La exposición «The Another Postcard, Here and There” (La otra postal, aquí y allá) celebra las aportaciones políticas y culturales de las comunidades migrantes latinas en Nueva York
Texto y fotos: Ángel Melgoza
NUEVA YORK. – Lo primero en lo que pienso cuando alguien dice Nueva York son los edificios. Los enormes rascacielos que se han vuelto el sello de esta ciudad. Lo segundo pueden ser sus museos, los parques, los bares, la escena cultural, los idiomas. Como dice el texto curatorial de la exposición «The Another Postcard, Here and There” (La otra postal, aquí y allá), que es la tercera en una serie curada por Yohanna M. Roa en el espacio artístico Whitebox en East Village, las imágenes que las postales de los museos promocionan son las de una ciudad idealizada que no reflejan lo que hay detrás de esos paisajes: una enorme fuerza de trabajo notablemente integrada por inmigrantes, muchos de ellos latinos.
Roa, una artista y curadora colombiana que vivió muchos años en México, descubrió dos archivos que habían sido generados en la ciudad de Nueva York por latinos, y decidió integrarlos en esta exhibición.
Uno es el programa de radio “Poblanos, Voces de Nueva York” que habían producido Óscar López, Enriqueta Silva, y Carlos Arellano para transmitir a sus familiares y amigos en México cómo era vivir de este lado. El programa se llevó a cabo durante 1992 y 1993, y la hija de óscar, Frida López, trabajó con el colectivo Error en rescatar el material y transformarlo en una pieza artística.
El otro archivo consiste en una serie de video-cartas que migrantes ecuatorianos se compartieron desde 1976 hasta el 2010 llamado “Audiovisual Memory Archive od Ecuadorian Migration”, AMAME por sus siglas, y claro, entendemos que lleva un acento en la primera a. La artista polaca Monika Weiss trabajó con un extracto de los videos para generar una obra visual que también formó parte de la exposición.
El documentalista Fernando Valencia también fue invitado a mostrar su trabajo, un cortometraje documental co-dirigido junto a Javier García. Valencia llegó a Nueva York en 2017 y desde entonces se relacionó con los esfuerzos culturales y comunitarios de migrantes latinos en el Bronx.
Valencia nos cuenta que fue el líder poblano Esteban Estévez quien había propuesto a las mujeres del grupo que bailaran la danza de Las Moras, pero no tuvieron mucha respuesta: “entonces descubrieron que había niñas y niños que estaban motivados por aprender, se emocionaron con esta sorpresa, y decidieron comenzar a enseñarles a sus hijos las danzas”.
Esta danza forma parte de las fiestas del municipio de Teopantlán, en Puebla, que se llevan a cabo cada 25 de julio, y que tienen a Santiago Apóstol como su patrón. La danza de Las Moras es una representción de la guerra entre cristianos y moros, que se extiende durante la celebración de tres días.
Ha sido a través de la promoción cultural que se han logrado diversas reunificaciones familiares y viajes como el que las niñas y adolescentes del grupo hicieron a México en 2018. Ese viaje fue el que Valencia y García documentaron. En aquella ocasión muchas de las integrantes del grupo viajaban por primera vez a su pueblo, y conocieron por primera vez en persona a sus abuelos y familiares.
El cortometraje se titula Dancing on the other side (Bailando al otro lado), y es una pequeña muestra del universo que habitan y constituyen las personas migrantes que provienen de comunidades indígenas. La primera vez que Yohanna Roa vio el trabajo se conmovió muchísimo y cuando comenzó a dimensionar la serie de exposiciones de la que «The Another Postcard, Here and There” forma parte, y que tiene como objetivo mostrar cómo las comunidades migrantes forman Nueva York, pensó en incluirla por su capacidad de activación.
Roa explica el sentido de una exposicón de activación, que no solo es mostrar el pasado sino acercar piezas que nos ayudan a reconocer cómo en el presente ese pasado está constituyendo la realidad. Además Roa señala que los migrantes son parte de la ciudad y la constituyen: “no es que hagan ‘un aporte’ a la cultura de la ciudad, sino que son parte de la cultura de la ciudad”.
Para Valencia el ejercicio de Estévez, y de la danza, es un ejemplo muy claro de cómo utilizar la cultura como una herramienta política: “para construir puentes en lugar de separar”. Y además cree que es fundamental visibilizar el trabajo de las comunidades migrantes en Nueva York, pues ellos constituyen gran parte de la fuerza de trabajo: “no es justo que la mano de obra la ponga una población que mantiene a flote la ciudad, como lo demostró la pandemia, y que se niegue su aporte cultural porque eso es querer invisibilizar, es una práctica tremendamente extractiva.”
Durante el cierre de la exposición el pasado sábado 23 de marzo, una nueva generación de jóvenes que representan ahora la danza de Las Moras, fueron a la galería Whitebox y no solo presentaron su baile, sino que tuvieron una visita guiada donde tanto Roa, como Monika Weiss y Fernando Valencia, compartieron con ellas. El evento me recordó que el arte puede ser una herramienta de memoria y transformación que no le pertenece a una élite, sino que también es nuestro y somos parte de su escena; reconocerlo, también es un ejercicio político.
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