Dolan ha sido víctima de burlas y escarnios de críticos. Cuando recibió su primer premio por Mommy, lloró, un llanto sincero, sensible. Fue apedreado por la crítica, porque a la crítica no le gusta ver a un homosexual, y menos llorando, y menos a un joven, y menos por una película que supera por mucho a sus contrincantes heterosexuales y adultos
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En días pasados se dio a conocer el inesperado retiro del cineasta canadiense Xavier Dolan de la pantalla grande. Afirmó en entrevista con el periódico español El Mundo que dejará definitivamente de dirigir películas: “Es una gran decepción pasarte la vida denunciando los crímenes de odio contra los homosexuales y ver a la vez cómo crecen… Creímos que el odio al diferente era cosa del pasado, y nos equivocamos…”
Por otro lado, Dolan aclaró en su cuenta de Instagram que sus palabras dichas en aquella entrevista fueron editadas en el artículo publicado en El Mundo. Me di a la tarea de leer la entrevista publicada en dicho medio, así como de escuchar el fragmento de audio compartido por El Mundo, en respuesta a la réplica de Dolan en Instagram —por cierto, el fragmento compartido por el periódico español es de menos de 4 minutos, de un total de más de 30 que duró la entrevista, me surge la pregunta ¿por qué no la compartieron completa?
El artículo en cuestión sí resulta amarillista. Cabe mencionar que la traducción de la entrevista del inglés al español que El Mundo hizo no fue la más adecuada. Por esto es que cotejé y traduje yo misma las palabras dichas por Dolan. A continuación, transcribo una parte:
“Creo que nuestro problema es la inacción… Somos una sociedad individualista y simplemente no nos importa, en un mundo que se supone debiera estar alfabetizado, pero la gente está mal educada y desinformada. Ahí tienes a todos estos antivacunas, antiinmigrantes, antiLGBT+, gente intolerante ante todo aquello que es diferente… Estoy seguro de que la gente necesita historias, ahora más que nunca, para encontrar un escape de la realidad, pero hacer historias cuesta dinero y lleva tiempo, y yo ya no tengo ese dinero en este momento. He estado inyectando mis salarios en estas películas desde siempre.
“Algunas personas siguen diciéndome: ‘necesitas hacer algo pequeño, algo que no cueste nada’, y yo digo: ¿por qué no haría algo con grandes producciones, decorados, donde a la gente se le pague de verdad por hacer su trabajo?, ¿por qué?, ¿por qué no escribiría una historia con viento y lluvia y nieve para que sea visualmente atractivo?, ¿por qué no iba a vestir a la gente con trajes texturizados y atuendos complejos?, ¿por qué no iba a escribir algo con detalle?, ¿por qué querría hacer algo por nada?, ¿para demostrar que soy mano de obra barata?”
Si bien, en este fragmento de casi cuatro minutos se escucha a un Dolan enojado, frustrado, y hasta cierto punto irrespetuoso al interrumpir las intervenciones del periodista en cuatro o cinco ocasiones, la entrevista publicada en El Mundo condensa, con falta de eficacia y sobra de morbosidad, el mensaje del director; edita el orden de las palabras de Dolan para dejar los comentarios fuera de contexto, que hacen parecer a Dolan un director de cine frustradísimo y más que furioso con la sociedad.
La entrevista tampoco es mentira, simplemente está descontextualizada. Leer y escuchar la versión entera de Xavier Dolan, coloca en otro sitio al director, y yo le doy la razón.
Volteemos a ver a México, un país que, por cierto, tiene bastantes seguidores del cine hecho por el también actor canadiense. En México se le aplaude con lágrimas de simpatía y compasión a la influencer Wendy Guevara, por sus vivencias testimoniales, que, si bien, son válidas, no son ni las únicas ni las que debieran merecer tal elogio. Sobre esto tal vez profundice en mi siguiente columna.
Pero volvamos a Xavier Dolan, un artista de primer orden que está desesperado por ver que el público centra su atención en asuntos irrelevantes, como bien lo dijo en sus respuestas.
Dolan comenzó su carrera como director de cine a los 19 años, con su ópera prima Yo maté a mi madre (2009), que le valió múltiples premios, seguido de Los amores imaginarios (2010), excelente película por su fotografía, soundtrack, trama, guion y vestuario; Laurence Anyways (2012), que refleja la transición de una mujer trans y los conflictos laborales, sociales, familiares y amorosos a los que se enfrenta, una de mis películas predilectas, todo ahí es perfecto; Tom en la granja (2013), película en que Dolan incursiona en el cine de misterio, como siempre, mezclado con la homosexualidad y las disidencias de género; Mommy (2014), sublime película que aborda las relacionas filiales de un adolescente, paciente psiquiátrico, con su madre y una vecina de la misma edad de la madre del adolescente, hacia quien el adolescente transfiere emociones confusas, aquí resalto la escena en que el protagonista abre la pantalla con sus brazos mientras va avanzando en medio de la calle sobre las ruedas de su patineta, una escena que se queda registrada en la historia del cine; No es más que el fin del mundo (2016), el misterio regresa para concatenarse nuevamente en las relaciones caóticas de una familia que poco conoce la historia del protagonista, un personaje al borde de la muerte por una enfermedad sugerida pero que no se dice; La muerte y vida de John F. Donovan (2018), y Matthias & Maxime (2019): amores, homosexualidad, juventud, charlas prolongadas.
Xavier Dolan merece ser visto porque su cine es un cine bien producido. Dolan es también productor y guionista de sus propias películas, asimismo, actúa en la mayoría de las mismas, pero también en películas de otros directores, sus actuaciones son dramáticamente hermosas. Incluso ha incursionado en la dirección de videoclips, su mejor logro: el video Hello, canción escrita e interpretada por la artista británica Adele.
Es una pena que Xavier Dolan decida retirarse de la dirección filmográfica del largometraje, mas no así con las series, pues recientemente se estrenó La noche que Logan despertó, dirigida por él.
Dolan es de mis directores de cine predilectos, no hay duda, su narrativa va contracorriente, la estética de las escenografías son siempre precisas, ni hablar de los vestuarios, alejado de la discreción, cercano siempre a la exquisitez en el vestir, el maquillaje exagerado, la fotografía precisa, a veces turbulenta y espasmódica, escenas con frecuencia lentas, disfrutables, acompañadas de nieve, de lluvia, de nubes, de prendas flotantes que caen del cielo en la alegría y la pasión de transitar en el género, como en Laurence Anyways, o en los inclementes vientos sacudiendo la larga cabellera de Adele en su video sepia Hello, cobijada la cantante por un divino abrigo de fur en el bosque desolada; los teléfonos de inicios del 2000, rasgo característico de él, en todas sus películas y videoclips; la sugerente iluminación que raya en lo oscuro y lo misterioso; rescata sin miedo el vestuario de los ochentas y noventas, y lo hace a todo color, un color, por cierto, con filtros azulados, fríos, o amarillentos, anaranjados, más cálidos, dependiendo de la película en turno.
Pero no podemos hablar de Xavier Dolan sin hablar de música. La sincronía exacta de las escenas excelentemente logradas con la pieza musical más adecuada. Desde Pass this on de The Knife, hasta el Vivo per lei de Andrea Bocelli, Dragostea din tei de O-Zone, canciones de Céline Dion, Grimes, Pet Shop Boys, Etta James, Visage, Janis Joplin, Arcade Fire, Lana del Rey, Simple Plan, Beethoven, Dido, Vivaldi, Britney Spears, Brahms, The Cure, Prokofiev, Fever Ray… ¿Qué más se le puede pedir?
Dolan, al igual que Almodóvar, llevó a las pantallas un cine pop, pero un cine pop de autor, un cine pop de culto, bien escrito, dirigido y pensado.
Su versatilidad en géneros musicales se despliega en cada una de sus películas, pero también su cultura, su cosmovisión, su postura política, su enojo ante las injusticias acometidas en contra de la comunidad LGBTQ+, en especial en contra de homosexuales y mujeres trans. Es un cine desgarrador, hecho desde el dolor, que ciertamente no debe ser menospreciado.
Otro punto importante es su edad, un caso que es notorio por tratarse de un joven de 19 años incursionando y compitiendo en los festivales de cine más consagrados en la industria cultural y cinematográfica.
Dolan ha sido víctima de burlas y escarnios de críticos. Cuando recibió el primer premio que le mereció la película Mommy, lloró, un llanto sincero, sensible. Fue apedreado por la crítica, porque a la crítica no le gusta ver a un homosexual, y menos llorando, y menos a un joven, y menos por una película que supera por mucho a sus contrincantes heterosexuales y adultos.
Se nos ha ido un cineasta con un ojo único, un esteta que aprecia el atuendo, la elegancia, que ahonda en las historias incómodas pero necesarias, que defiende a la comunidad LGBTQ+ de forma bastante original. Un director y actor como los que nos hacen tanta falta.
Ni modo, a veces los mejores artistas nos sorprenden con su despedida a muy temprana edad. Pero nos deja un cine espléndido, un cine que no dejará inmóvil a nadie.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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