A dos años y 5 meses de iniciar su construcción, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles abrió sus puertas. El AIFA se llenó de miles de personas que, en apoyo al presidente López Obrador, o por mera curiosidad, acudieron a las instalaciones a su inauguración y después hicieron una enorme fila para salir de ahí en transporte público
Texto: Arturo Contreras Camero
Fotos: María Ruiz
ZUMPANGO, ESTADO DE MÉXICO.- Al interior de una pequeña sala de prensa improvisada, el presidente López Obrador lleva a cabo su conferencia matutina. El general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, explica las prestaciones del nuevo aeropuerto, pero a lo lejos, enmudecido, se escucha el eco de un grito. A la lejanía parecieran reclamos, pero después de un tiempo, el grito se aclara, son vítores por la inauguración del aeropuerto.
En los pasillos relucientes, a donde llegan los pasajeros al aeropuerto, una decena de personas corea “¡Es un honor estar con Obrador!”. Gente con máscaras de cartón con la cara impresa de la periodista Carmen Aristegui o de Joaquín López Dóriga, junto con un imitador del payaso Brozo, promueven la participación en la consulta de Revocación del Mandato.
La música no para y a pesar de los amplísimos galerones que conforman el nuevo aeropuerto, la gente se arremolina para caminar. Hoy, en su primer día de operación se espera que poco más de 2 mil pasajeros pasen por sus salas. Sin embargo, el aforo es mucho mayor.
Tan solo de invitados de honor a la inauguración del inmueble se suman mil 500 personas, según fuentes de la Secretaría de la Defensa Nacional. Entre ellos, Carlos Slim, el hombre más rico del país, o Emilio Azcárraga, presidente de Televisa, diversos gobernadores, así como diversas personalidades de la política y personas afines al movimiento de la Cuarta Transformación.
Ellos, sin embargo, no son los únicos que llenan de vida los pasillos del aeropuerto. Por lo concurrido de los pasillos, pareciera que otro par de millares de personas, que no viajan hoy ni que tampoco fueron invitados a la ceremonia, se dieron cita en el nuevo aeropuerto por el puro gusto de conocerlo. Deambulan entre música de bandas infantiles que convierten la inauguración en una verbena.
“La gente está muy feliz, se ve la esperanza ante esto de que alguien hacía promesas y promesas y nada, pero aquí está, pese a los obstáculos, las pandemias, las trabas que le pusieron. Aquí está el aeropuerto”, dice Laura Ramos, una de las personas que ni vuela ni viaja, pero decidió venir a conocer las instalaciones del nuevo aeropuerto.
“Misión cumplida. Es la suma de voluntades, la suma de esfuerzos lo que hizo posible esta gran obra”, aseguró el presidente durante su conferencia diaria que se llevó a cabo en las instalaciones del aeropuerto. “Ya está terminado y ya se va a entregar al pueblo de México, porque es una obra del pueblo, construida por trabajadores en beneficio del pueblo, de la nación”.
Esta es la primera obra de tres que parecieran fundamentales para esta administración, junto con la Refinería Olmeca, ubicada en Dos Bocas, Tabasco, así como el Tren Maya, que recorrerá toda la península de Yucatán.
La opinión no es solo de López Obrador, mucha de la gente que aterrizó durante este mediodía en el Felipe Ángeles parece compartir esa visión, como Leslie Palacios, una mexicana radicada en Los Ángeles que viajó de Tijuana, a la Ciudad de México.
“No quise perder la oportunidad de estrenar este aeropuerto. Por estrenar, por conocer, por apoyar al presidente, porque de verdad, muchos tal vez no lo ven, pero es una visión demasiado grande la que él tiene. Esto es el inicio, no conozco allá afuera, pero seguro va a empezar a haber comercio y eso genera bienestar para la gente de alrededor”, asegura.
Leslie viaja junto con Eliezer Chipule. Ambos usan una playera negra que les regalaron en el vuelo de Volaris del que acaban de descender y que en letras blancas inscribe que fue uno de los primeros vuelos en llegar al Felipe Ángeles. Un pequeño detalle de la aerolínea.
“Cuando llegamos había letreros de bienvenidos así por todos lados, muy amables, los señalamientos estaban divertidos, la música que hay es excelente, y en todo el edificio se siente ese toque de cultura mexicana”, añade Eliezer.
Su entusiasmo parece disminuir cuando se enteran de las posibilidades para llegar del aeropuerto a la Ciudad de México. Las corridas de camiones que saldrían de ahí rumbo a diferentes puntos están saturadas, por la alta demanda de las personas que asistieron a la inauguración. Los taxis no fueron suficientes y anuncian tiempos de espera de hasta dos horas. Por su parte, el Mexibús, una línea de autobuses que es el único transporte público que llega a la terminal hasta ahora, ante la demanda, desarrolló una fila que rebasaba el kilómetro de longitud y que demandaba más de una hora de espera.
“Está bien, es enorme esto, eso sí, el área es muy grande y las instalaciones se me hacen de primera”, asegura Raúl García cuando ve las filas y el tamaño del complejo aeroportuario. Raúl es otro curioso de la Ciudad de México que se quedó de ver con unos familiares suyos de Pachuca en el aeropuerto, que queda a mitad de camino entre las dos ciudades. Después, reconoce: “Le hace falta mucho, pero pienso que va bien”.
Pareciera que, como dice Raúl, las obras que faltan están principalmente al exterior del polígono del aeropuerto y habrían quedado a cargo del gobierno del Estado de México. Por ejemplo, el Mexibús solo cuenta hasta el momento con 12 camiones biarticulados, que probaron ser insuficientes ante la demanda del primer día.
Frente a la entrada principal del aeropuerto, a la que se accede vía la autopista del Arco Norte se erige un nudo de viaductos y puentes que miden unos 8 kilómetros y que desahogará seis caminos para entrar y salir del aeropuerto; sin embargo, de las seis rutas, solo cuatro operan, mientras se espera que las dos restantes inicien a finales de este año.
Al interior de los baños algunos de los excusados parecen no tener agua y los sensores de proximidad que activan los lavamanos parecen tardar más. Ante la molestia de los visitantes, José Luis, que trabaja como conserje en uno de ellos, se les acerca para decirles cómo hacer que fluya el agua.
“La verdad es que estoy muy feliz”, dice durante su primer día de trabajo. Hace un par de años, él compró una casa en Zumpango, y tenía que hacer largas horas de viaje para llegar a su trabajo. Hoy, las horas se redujeron a minutos y se convirtieron en la amable sonrisa de José Luis.
No es el único que inicia un día en un nuevo trabajo. Lilia Martínez está sentada detrás de un mostrador de información. “Si usted quiere ir al museo del Mamut, o al de la Aviación, le recomiendo que si no trae un vehículo, tome un taxi, o se suba al Mexibús y se baje en la siguiente estación, porque están a por lo menos media hora caminando”, advierte a uno de los pasajeros que recién desembarca en el Felipe Ángeles.
“Se siente muy bien, la verdad”, dice Lilia sobre su nueva responsabilidad. “No había trabajado en un aeropuerto y ahora tengo la oportunidad, yo era contadora pública, pero me cansé de ver números y ahora quiero ver personas”, dice sonriendo.
Durante los últimos meses, desde octubre que fue aceptada en el trabajo, inició un proceso de capacitación durante los que conoció a profundidad los cuatro niveles que componen el aeropuerto, como también lo explicaron las autoridades militares:
El primero es un nivel subterráneo, donde están los sistemas y aisladores sísmicos que permite que todo el edificio reduzca su movimiento y sus afectaciones en caso de un sismo fuerte en más de un 80 por ciento. Arriba, a nivel de piso, está la zona donde no solo aterrizan las aeronaves, también están las bandas de reclamo de equipaje y las salidas para los pasajeros que llegan.
Arriba hay otros dos niveles, en uno está el gran sistema de manejo de equipaje y en otro los pasillos de llegadas tanto internacionales como domésticas. Entre ambos se esparce un intrincado sistema de revisión de equipaje que no usa Rayos X para la revisión, sino que hacen tomografías computarizados que permiten a los pasajeros poner solamente su maleta y pasar a través de los escaneadores de cuerpo, sin la necesidad de removerse de sus artículos personales o de abrir y separar los contenidos de las maleta para sacar la computadora, la tableta o el celular.
Antes de entregar el aeropuerto, el presidente lanzó un par de mensajes mordaces a sus contrincantes, como él mismo los llama. “Me río porque nuestros adversarios hace algún tiempo, un año, mi amigo Jorge Berry, por ejemplo, cuando dijimos que el 21 de marzo del 22 iba a estar terminado el aeropuerto aseguró que no iba a ser posible y que guardaran el tuit, el mensaje”.
En un sentido parecido, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, también mandó un mensaje a los detractores del presidente. “Algunos de nuestros adversarios, cuando visiten el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, lo disfrutarán, aunque sea en silencio”.
A pesar de que este fue su primer día en operación, el aeropuerto aún no cuenta con ningún restaurante abierto. Aunque ya hay locales rotulados con las marcas de Starbucks y Krispy Kreme, durante el primer día de operaciones, entre el estacionamiento y la terminal, una señora vendió tlayudas oaxaqueñas para aplacar el hambre.
En los más de 2 mil 700 metros cuadrados de zonas comerciales con las que cuenta la terminal tampoco hay cajeros automáticos, y las pocas tiendas que abrieron ofrecen productos tan básicos como los de una tienda de abarrotes mal surtida, sin embargo, a nadie pareció molestar. Entre las instalaciones también hay capillas, zonas de lactancia, espacios culturales, juegos infantiles y baños temáticos.
Este año se espera que unos 2.4 millones de pasajeros usen este aeropuerto, que podría soportar un tránsito diario de hasta 20 millones de personas, y que funcionando en conjunto con el aeropuerto Benito Juárez, que actualmente atiende a 22 millones de viajeros al año, y con el de Toluca, se pueda dar atención a 50 millones de pasajeros al año en lo que sería el sistema aeroportuario del Valle de México, uno de los mayores polos de desarrollo en Latinoamérica, según dijeron las autoridades durante el evento.
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