Vainilla, el perfume del futuro

21 julio, 2024

Cooperativas y colectivos de Papantla impulsaron el cultivo tradicional de la vainilla, sustancia muy codiciada en el mercado internacional. Esto ha sido retomado también por empresas tradicionales. En otras palabras, las cooperativas están marcando el camino.

Por Lydiette Carrión / X: @lydicar

El municipio de Papantla, Veracruz, parece ser poco mencionado en los medios nacionales. Pero guarda secretos importantes. Es el actual epicentro la resistencia contra el uso de glifosato en México, y actualmente, ahí se cultiva de forma agroecológica una naranja que capta el interés de mercados japoneses y alemanes. Con este cultivo agroecológico que incluye también el de la vainilla, se puede restaurar aunque sea un poco un medio ambiente muy degradado.

Este cultivo tradicional tiene dos virtudes: produce una vainilla codiciada, fruto cuya fragancia parece ayudar  en el manejo del autismo e incluso alguna cualidades antiinflamatorias. Y la producción tradicional ayuda a reparar el ya muy degradado y lastimado ecosistema en la región de Papantla. 

Los totonacas y la vainilla

Guillermo Vázquez Domínguez es doctor en Ciencias Biológicas por la UNAM y colaborador Conahcyt (Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología)en el centro de investigaciones tropicales de la Universidad Veracruzana.

Él realizó una breve investigación sobre la forma en la que la producción de la vainilla en México puede incidir o interferir el número de abejas polinizadoras de la vainilla, las euglossas. ¿Con qué fin? Entre muchas cosas, esta abejita que existe en esa región permite que la región recupere un poco de su antiguo esplendor vegetal.

Las conclusiones de su investigación advierten que una producción “tradicional”  favorece el número de abejitas, y éstas a su vez, alientan la restauración de los ecosistemas.

Empecemos por los hechos. La producción de vainilla en México es casi enteramente para el mercado internacional. Como ocurre con muchos productos en  nuestro país consumimos tristes remedos, una sustancia producida de forma artificial, que no tiene la fragancia de la vainilla y  mucho menos las propiedades.

Durante muchos años la producción de esta maravillosa orquídea, de su fruto café, similar a un pedazo de tabaco seco, pero oloroso y fragante, estuvo en manos de empresas de origen europeo que se fincaron en la región. La producción era agroindustrial. Es decir, por medio de la compra masiva del fruto, a cambio de algo de dinero e insumos agroquímicos: sustancias que permiten una producción desbordada, pero a un costo muy alto en la degradación y contaminación de la tierra. 

En este afán de mucha producción, la vainilla, como toda orquídea necesita un árbol del cual sostenerse. Pero es “sembrada” en forma de monocultivo. Esto es, se colocan unos palos de concreto sin valor ecológico, en los cuales se “monta” . Los palos sirven para eso, no hay una sola ganancia ecológica. 

Además, esta forma de producción implica  que las y los productores dependan de un mercado de sustancias químicas generalmente transnacional.

Desde hace unos años, sin embargo, explica el doctor Vázquez, varios colectivos, cooperativas, generalmente lideradas o conformadas por mujeres, han impulsado la producción tradicional.

Ojo, esta no prehispánica, como se podría pensar. La forma de cultivo se inventó aproximadamente en la década de 1840. De hecho sus origen es enteramente colonial. En Madagascar, África, un productor europeo de vainilla iba caminando en compañía de Edmond Albius, un niño esclavizado de 12 años, y éste le enseñó su método para fecundar manualmente la flor.

¿Por qué no optar por un cultivo enteramente dependiente de abejas?

–No podemos confiar en una producción de vainilla con pura polinización de la abeja euglossa– explica el doctor. Sería insuficiente. La euglossa es una abejita con una lengua muy larga, que muchos confundirían con una mosca por su colores metálicos –verdes y azulados, muy bellos–. Sin embargo, el simple hecho de que se siembre la vainilla, exista un ecosistema de plantas y árboles, alienta el aumento de estas abejas. 

En este caso, las cooperativas están sembrando naranjales y ahí montan la orquídea. En esto participan muchas mujeres, explica el doctor. “Estas naranjas se las están llevando los mercados japoneses y alemanes”, no se queda en México. “Yo ya comí una un día y es otra cosa”. 

Leyenda totonaca

Si bien la abejita euglossa no ha sido domesticada y por lo tanto no se le asocia a la producción de miel, en la zona del Totonacapan veracruzano, también se da el manejo de la abeja melipona. Y existe la creencia de que  solo las “buenas personas”  pueden manejar a las meliponas. Personas que no se den a la bebida ni a la fiesta, que no sean infieles a su pareja. 

Resulta que “la firma aromática de una persona cambia según su comportamiento”. Y cuando la firma aromática  cambia, a  las abejas no le gusta eso.

¿Qué significa mayor presencia de polinizadores? Que la región de Papantla, azolada por monocultivos, por pozos de Pemex, pueda resistir un poco, pueda fortalecer su ya escasa argamasa vegetal.

Actualmente, explica el doctor, incluso la producción agroindustrial, también está migrando a métodos agroecológicos. Esto porque el mercado internacional recientemente privilegia estas prácticas actualmente. No se debe olvidar, sin embargo, que en esta migración tuvieron un papel fundamental las escuelas de  productores de Sembrando Vida. 

–¿Qué cooperativas están trabajando de forma tradicional?

–Hay varias cooperativas. Una es Bioproductores del Llano, Papantla. No solo producen vainilla, producen otras cosas más, como pimienta, canela. De muy alta calidad. Están garantizados como libre de agroquímicos.

–Usted explica que en México no se consume la vainilla real. ¿Qué debemos pedir o exigir como consumidores?

–Una cosa importante es acercarnos a productores principalmente e informarnos cómo producen. Ya sea la vainilla, el café o cualquier alimento que nos interese consumir. La otra es informarnos sobre las políticas públicas de manejo agroecológico, si tenemos acceso a expertos, también nos podemos informar.

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).