Lo que los casos colombiano, chileno y mexicano me hacen concluir es que estos personajes, y por lo tanto los medios tradicionales, están ya totalmente desconectados de la realidad y por lo tanto son incapaces de explicarla, dejando cada vez más clara la distancia que existe entre los grandes consorcios mediáticos y la realidad en nuestros países
@etiennista
Colombia eligió este pasado domingo a quienes formarán el primer gobierno progresista de su historia. La victoria del Pacto Histórico es testimonio del coraje y la determinación del pueblo colombiano para reclamar su democracia pese a tener todo en contra, incluyendo el poder mediático y las campañas de miedo de la oligarquía. Lograron, pues -como han hecho otros pueblos de América Latina en los últimos años y seguramente harán otros más, vencer el miedo.
Lo ocurrido en Colombia es significativo y motivo de celebración por muchas razones. Primero por la esperanza que representa para un pueblo que ha sufrido tanto, y por demasiado tiempo, la guerra instaurada en sus territorios. De ahí que, para Gustavo Petro, construir la paz sea el primer pilar del ‘gobierno de la vida’ que proponen él y la vicepresidenta electa, Francia Márquez. La elección es también un reconocimiento inequívoco de la desigualdad como problema y como riesgo para una sociedad, de ahí que la justicia social sea el segundo pilar de su propuesta de gobierno, estando íntimamente ligada con la búsqueda de paz. En palabras de Petro: “la paz no es más que la garantía de los derechos de la gente; que la sociedad tenga oportunidades”. Para lograr la paz es también fundamental el desarme. “Que las armas dejen de usarse; que no sea matarnos los unos a los otros sino amarnos los unos a los otros”. Para ello proponen un ‘gran acuerdo nacional’ a partir de diálogos regionales para lograr acuerdos máximos que sean vinculantes.
El tercer pilar del propuesto ‘gobierno de la vida’ que viene a refrescar esta segunda ola progresista en la región es el de la justicia ambiental, seguramente impulsado por Francia Márquez, abogada afrocolombiana defensora de derechos humanos y del territorio que en 2018 recibió el prestigioso premio Goldman Environmental Prize por su labor para detener la minería ilegal de oro en su región y por su liderazgo comunitario. De hecho, muchos advierten que el Pacto Histórico pudo ganar la elección precisamente por la incorporación de Francia Márquez, quien ha intentado transformar Colombia desde la región del Cauca y muy de cerca de otros movimientos sociales en el país.
En conjunto, la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez es enormemente significativa pues abre la posibilidad de un gobierno del pueblo, lo que contrasta con todos los gobiernos anteriores y particularmente con el actual, de extrema derecha. Y es que fue precisamente mediante la violación extrema de los derechos humanos, particularmente de grupos marginalizados, que la élite colombiana mantuvo el poder por tanto tiempo. Así lo piensa Nick MacWilliam de la organización Justice for Colombia, campaña oficial del movimiento sindical inglés e irlandés para apoyar el sindicalismo, los derechos humanos y la paz en Colombia. Y fue desde allí, desde los márgenes de la sociedad colombiana -de los pueblos afrocolombianos de sus costas, de las mujeres y de los jóvenes tan violentados por el actual gobierno- que surgió la fuerza para la victoria del Pacto Histórico. Como fue ampliamente compartido por redes sociales, la gente de comunidades alejadas hizo verdaderas proezas para llegar a las urnas. La victoria es de todos ellos.
Pero esta victoria estaba todo menos cantada. La duda no solo la mostraban las encuestas sino el sentir de la gente, donde más bien reinaba la incertidumbre. Justo los días previos a esta segunda vuelta electoral pude hablar con Alina Duarte y Julián Reingold que reporteaban desde Cali y Bogotá respectivamente (ambos hicieron coberturas valiosas de todo el proceso electoral). También me compartieron generosamente su mirada amistades colombianas de dentro y fuera del país. A lo mucho existía un optimismo silencioso. Alina Duarte lo puso así la tarde previa a la jornada electoral: “Como escenarios posibles están desde el magnicidio (asesinato de Gustavo Petro o de Francia Márquez) hasta un estallido social o bien un 2018 mexicano, donde sea tanto el descontento vertido en las urnas que no le quede otra al gobierno que aceptar el resultado”. Y es que, pese a la fuerza que le daban sus bases, el Pacto Histórico tenía todo en contra.
No solo los discursos el día de la victoria; todos los gestos y cada compromiso que en estos primeros días han hecho Gustavo Petro y Francia Márquez contrastan enormemente con la imagen que los grandes consorcios mediáticos impulsaron frente a la jornada electoral y, en el caso de Petro, desde hace largo tiempo. Destacó la portada de la influyente revista Semana que contrastaba al ‘exguerrillero’ de Petro con el ingeniero Hernández. Y no es que fuese mentira pues efectivamente Petro formó parte de la guerrilla M19, pero fue un claro intento – desesperado – por manipular la opinión pública. Y así, la campaña sucia hacia Petro (denunciada en México por López Obrador) no escatimó recursos narrativos y financieros para asustar a la población, incluyendo los lugares comunes como aquellos que se aprovechan de los infortunios de Venezuela.
Tenemos que tener en cuenta que, en Colombia, como en México y tantos países, los medios corporativos, que son los que más alcance tienen a través de la prensa escrita, la radio y la televisión, son actores políticos. Más aún, como lo pone Pablo Iglesias, son el principal actor ideológico que en última instancia hace lo más importante en política: gobernar los temas. O, como lo explica la periodista española Olga Rodríguez en La Base, los medios deciden de qué se habla y cómo se habla de lo que se habla.
Sobre el papel político que juegan los medios en América Latina hablé con Marcos Ortiz Fitch, fundador de Ojo del Medio, iniciativa que revela los errores, aciertos y sesgos del periodismo chileno. Pensando en lo que hoy día ocurre en su país, así como en Colombia, y en lo que toda persona despierta reconoce que sucede en México, me hizo mucho sentido el concepto de partido columnista al que hizo referencia. Se trata de ese pequeño grupo en cada país, principalmente hombres, blancos y privilegiados todos -sean hombres o mujeres, que a través de sus columnas sostienen las líneas editoriales de los medios y defienden los intereses que representan. Son esas plumas que algunos pocos leen por las mañanas pero cuyas voces e ideas se replican masivamente en la radio y por las pantallas. Y es que, como lo pone Marcos, para los medios es mucho más fácil hacer análisis y opinión que investigación, y los columnistas son a quienes siempre acuden, perpetuando a su vez el poder de quienes ya tienen mucho poder.
Resulta que pese a todo ese poder, en Colombia, fallaron, pues las demandas sociales y el poder de la esperanza fueron mucho mayores, como fue en el caso de México en 2018 y en Chile tanto con la Convención Constitucional como con la elección de Gabriel Boric. Sin embargo, como ha sido con López Obrador estos años y en los primeros meses del gobierno de Boric, los medios harán todo para dificultar el avance de los gobiernos progresistas y el desarrollo de sus propuestas de gobierno.
Lo que los casos colombiano, chileno y mexicano me hacen concluir es que estos personajes, y por lo tanto los medios tradicionales, están ya totalmente desconectados de la realidad y por lo tanto son incapaces de explicarla, dejando cada vez más clara la distancia que existe entre los grandes consorcios mediáticos y la realidad en nuestros países, y eso tampoco es algo menor.
Una reflexión de filón. No entiendo el afán que tienen algunos de comparar los gobiernos progresistas, o más bien quienes los lideran, con el obetivo de decir cuál es el ‘bueno’, usualmente desde el desprecio de lo propio. Es una actitud que también contrasta con la generosidad y apreciación mutua que existe entre estos líderes progresistas, además de que se pierde de vista la importancia tanto de las coincidencias como de las mismas diferencias, pues esto permite que se ‘contaminen’ proyectos con ideas y políticas valiosas de otros países que avanzan con similares anhelos.
Profesor de ecología política en University College London. Estudia la producción de la (in)justicia ambiental en América Latina. Cofundador y director de Albora: Geografía de la Esperanza en México.
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