Las familias de clase media a inicios del siglo XIX contaban con una sala común en sus casas, por lo que, afirma Woolf, “si una mujer escribía, tenía que escribir en la sala común”, lo cual propiciaba las interrupciones, y apuntala que las mujeres difícilmente podían tener siquiera media hora que fuera realmente suya
Por Évolet Aceves / X: @EvoletAceves
Publicado por vez primera en octubre de 1929, A Room of One’s Own (o Una habitación propia) es el libro más conocido de Virginia Woolf (leí una edición de 1981 de la editorial Harcourt Brace & Company en el idioma original, las traducciones al español citadas aquí las hice yo).
Este libro consta de dos tesis esenciales: 1) las mujeres deben tener dinero y privacidad para poder escribir; 2) el genio necesita de libertad, y sin dinero —es decir, siendo dependiente de un tercero—, la libertad es imposible de lograr.
Para Woolf, la experiencia del hombre dista mucho de la de la mujer, por lo que cada uno —escritor y escritora— experimentan una escritura distinta, que equivale al contenido de sus propias experiencias.
Woolf contrapone la seguridad y prosperidad de un sexo frente a la pobreza e inseguridad del otro. Incluso describe cómo pasó de pertenecer a la clase trabajadora, a ser una mujer adinerada. Algunos de sus empleos fueron, por ejemplo, en periódicos reportando eventos aleatorios, como el espectáculo de algún burro o alguna boda; “leyendo a ancianitas, haciendo flores artificiales, enseñando el alfabeto a niños de kínder”, hasta que un día recibió una carta: una tía suya había muerto al caer mientras montaba su caballo en Bombay.
La tía le había heredado 500 libras por año por el resto de su vida. Ahí da comienzo su soltura económica que le permitiría escribir por el resto de su vida. O al menos así lo hace entender Woolf en dicho texto. Si bien, se dice que su familia era ya de por sí adinerada, la escritora se inició en el periodismo escribiendo artículos por necesidad económica en el año de 1904.
Tanto en Francia como en Inglaterra, dice Woolf, las poetisas precedieron a las novelistas, hablando exclusivamente de escritoras.
A lo largo del ensayo, Woolf utiliza como ejemplos a Jane Austen, a las hermanas Brontë y a George Elliot, para hablar en torno a las carencias de tiempo y de un espacio propio que les impedía escribir con libertad, a rienda suelta. Encuentra una similitud entre todas ellas: ninguna tuvo hijos, lo cual les permitía tener más tiempo a solas, sin embargo, todas pertenecían a la clase media, y como apunta, dice Woolf, Miss Emily Davies, las familias de clase media a inicios del siglo XIX contaban con una sala común en sus casas, por lo que, afirma, “si una mujer escribía, tenía que escribir en la sala común”, lo cual propiciaba las interrupciones o distracciones, y apuntala que las mujeres difícilmente podían tener siquiera media hora que fuera realmente suya. De ahí concluye que “sería más fácil escribir prosa y ficción en ese escenario, que escribir poesía o teatro. Menos concentración es requerida”.
Para ahondar en la concepción que Woolf tenía sobre poesía y ficción, extraigo breves fragmentos en donde reflexiona sobre dichos géneros: “La verdadera razón por la que la poesía deja a uno en tal estado de arrobamiento, de éxtasis, es porque ésta celebra algún sentimiento que se llegó a tener”, escribe Woolf al hablar de la interpretación del lector de poesía.
Sobre la ficción, afirma lo siguiente: “La ficción debe apegarse a los hechos, y tanto más reales, mejor es la ficción”, y más adelante dirá que “la ficción es como una telaraña, atada siempre, muy ligeramente tal vez, pero aún así atada a la vida por sus cuatro esquinas. A menudo esa atadura es apenas perceptible”.
Y, a propósito de las relaciones que Woolf encuentra entre dichos géneros literarios, en su ensayo “Notes on an Elizabethan Play”, parte de otro de sus libros de ensayo, The Common Reader (1925), lo afirma de nuevo: “Hemos estado comparando la obra teatral con la prosa, y la obra teatral, después de todo, es poesía. La obra de teatro es poesía, mientras la novela es prosa […] Aquí, en la obra de teatro, reconocemos lo general; aquí, en la novela, lo particular”.
Woolf quiere dar a entender el teatro como la exaltación de las emociones, que cobran forma a partir de la dramatización; es el esplendor de la recreación literaria en el plano físico, visto desde la generalidad, desde un solo punto, el del espectador; mientras la novela es la minuciosidad, el detalle de lo que la interpretación no alcanza a cubrir pero la imaginación sí.
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Évolet Aceves escribe poesía, cuento, novela, ensayo, crónica y entrevistas a personajes del mundo cultural. Además de escritora, es psicóloga, periodista cultural y fotógrafa. Estudió en México y Polonia. Autora de Tapizado corazón de orquídeas negras (Tusquets, 2023), forma parte de la antología Monstrua (UNAM, 2022). Desde 2022 escribe su columna Jardín de Espejos en Pie de Página. Ha colaborado en revistas, semanarios y suplementos culturales, como: Pie de Página, Nexos, Replicante, La Lengua de Sor Juana, Praxis, El Cultural (La Razón), Este País, entre otros. Fue galardonada en el Certamen de ensayo Jesús Reyes Heroles (Universidad Veracruzana y Revista Praxis, 2021). Ha realizado dos exposiciones fotográficas individuales. Trabajó en Capgemini, Amazon y Microsoft. Actualmente estudia un posgrado en la Universidad de Nuevo México (Albuquerque, Estados Unidos), donde radica. Esteta y transfeminista.
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