos estar seguras en nuestras vidas», dijeron.
La masividad y la fuerza de la protesta reside en las generaciones de más jóvenes, que gritaron con todas sus fuerzas, alzaron los puños, cantaron, se pusieron diamantina y paliacates, pintaron esténciles de vulvas y bailaron. Este no es un movimiento desde las organizaciones o las instituciones. Es una masa activa de mujeres de motivos diversos que se desborda por las calles aledañas a Reforma.
La infancia marca la brújula para las participantes, la mayoría quiere que las que vienen no sufran las violencias que nos han tocado. Por eso hay un contingente de madres con niños pequeños. Caminan juntas, desconocidas madres con sus pequeños, como en una manada. Y hay otros casos en los que las mujeres rompen generaciones y verticalidades, como el de las jóvenes del Instituto Luis Vives, que caminan acompañadas de sus madres y maestras y antes de arrancar se encuentran con una sorpresa: los niños de primaria, que llegan con tres maestras a reforzar la protesta de sus compañeras mayores y gritan cantando: «Se va a caer el patriarcado».
Algunas mujeres de colectivas radicales mostraron la rabia contenida durante años de silenciar la violencia. El bloque negro se manifestó más extenso y organizado que otras veces. Las jóvenes tiraron todas y cada una de las vallas que puso el gobierno para intentar resguardar los inmuebles del centro. No dejaron limpio ningún comercio capitalista.
Ya al atardecer, en la plancha del zócalo, una colectiva de mujeres realizó una ceremonia en sororidad con las mujeres zapatistas. Extendieron mantas pintadas con leyendas como «sembremos organización para vivir sin miedo», «ni capitalismo ni patriarcado». Encendieron veladoras y se transmitió un mensaje de las zapatistas. Después, se compartió el fuego, un fuego al que podemos volver a sanar el corazón, a organizar la lucha.
Otras compañeras se propusieron izar una bandera negra en el asta del zócalo. Durante más de una hora estuvieron dando martillazos al candado que protege el asta, dándose ánimos con cantos y consigas. Y lo lograron: al caer la noche una bandera negra ondeaba como símbolo de de un país donde cada día 10 mujeres son asesinadas. «Nos dimos el fuego y nos apropiamos de uno de los símbolos del Estado, la bandera, y lo sustituimos», dijo Nayeli García de vuelta a casa.
Cuatro horas después de la protesta, las salidas al Metro Revolución lucen tranquilas. La basura fue retirada por mujeres cuya forma de resistencia es justo esta: trabajar para llevar comida a sus hogares.
Marisol de 37 años; Delia, de 23; Mayrani, de 24, y Grecia, de 16, se alistan para recibir la última orden de su supervisor para irse a sus casas. Portan sus uniformes verde limón con franjas plateadas que las hacen reír en la oscuridad, porque se ven por las rayas llamativas. Pertenecen a una de las 28 brigadas compuestas por hombres y mujeres, aunque son más ellas quienes limpian después de las protestas, en las vialidades.
Esta vez les tocó limpiar vidrios y pintura. Están desde las 12 del día. “Nos hubiera tocado descansar pero en la empresa-Rosamalem, que brinda servicios al gobierno de la Ciudad de México- nos cambiaron de este día a mañana”.
Ellas descansarán por casualidad el día convocado al paro nacional de mujeres. Se preparan para regresar juntas a sus casas. Se regresarán transbordando en metro hasta el periférico oriente, viven en Tlahuac. Otras hasta Chimalhuacán.
“Nosotras nos acompañamos así, saliendo juntas del trabajo. No estamos de acuerdo en que no piensen con las pintas, que somos nosotras las que vamos a limpiar. Porque hoy nos tocó limpiar con tinner la pintura al piso del monumento, recoger cartulinas, botellas de agua, papeles de colores. Están en su derecho, pero si dejan muy sucio”, comparten en varios momentos con mientras preparan sus escobas y sus tambos para partir.
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