Viva y sin miedo, así piden recordar a Lesvy

4 mayo, 2019

Dos años después del feminicidio de Lesvy Berlín Osorio en las instalaciones de la UNAM, en el Instituto de Ingeniería crece un rosal al lado de una caseta telefónica, plantado como un recuerdo de la estudiante universitaria. El cariño y la búsqueda de justicia convirtieron una escena del crimen en un Jardín de la Memoria

Texto y fotografías: María Fernanda Ruíz

Araceli Osorio, madre de Lesvy Berlín Osorio, invitó este viernes, en la ceremonia final del aniversario luctuoso de su hija, a conmemorar con dolor, pero también con orgullo, la vida de la joven.

“No sólo hacemos memoria para exigir justicia y verdad sino que también la construímos. Como decía la abogada Sayuri Herrera, tenemos que hacer memoria de los procesos de búsqueda de verdad y justicia para que cuando tengamos la sentencia definitiva por feminicidio agravado podamos dar pie a buscar verdad y justicia también para Aideé, para Lupita, para  Mariela Vanessa quien se encuentra desaparecida”.

El 3 de mayo del 2017 dentro de las instalaciones de la Universidad Nacional Autónoma de México asesinaron a Lesvy Osorio. Las autoridades la criminalizaron, negaron investigaciones y dijeron que se trataba de un suicidio.

Dos años después, la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México pidió una disculpa pública por esas acciones y por orillar a su familia a sostener una lucha legal contra las instituciones de justicia encargadas del caso.

Éste es el segundo año que para recordar a Lesvy se realiza una caminata “por la vida y por la paz”, que inicia en el kilómetro 13 ½ de la carretera Picacho-Ajusco, donde según la convocatoria son encontrados muchos cuerpos sin vida de mujeres en la Ciudad de México.

“La caminata la realizan personas de la tradición, personas que comparten una cosmovisión de la vida y de la muerte que compartía mi hija Lesvy, contó Araceli. Los guías de la caminata forman parte de La Estirpe Ancestral y del Consejo de Ancianos de Teotihuacán; el 2 de mayo de este año llegaron del Ajusco al Jardín de la Memoria en Ingeniería y ahí pasaron la madrugada del 3 en una velada que duró seis horas.

Una marcha por decenas de víctimas

Lesvy no es un caso aislado. La muerte ronda las instalaciones de la UNAM. El 29 de abril, Aideé Mendoza, estudiante del CCH Oriente, fue asesinada presuntamente por una bala perdida, dentro de un salón, mientras tomaba una clase de matemáticas.

A las diez de la mañana, algunos contingentes que protestaban por el asesinato de Aideé se unieron a otra protesta por otro feminicidio dentro de las instalaciones universitarias, la conmemoración del asesinato de Lesvy. En el CCH Oriente el colectivo feminista Rosas Violentas convocó a reunirse a esa hora; la Asamblea de Profesores de la UNAM citó en la Bombilla a las 10:30 AM y, en Rectoría, comunidad de la Facultad de Derecho se encontró con las de Ciencias y Psicología, además de la organización Central de Estudiantes Universitarios y la Coordinación de Familiares de Estudiantes Víctimas de la Violencia, para partir al mediodía junto a Araceli Osorio rumbo a la caseta telefónica del Instituto de Ingeniería.

Integrantes del colectivo feminista Rosas Violentas. Foto: María Fernanda Ruiz.

Al llegar a la caseta las egresadas y estudiantes de Rosas Violentas, del CCH Oriente, subieron a la tarima a leer un pliego petitorio que exige llevar la investigación hasta las últimas consecuencias; dar acompañamiento jurídico y psicológico a la familia de Aideé Mendoza; destituir al director de su escuela, Víctor Efraín Peralta, por incompetencia y ocultamiento de información.

También pidieron que la comunidad estudiantil decida quién será su nuevo director; el despido de agresores sexuales que tengan cargos académicos; sancionar o dar de baja definitiva a alumnos denunciados por acoso o violencia sexual; espacios seguros con perspectiva de género y transporte seguro y gratuito para todos los compañeros en planteles que se encuentran en las periferias de la Ciudad de México.

El asesinato de Aideé es el caso mediático más reciente, pero dentro de la UNAM se han documentado más. La organización “Nos Hacen Falta” lleva cuatro años acompañando a familias de víctimas de desaparición, desaparición forzada, feminicidios, ejecución extrajudicial y asesinatos en la UNAM.

“El acompañamiento a las familias involucra muchas cosas, no solo las marchas, también ir con ellas a las diferentes instituciones. Tenemos un registro desde 2002 hasta 2019 de más de 70 casos de violencias a estudiantes, de los cuales más de 40 han sido durante el periodo de Graue”, cuenta Diana Esbri, integrante de “Nos Hacen Falta”.

A la marcha también acudieron María Victoria Malagón, madre de Luis Roberto Gaona Malagón, estudiante del quinto semestre de derecho, y Lourdes Mejía, madre de Carlos Sinuhé, ambas son parte de la Coordinación de Familiares de Estudiantes Víctimas de la Violencia y hoy decidieron marchar por Lesvy y por Aideé con mantas de fotografías de sus hijos.

El 18 de agosto del 2017 Luis Roberto Gaona no regresó de la escuela. A un año nueve meses de su muerte dentro de las instalaciones de la UNAM su madre cuenta que su caso sigue sin respuestas.

“No tengo un rector que me apoye. El director de la Facultad de Derecho, Raúl Contreras Bustamante, me dijo que no busque justicia, que no encontraré culpable porque fue muerte natural, que tenía epilepsia pero mi hijo ni siquiera estaba de alta en el seguro, si hubiera estado mal lo habría dado de alta pero él no tenía epilepsia” cuenta María Victoria.

En los casos de los familiares de Estudiantes Víctimas de la Violencia es común que las autoridades obstruyan, distorsionen o criminalicen a los jóvenes, dice Lourdes madre de Carlos Sinuhé. Para ella la experiencia de siete años de búsqueda de verdad y justicia por su hijo la usa para acompañar a familiares que en la actualidad pasan por lo mismo: “¿me pregunto por qué encubren tanto, por qué no entregan evidencia? Ya no creo en las autoridades y por eso pido que se haga una Comisión Autónoma de Investigación”.

El colectivo Nos Hacen Falta cree que la Universidad Nacional tiene la responsabilidad en todos los casos de violencias a estudiantes y por lo tanto deben hacerse responsables por lo que exigen que la Universidad ponga todos los recursos para la resolución de los casos.

Geraldina, estudiante del CCH, con su madre Guillermina.

“Cuando mi mamá y yo vimos en las noticias lo que le pasó a Aideé, nos conmovió porque somos parte de la comunidad, pude haber sido yo, esa madre que está llorando en el noticiero pudo ser la mía. Es inseguro estudiar en mi plantel, existen profesores que acosan, trabajadores, estudiantes. Para llegar a la escuela salgo con mucho valor y me prometo tener que regresar por mi mamá”, cuenta Geraldina, estudiante del CCH Oriente.

Cuando se le pregunta cómo se sentiría más segura responde que quizá mejorando la seguridad y que dentro de la escuela haya talleres que ayuden a concientizar a los compañeros de lo que está pasando en la actualidad en México.

Para Diana Esbri, del colectivo “Nos Hacen Falta”, la seguridad no se trata de poner más cámaras o aumentar la vigilancia: “Creemos que la comunidad universitaria tiene una voz y que las autoridades deben tomar en cuenta esa voz, deben dialogar con la comunidad universitaria que tiene un montón de exigencias que tenemos por ejemplo las mujeres pero hasta este momento no hemos podido tener un diálogo con las autoridades”.

Araceli Osorio cree que acabar con la violencia en la UNAM puede empezar con pequeñas acciones hasta con acciones que van de acuerdo a la responsabilidad de los funcionarios.

“Tienen que llevar acciones conjuntas, tener ejes rectores en materia de seguridad, acceso a la justicia, equidad de género que permitan garantizar que nuestro tránsito por la universidad sea seguro. Realizar un análisis de la situación, de las emergencias y prestar atención a la prevención de delitos y a no abonar a la discriminación porque todo empieza ahí, donde hay un privilegio hay alguien que pague por ese privilegio”, explica Araceli Osorio.

Araceli Osorio, madre de Lesvy.

Una duda y dos certezas

“Recordar a una Lesvy con muchas ganas de vivir, recordarla con jornadas culturales, con su cabello al aire, que es como un diente de león, sus ojos casi color miel. A dos años de su feminicidio tengo una pregunta y dos certezas, ¿cómo sería de seguir siendo? Y mis certezas son que nos amaría siempre y que nunca diría sé lo suficiente. Así quiero que la recuerden, viva, con todas esas ganas de hacer, de sentir, sin miedo”, dice Araceli.

El evento acaba con una amenaza de lluvia y un fuerte viento despeina a Araceli… “qué padre, es como si dijera ‘hey, aquí estoy’”, y continúa recogiendo el espacio donde minutos antes se recordó a su hija con música, poesía y denuncias que buscan verdad y justicia.

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