El confinamiento por covid-19 detonó la violencia familiar para las poblaciones LGBTIQ+. Muchas personas tuvieron que dejar sus hogares huyendo de la violencia ejercida por su familia debido a su identidad de género o preferencia sexual
Texto y fotos: María Ruiz
Gabriel Olvera tuvo que dejar su casa en medio de la pandemia: “Sufrí una agresión física por parte de mi padrastro. Me pegó cuando se enteró que tengo novio”. Como Gabriel, su amigo Richard, también huyó de las agresiones físicas y verbales de su papá:
“Durante el proceso de la pandemia todos, todas y todes sufrimos ese confinamiento y fue como el auge donde hubo mucha discriminación en nuestros hogares, ya sea por parte de nuestros papás, hermanos o tíos. Yo no aguanté la situación en mi casa y me fui” cuenta Richard.
Ambos jóvenes se conocieron en el Refugio Casa Frida, un espacio que abrió sus puertas en plena emergencia sanitaria. Dejar sus casas no fue fácil. Richard durmió una noche en la calle solo con 50 pesos en su bolsa. Tuvo suerte de encontrar espacio en el refugio. En su propia experiencia encuentra la importancia de que existan lugares así para personas que estén pasando por situaciones similares a la suya:
“En nuestro caso nos salimos de nuestro “espacio seguro” porque llega la pandemia e incrementa la ola de discriminación y lo peor de todo es que dentro de nuestra propia familia. Si mi propia familia me está discriminando, ¿qué hago? pues salgo a la calle.»
Y aunque la necesidad de refugios para estas poblaciones es grande, la cantidad de lugares similares a Casa Frida se pueden contar con una mano.
Alex Orué, director ejecutivo de It Gets Better México, una organización dedicada a prevenir el suicidio, cuenta que, si antes era “normal” para jóvenes LGBTQI+ dejar sus casas, por la hostilidad hacia sus identidades o preferencias sexuales, con la pandemia esto fue más evidente:
Alex Orué, director ejecutivo de It Gets Better México.
“Lo que vimos es una variedad de situaciones. Si en casa no tenían apoyo pero sí en la escuela (con el confinamiento), se cortó de tajo esa red de apoyo que es vital. Hubo situaciones donde a lo mejor no se les echaba de casa pero se les empezaba a cobrar renta, les quitaban las llaves para que no pudieran salir fácilmente o hermanos mayores les violentaron físicamente y ante los ojos de mamás y papás”.
Según cifras del 2019 de Conapred el padre es la figura que más rechaza al momento de enterarse que un integrante de la familiar pertenece a la población LGBTIQ+. El rechazo es mayor cuando se trata de identidad de género.
Orué también puntualiza en los peligros a los que se enfrentan al dejar sus casas y habitar las calles:
“El riesgo es que busquen ayuda en lugares donde todavía haya más riesgos. Hay mucho depredador, dentro y fuera. Mujeres queer se ven en riesgo de vivir dinámicas de abuso: si reciben ayuda empiezan solicitudes de favores sexuales y es muy común que jóvenes se vean obligados a vivir esto porque si no lo hacen los echan” explica.
Por ello surgió Casa Frida. Ante la necesidad de lugares seguros para quienes viven violencia, discriminación o están en un estado de vulnerabilidad del que no pueden salir sin ayuda. Abrieron el 13 de mayo y desde entonces han apoyado a 58 personas LGBTIQ+.
No solo dan alojamiento y comida, también incluyen un programa de capacitación y de cuidados a la salud mental. Raúl Caporal, coordinador del refugio, explica:
“Algo importante es que queremos construir programas de acompañamiento. Buscamos que sea un espacio de transición. Que no genere dependencia, sino independencia y que una vez que egresen se vayan con la conciencia de que son parte de una comunidad”
El refugio cuenta con un programa de acompañamiento psicosocial que incluye atención de profesionales y compra de medicamentos; y también un programa educativo con el que vinculan a las personas refugiadas con espacios de capacitación y talleres sobre derechos humanos, género, programación de sitios web, fotografía, entre otros.
Ancy Sophia, una joven mujer trans que estudia dos carreras universitarias, lleva tres meses viviendo en el refugio. Ella dejó su casa por violencia familiar y violencia sexual por parte de un familiar. Su familia encubrió al agresor y ella decidió irse.
“(La pandemia) me afectó de muchas formas. Estaba cayendo en una depresión muy cañona. Allá a donde voy a la hormonación, a Clínica Condesa, el psiquiatra ya me había dicho que tenía que estar internada porque tenía ciertas ideaciones suicidas. Mi familia en vez de ayudarme me hizo a un lado y me empezaron a tratar mal, a ignorar. Chicas y chicos viven demasiadas violencias en sus casas y eso puede llegar a detonar un suicidio o a vivir en la calle. Realmente en México no se ha dimensionado esta problemática como debería de ser” cuenta.
Ouré explica que durante el confinamiento las llamadas de la población LGBTIQ+ que querían quitarse la vida aumentaron:
“recibimos bastantes mensajes. Sí hubo un incremento de gente en riesgo de suicidio. A nosotros se nos disparó 700 por ciento el tráfico vía Facebook”
La organización It Gets Better México también canaliza a refugios dependiendo del riesgo en el que la persona se encuentre. Desde que Ancy llegó a Casa Frida su salud mental mejoró:
“Me ha ayudado vivir este proceso de conocer a mucha gente. Y también el aprendizaje que me ha dado es amar, amar a las personas como son y amarme a mi también. Porque antes no me amaba y me estaba dejando caer tanto que sentía que mi vida no tenía sentido. Si veo a la Ancy que llegó aquí a principios de agosto a como ya está ahorita en noviembre, sí he tenido un cambio bastante visible y yo me sigo superando. Estoy a un paso de egresar y me voy muy contenta con todo lo que se me brindó aquí” cuenta.
De acuerdo con la última encuesta de Conapred, la CDMX es la que más reporta denuncias de discriminación hacia la población LGBTIQ+ pero esta puede ser una cifra engañosa:
“Hay que poner en la mesa que si se están reportando es porque la gente sabe que eso está mal y las instituciones pueden hacer algo al respecto”. Orué menciona esto con el afán de evidenciar que en otros estados no hay denuncias porque la discriminación es mayor y las personas agredidas no tienen acceso a la justicia o no saben que pueden hacerlo.
Vanessa tiene 54 años y es compañera de cuarto de Ancy. Ella llegó de San Luis Potosí después de sufrir una violación. Huyó de su estado y fue canalizada por una organización de Querétaro a Casa Frida. Al principio pensó que por su edad ya no la aceptarían, ni que se iba a encontrar con un espacio donde se cuidara y respetara la diversidad:
“Nunca me imaginé que fuera de mi género, que aquí iba a tener un lugar tan hermoso, donde iba a llegar a amar, porque mi corazón estaba desolado, desecho por tanta violencia. Aquí vine a recuperar la identidad que había perdido. En estos momentos me siento con una satisfacción muy bonita por tener una cama, donde bañarme, ya no dormir en la calle, hacerme sentir que valgo, no por mi edad, si no por lo que una es”.
Como Vanessa, Gabriel también se siente contento consigo mismo. Y ven en esta felicidad la importancia de vivir en un espacio seguro:
“Antes de Casa Frida no me pintaba las uñas, ahora traigo ropa que me gusta. Me ha ayudado a ganar seguridad y empezar a hacer mis sueños realidad. El confinamiento fue como volver a renacer, ya no tengo que estar fingiendo en casa cosas que no soy, no tengo que ver cosas que no me gustan, puedo tener hasta Barbies dentro de mi cuarto” .
Gabriel.
Richard también se encontró a sí mismo en el refugio:
“Descubrir mi orientación sexual fue como romper un enorme cristal de heteronormatividad. Yo no me aceptaba como gay al 100 por ciento, siempre decía que era bisexual, ahora sé que me siento identificado como demisexual*. Me enamoré de mí mismo y me descubrí y esa es otra cosa súper chida de Casa Frida, que aquí te descubres”.
Richard.
Alex Orué explica que cada situación es diferente y que llegar a un refugio es el último recurso y depende de cada situación:
“En It Gets Better lo que hacemos es brindar recursos para fortalecerles y que puedan aguantar hasta independizarse pero eso es un lujo para muchas personas. Con las personas trans es un tema muy particular porque ese closet es de otro tamaño y de otras dimensiones, es una población en la que por lo general la escuela y el trabajo les ponen en una situación de mucho riesgo”.
Richard piensa que hay que erradicar el problema de discriminación en casa desde la raíz, acabar con el machismo que se hereda como efecto dominó del abuelo, al papá, al hermano y llenarlos de información para que conozcan qué es la diversidad.
Para Ancy dejar de romantizar la idea de la familia ha sido parte de su proceso, sin embargo no deja fuera una petición muy especial para quienes pasen una situación similar a la suya:
“Que apoyen a sus hijos, que los cuiden, que no escatimen en amor ni en ayudarlos a cumplir sus metas. Al final somos humanas, humanos. Quieran a sus hijos, no los maltraten. Si un hijo llega y te dice oye mamá soy trans, pues sé que a lo mejor les va a costar pero acéptenlos. Así es como se salvan las verdaderas vidas, apoyando a sus hijas, a sus hijos y
dándoles mucho amor. Que en vez de que sea tu peor enemigo, que la familia sea un refugio para cumplir tus metas y tener calidad de vida”.
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