Xcab, Xctabay, la llorona maya dicen unos, la prostituta dicen otros. Mujer demonio, mujer virtuosa, mujer de buen corazón, mujer de mal corazón, diosa del suicidio, diosa luna despojada, diosa luna primera, hermana de Ixchel, fantasma de los caminos, mujer espalda de árbol, mujer ceiba, mujer mala flor. Mujer cachonda, mujer gozosa. Mujer ceiba. Mujer planta
@lydicar
Las leyendas mayas en torno a la diosa Xcab y la embrujada Xtabay son complejas y a veces contradictorias. Pero resultan una metáfora de los cambios que diosa y mito sufrieron a lo largo de la Conquista española; son un relato de resistencia y sabiduría indígena, develan los esfuerzos católicos por atacar un mito que va más allá de su comprensión.
Antonio Mediz Bolio fue un escritor que nació en Mérida el 15 de octubre de 1884, en medio de un momento cultural regido por el Ateneo de la Juventud, que seguía identificándose y espirando a parecerse a Europa. Mediz resisitió esa urgencia pero, al menos en el caso de Xtabay sucumbió.
Mediz publicó “La tierra del faisán y del venado”, inspirado en las leyendas mayas. Ahí, la Xtabay –o Xcabay– que re-creó es la de una Llorona del Mayab que despide sensualidad, que huele a sexo a kilómetros y cuyas presas son los mancebos enamoradizos:
Si tienes los años frescos y el corazón animoso y la cara alegre, y puedes detener un venado a la carrera entre tus brazos.
Si ya has conocido lo dulce de embriagarte con el olor de vainilla que hay en el cabello de las mujeres, y si sabes apretar su boca entre tus labios para gustar su jugo, como el de una ciruela madura.
Si no sabes atar tus pies a la tierra cuando pasa frente a tí una doncella que te mira y que sonríe; si tienes fuerza para amar siete veces en un día y no la tienes para resistir una vez al amor.
¡Pobre mancebo, pobre de ti, cuando la Xtabay; conozca el camino que recorres cuando vuelves de la fiesta o cuando vas a buscar a la que está en lo más adentro de tu alma!
¡Pobre de ti! La Xtabay es la mujer que deseas en todas las mujeres y la que no has encontrado en ninguna todavía. ¡Ay de tí, si la ves aparecer una noche delante de tus pasos!
Verás, si la ves, que es bella como tú no has podido imaginar que una mujer sea bella. Porque tú has podido imaginar que es como un rayo de la luna que pasa por entre las hojas.
Pero ella es más que eso.
Tú has podido pensar que es como una flor que se abre cuando amanece y que está mojada en el llanto de la noche, y perfuma como un incensario delante del dios; pero ella es más que eso.
Tú habrás podido soñar que tiene los ojos llenos de estrellas y que su frente es radiante como una nube en que se refleja el sol. Pero ella es mucho más que eso.Tú, pobre de ti, cuando la oyes nombrar te estremeces y recuerdas el poder que tiene la voz hechicera de tu amada y la dulzura de su boca, cj[ue es para ti como cera con miel y entonces es tu pensamiento todo ardiente como una brasa, y dices dentro de ti:
— Ella es, que me saldrá al camino — Pero ¡quiera tu suerte que la que temes y deseas no se ponga nunca delante de tus ojos! Porque la virgen que hoy consume de amor tus noches y tus días, ya para tí ha de ser menos que una hoja seca que se hace polvo en el viento de tu memoria, y de ella no querrás saber ya nunca más. Porque cuando hayas visto a la Xtabay, te parecerá que conoces la vida por primera vez.
¡Pobre de ti !
Pon cuidado. Cuando vayas solo por el camino a la luz de la luna y debajo de las estrellas, el viento del Oriente soplará sobre ti y te hará sentir que floreces como el árbol bajo la lluvia. Entonces serás joven como si tuvieras tres juventudes, y la Xtabay, que te ha espiado, se te aparecerá.
Has de verla, toda vestida de blanco, resplandecer sobre la tierra. Verás sus largos cabellos negros y brillantes, y verás sus manos entretejerlos y peinarlos con la hoja del ramón; y verás sus pies así como dos pequeños pájaros que vuelan junto al suelo.
¡Desdichado! Y sentirás sus ojos clavarse en ti como dos flechas que no te puedes arrancar. Así serán como las azagayas de cazar el mono, que tiene seis puntas del revés y penetran y ya no salen nunca. ¡Desventurado de ti, porque no sientes miedo ni dolor, sino locura de felicidad, y es que has visto al deseo y se te ha abierto, al mirarlo, el corazón!
Ella se mostró a ti en el aire, apenas posada sobre una gran piedra o res- balando sobre la cerca del maizal, y fue delante de ti, como arrastrándote.
¡Ah, cuán ligero tú para correr tras ella, que te llama con la mano y te sonríe con la boca y te hunde el filo de sus ojos hasta lo más adentro de tu raíz! ¡Qué susurro el de sus labios, que no se sabe si es voz o si es beso ! ¡Qué deslumbrar el de su cuerpo, que no sabe si es luz o llamarada!
Desaparece tras un árbol y cuando te detienes y vas a reponerte, frotándote los ojos, ella aparece otra vez cerca de ti. Huye como un soplo, y tú la persigues como un suspiro.
Loca carrera es la que te arrebata, loco del mal amor! Pero si te pidieran la vida por tocarla una vez, setenta veces la darías. ¡Pobre de ti!
Ella escapa como un colibrí y tú vas tras ella, como la punta de un dardo. ¿A dónde te lleva y a dónde vas?
¡Ah, tú no lo contarás nunca, porque no has de volver! Jamás volvió nadie que a la Xtabay hubo seguido. Y todos los que la vieron la siguieron. ¿En dónde están, que no vuelven? Nadie lo sabe, dicen todos.
Para muchos foráneos que viven en Yucatán, la función de Xcabay es meramente moralina: ¿Quién camina por la noche solo? ¿Qué busca un hombre que camina solo por las calles? Entonces la Xcabay de Mediz es una mujer de la noche, que seduce y castiga a los adúlteros, a los enamorados.
Aunque incluso en esta versión, hay quien dice que Xcabay es más bien el fantasma de una mujer indígena que atrae y pierde a los criollos que la creen presa fácil. Pero no hay una sola versión.
La versión en particular que narra «el origen del ser que pierde a los hombres que no se atienen a la virtud» tiene una vuelta de tuerca, un guiño maya que se burla de los conquistadores.
Y para algunos especialistas, estas primeras versiones sincréticas que pronto visitaremos, donde se mezcla la Xcabay maya con la moralina católica dan como resultado una resistencia indígena a la mojigatería española o criolla.
Vivían en un pueblo dos mujeres; a una la apodaban los vecinos la Xkeban, que es como decir “la pecadora”, y a la otra la llamaban Utz-Colel, que es como decir “mujer buena”. La Xkeban era muy bella, pero se daba continuamente al pecado del amor. Por esto, las gentes honradas del lugar la despreciaban y huían de ella como de casa hedionda. En más de una ocasión se había pretendido lanzarla del pueblo, aunque al fin de cuentas prefirieron tenerla a mano para despreciarla. La Utz-Colel, era virtuosa, recta y austera además de bella. Jamás había cometido un desliz de amor y gozaba del aprecio del vecindario.
No obstante sus pecados, la Xkeban era muy compasiva y socorría a los mendigos que llegaban a ella en demanda de auxilio, curaba a los enfermos abandonados, amparaba a los animales; era humilde de corazón y sufría resignadamente las injurias de la gente. Aunque virtuosa de cuerpo, la Utz-Colel era rígida y dura de carácter: desdeñaba a los humildes por considerarlos inferiores a ella y no curaba a los enfermos por repugnancia. Recta era su vida como un palo enhiesto, pero sufrió su corazón como la piel de la serpiente. Un día ocurrió que los vecinos no vieron salir de su casa a la Xkeban, pasó otro día, y lo mismo; y otro, y otro. Pensaron que la Xkeban había muerto, abandonada: solamente sus animales cuidaban su cadáver, lamiéndole las manos y ahuyentándole las moscas. El perfume que aromaba a todo el pueblo se desprendía de su cuerpo.
Cuando la noticia llegó a oídos de la Utz-Colel, ésta rió despectivamente.
─Es imposible que el cadáver de una pecadora pueda desprender perfume alguno ─exclamó─. Más bien apestará a carne podrida.
Pero era mujer curiosa y quiso convencerse por sí misma. Fue al lugar y al sentir el perfumado aroma dijo con sorna:
─Cosa del demonio debe ser para embaucar a los hombres ─y añadió─ si el cadáver de esta mujer mala huele tan aromáticamente, mi cadáver olerá mejor.
Al entierro de la Xkeban sólo fueron los humildes, a quienes había socorrido, los enfermos a los que había curado, pero por donde cruzó el cortejo se fue dilatando el perfume, y al día siguiente, la tumba amaneció cubierta de flores silvestres.
Poco tiempo después falleció la Utz-Colel. Había muerto virgen y seguramente el cielo se abriría inmediatamente para su alma. Pero, ¡oh sorpresa!, contra lo que ella misma y todos habían esperado, su cadáver empezó a desprender un hedor insoportable, como de carne podrida. El vecindario lo atribuyó a malas artes del demonio y acudió en gran número a su entierro, llevando ramos de flores para adornar su tumba. Flores que al amanecer desaparecieron por “malas artes del demonio”, volvieron a decir.
Siguió pasando el tiempo, y es sabido que después de muerta la Xkeban se convirtió en una florecilla dulce, sencilla y olorosa llamada Xtabentun. El jugo de esa florecilla embriaga dulcemente tal como embriagó en vida el amor de la Xkeban. En cambio, la Utz-Colel se convirtió después de muerta en la flor de Tzacam, que es un cactus erizado de espinas del que brota una flor hermosa pero sin perfume alguno, antes bien, huele en forma desagradable y al tocarla es fácil punzarse.
Convertida la falsa mujer en la flor de Tzacam se dio a reflexionar, envidiosa, en el extremo caso de la Xkeban, hasta llegar a la conclusión de que seguramente porque sus pecados habían sido de amor, le ocurrió todo lo bueno que le ocurrió después de muerta. Sin caer en la cuenta de que si las cosas habían sucedido así, fue por la bondad del corazón de la Xkeban, quien se entregaba al amor por un impulso generoso y natural.
Llamando en su ayuda a los malos espíritus, la Utz-Colel consiguió la gracia de regresar al mundo cada vez que lo quisiera, convertida nuevamente en mujer para enamorar a los hombres, pero con amor nefasto, porque la dureza de su corazón no le permitía otro.
Pues bien, sepan los que quieran saberlo que ella es la mujer Xtabay la que surge del Tzacam, la flor del cactus punzador y rígido, que cuando ve pasar un hombre vuelve a la vida y lo aguarda bajo las ceibas peinando su larga cabellera con un trozo de Tzacam erizado de púas. Sigue a los hombres hasta que consigue atraerlos, los seduce luego y al fin los asesina en el frenesí de un amor infernal.
Fragmento tomado de Leyendas de México. México: Ediciones Leyenda “La Xtabay”.
A diferencia de la versión de Mediz Bolio, en la que la Xtabay es símbolo de la sexualidad femenina que pierde a mancebos y hombres jóvenes, en esta historia, la Xtabay surge de una mujer que no supo dar de sí ni amor ni placer. Ella no se donó al “pecado del amor” e incluso muere virgen, pero esto no la “salva”. Por el contrario, su rigidez, su “virtud”, la convierten en una planta de flor sin aroma. Para los mayas, el aroma y el aire son el terreno de lo que llamaríamos almas.
Las antropólogas Cecilia Rosado Avilés y Georgina Rosado Rosado explican:
“Las distintas versiones presentan, al confrontarlas, el choque de dos éticas enfrentadas por el proceso de conquista y colonización, que llevó consigo un rechazo a los elementos ajenos, la incorporación y, en su defecto, la reelaboración de una ética nueva”.
La historia de resistencia y ataque no para. En otras versiones, la Xtabay es cercana a la ceiba, el árbol más sagrado e importante de la cosmovisión maya.
En la revista Arqueología Mexicana, Elisa Ramírez retoma entrevistas a los mayas actuales. En sus historias, la Xtabay vive en las ceibas y pierde a los hombres en el monte. De hecho, esta vinculación con la ceiba es la versión más vigente entre la gente que vive en las ciudades.
Pero frente a ello hay otras voces: Xtabay no proviene de la ceiba. La ceiba es la columna vertebral del universo maya, el elemento que aglutina los 13 cielos y los 9 inframundos. Feliciano Sánchez Chan, escritor y traductor maya, asegura tajante: los españoles quisieron ensuciar nuestra ceiba al vincularla con Xtabay. Pero no pudieron. La ceiba es el árbol más sagrado que existe para nosotros.
Elisa Ramírez narra otra versión más: “Hay una versión que dice que la Xtabay es producto de un amor desdichado entre una pareja y una rival despechada, que se conviene al morir en una flor hedionda, enemiga de la amada, quien a su vez se transforma en flor de Xtabentún”.
En esas distintas versiones “vivas”, narradas por personas que dicen tuvieron un encuentro con Xtabay, Elisa Ramírez enumera: “Se dice también que la Xtabay lleva las almas al fondo de la tierra, es la dueña de los animales o una encarnación femenina del diablo. En las diversas versiones aparece en noches de Luna, tiene una larga cabellera y va vestida de blanco. Seduce, pierde en el monte o enloquece a los que la vieron, sin que sanen ni olviden su pasión”.
Pero continúa la resistencia. En otras versiones anónimas, se asegura incluso que Xtabay no es la mujer que ronda los caminos solitarios:
“Muchos ladinos, gentes que desconocen el origen verdadero de la mujer Xtabay, han dicho que es hija del Ceibam que nace de sus torcidas y serpentinas raíces pero eso no es verdad…” y tras narrar la historia de las dos mujeres –una generosa sexualmente, y la otra virtuosa y de mal corazón–, concluye que Xtabay es la mujer buena.
“No es pues la Xtabay, la mujer mal que destruye a los hombres después de atraerlos con engaños al pie de las frondosas ceibas, pero puede ser otro de esos malos espíritus que rondan por la selva al acecho del peregrino que cruza los caminos aún poblados de superstición y de leyenda.
“Puede ser el alma errante de una de tantas vírgenes sacrificadas a la orilla del cenote sagrado, puede ser la vaporosa figura de una mujer que llora el engaño del amado.
“Pero la Xtabay, jamás.»
Retomado de La mujer Xtabay
La confusión de Xtabay y una versión aún más antigua e inquietante, Xcab, la diosa del suicidio, enreda más la trama… [continuará]
Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).
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