2020 fue un año brutal para los niños y jóvenes del mundo, sobre todo para los 75 millones de niños y jóvenes cuya educación ya había sido interrumpida por emergencias y crisis prolongadas. La crisis en Burkina Faso y en toda la región del Sahel central se encuentra entre las que se están deteriorando más rápidamente en el mundo
Por Yasmine Sherif / IPS Noticias
Mirando en retrospectiva al 2020, todos llevamos las cicatrices de un año devastador; aunque ninguno como el de los niños y niñas de todo el mundo. La pandemia de covid-19 interrumpió la educación de más de mil 600 millones de niños y jóvenes en todo el mundo y continúa haciéndolo.
También ha profundizado las desigualdades socioeconómicas y aumentado las inseguridades en todo el mundo, lo que afectó aún más la vida de las niñas y los niños en todas partes. Los conflictos continuos y prolongados, los desplazamientos forzosos y el empeoramiento de la crisis climática no fueron menos indulgentes.
2020 fue, en resumen, un año brutal para los niños y jóvenes del mundo, sobre todo para los 75 millones de niños y jóvenes cuya educación ya había sido interrumpida por emergencias y crisis prolongadas, y que ahora se ven doblemente afectados por la covid, y los impactos continúan hasta el día de hoy.
Es fundamental que nos tomemos un momento para reflexionar y conmemorar el reciente Día Internacional de la Educación. Precisamente ahora es cuando debemos reforzar nuestro compromiso con la educación como herramienta fundamental para abrir un camino a seguir para todos los niños del mundo y su futuro, como se me recordó nuevamente en mis viajes recientes a Burkina Faso y el Líbano, ambos tambaleándose por múltiples crisis.
El conflicto y la inseguridad han expulsado a un millón de personas de sus hogares en Burkina Faso en los últimos años. Las instalaciones educativas fueron objeto de ataques, maestros y estudiantes han sido atacados y los cierres de escuelas debido a los ataques se duplicaron de 2017 a 2019, interrumpiendo la educación de más de 400 mil niños.
Maestros y estudiantes de Kaya, la quinta ciudad más grande de Burkina Faso, donde muchas familias desplazadas han huido debido a la inseguridad y la violencia, me mostraron su trágica y desafiante realidad la semana pasada.
Las escuelas carecían gravemente de infraestructura para albergar a los estudiantes, faltaban materiales didácticos y no había agua ni saneamiento. Algunas aulas han triplicado su tamaño y ahora tienen más de cien alumnos cada una.
Además de esto, la pandemia ocasionó el cierre de todas las escuelas durante varios meses en 2020. Actualmente, hay más de 2.6 millones de niños sin escolarizar y en las seis regiones más gravemente afectadas de Burkina Faso, la tasa de finalización de la escuela primaria es solo de 29 por ciento.
Sin embargo, incluso en estas escuelas mal equipadas y superpobladas, la esperanza y la positividad no han desaparecido y los maestros, los trabajadores y el entusiasmo incontenible de los propios estudiantes las mantienen vivas. Rodrigue Sawodogo, un niño de nueve años desplazado por el conflicto, me dijo: “Me gustaría ser policía para salvar a mi país, porque quiero que todos vivan en paz”.
La crisis en Burkina Faso y en toda la región del Sahel central se encuentra entre las que se están deteriorando más rápidamente en el mundo. Podemos observar y no hacer nada en absoluto para ayudar a dar una oportunidad a niños como Rodrigue de lograr sus sueños, o podemos actuar ahora mismo, invirtiendo en los niños y adolescentes para empoderarlos para que alcancen su máximo potencial y se conviertan en agentes de cambio positivos para sus comunidades.
La Educación No Puede Esperar (ECW, en inglés), el fondo mundial dedicado a la educación en emergencias y crisis prolongadas, en asociación con el gobierno de Burkina Faso, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la organización suiza Enfants du Monde, ha lanzado un programa plurianual que tiene como objetivo brindar educación a 800 mil niños y adolescentes en regiones del país afectadas por las crisis.
ECW brinda 11.1 millones de dólares iniciales para tres años de financiación inicial. Pero eso no es suficiente. Hacemos un llamado a los donantes públicos y privados para que recauden otros 48 millones para llegar a todos los niños vulnerables.
Solo unas semanas antes de mi visita a Burkina Faso, también viajé al Líbano en diciembre de 2020 para revisar las crisis educativas que enfrenta el país y abogar a nivel mundial por más fondos para facilitar el acceso a la educación para todos. El Líbano alberga la mayor proporción de refugiados por habitante de la población local en el mundo. Desde 1948 ha sido el hogar de una gran comunidad de refugiados palestinos, mientras que más de un millón de sirios han cruzado la frontera desde 2011.
Las crisis económicas, sanitarias y políticas agravadas están poniendo en peligro a más de un millón de niños y jóvenes en el Líbano. Según el Informe de resultados anuales de ECW de 2019, más de 630 mil niños sirios y 447 mil 400 niños libaneses vulnerables enfrentaron desafíos para acceder a la educación.
El sistema bancario se ha derrumbado y más de la mitad del país vive en la pobreza, según un informe de 2019 de la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia Occidental. Y eso fue antes de que la covid profundizara la recesión económica y antes de que el puerto de Beirut fuera destrozado por una explosión catastrófica en agosto, matando a 200 personas, dejando a 300 mil sin hogar y dañando 140 escuelas.
Un mes después de la explosión, ECW aprobó un fondo de emergencia de 1.5 millones de dólares para rehabilitar rápidamente 40 escuelas y ayudar a 30 mil niñas y niños a reanudar el aprendizaje.
Durante esta última misión, ECW trabajó junto con el gobierno libanés, oenegés locales y socios de las Naciones Unidas para crear programas de resiliencia de varios años en el Líbano. Estos tienen como objetivo cerrar la brecha entre las respuestas humanitarias a corto plazo y las intervenciones de desarrollo a más largo plazo.
Está a punto de lanzarse un programa similar de resiliencia plurianual para el sector de la educación en Burkina Faso, Malí y Níger. La educación es un sector de desarrollo y requiere inversiones sostenidas para salvar a millones de niñas del matrimonio precoz, el parto prematuro y a los niños de unirse a grupos terroristas armados.
Para hacerlo, ECW necesita los fondos necesarios para financiar completamente estos programas de varios años. Hacemos un llamamiento urgente a los donantes de los sectores público y privado para que ayuden a cerrar la brecha de financiación para proporcionar una educación inclusiva y de calidad tanto a los desplazados internos, a los niños refugiados como a las comunidades de acogida vulnerables.
Nuestro pasado no define nuestro futuro. La violencia, las inseguridades y las crisis que han definido 2020 solo nos inspirarán a hacer más, a actuar más rápido y a construir una base más sólida y resistente. En este Día Internacional de la Educación, esperamos que pueda tomarse un momento para reflexionar sobre cómo la educación ha impactado en su vida. ¿Está listo para compartir su privilegio con otros menos afortunados?
Lo alentamos a pensar en los millones de niños en múltiples crisis y en cómo todos compartimos la responsabilidad de ayudar. Todos hemos sido afectados por la pandemia.
Compartimos una humanidad común y una experiencia humana común. Sirvamos a los más vulnerables, los niños y jóvenes afectados por crisis, y estemos allí para ellos cuando más nos necesiten. Dejemos que nuestras elecciones morales se traduzcan en apoyo financiero. Hagamos del Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 una realidad para todos los más rezagados.
*La autora es directora de La Educación No Puede Esperar (ECW).
Este artículo fue publicado en IPS Noticias. Lo reproducimos con su autorización.
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