9 octubre, 2024
La fragilidad de los ecosistemas en Yucatán lanzan un llamado urgente ante futuras amenazas, como Milton. Aunque las autoridades reportaron saldo blanco, en localidades empobrecidas los daños son evidentes
Texto y fotos: Katia Rejón / Memorias de Nómada
YUCATÁN. – La playa de Celestún, al sureste de México, está soleada casi todo el año, pero la mañana del 8 de octubre, unas horas después de que el huracán Milton, categoría 5 rozara la costa de Yucatán, se veía gris. Otros días los pelícanos y las gaviotas atiborran la playa, pero el martes los únicos animales a la vista eran una tortuga con una herida mortal en la cabeza y junto a ella, un pescado también muerto en la arena. El paisaje es triste; sin embargo, si el ojo de Milton hubiera estado 170 kilómetros más cerca, el paisaje sería mucho peor.
Los huracanes en Yucatán son parte de la memoria familiar. Todos tienen una historia con Isidoro (2002), Wilma (2005) o Gilberto (1988). Los viejos dicen que la historia tiende a repetirse aproximadamente cada 20 años, pero el presente tiene un nuevo guion: En menos de cinco meses se han formado dos huracanes de alta y máxima peligrosidad con rutas impredecibles. Esta semana nos salvamos de vientos de casi 300 kilómetros por hora, pero especialistas del cambio climático advierten que no es un golpe de suerte, sino la prueba del desequilibrio de la naturaleza.
Heather Sugden, profesora titular de Ciencias Marinas en la Universidad de Newcastle de Reino Unido, trabaja en la costa de Yucatán desde el 2012. En entrevista, dice que el mayor cambio que ha visto en la costa norte sucedió en los años de pandemia y tiene que ver con el desarrollo de hoteles y proyectos inmobiliarios. No es la única que lo ha dicho, científicas locales como Yameli Aguilar Duarte, Claudia Teutli Hernández, Alec Torres o Jorge Euan llevan años puntualizando cómo la erosión de la costa, empeorada por estas construcciones, nos deja desprotegidos ante amenazas cada vez más fuertes y recurrentes por el cambio climático.
Los manglares sobre los que hoy se construyen edificios son la infraestructura natural que absorbe el estrés de fenómenos como los huracanes y funcionan como barrera para los vientos que de otra manera serían más agresivos.
“Esta temporada, los huracanes se han formado uno detrás de otro. Si ves la zona central del Atlántico, ahora mismo hay tres huracanes. Los huracanes son una perturbación natural del medio ambiente y los hábitats naturales que tienen en Yucatán están idealmente situados para proteger a la costa de estas perturbaciones y de este estrés. Ahora las tormentas están viniendo con más frecuencia, más intensidad y cambiando sus rutas, y eso es resultado directo de la presión humana sobre el sistema. Eso está llegando en un contexto de desarrollo costero que está reduciendo esos hábitats naturales y removiendo la defensa natural para los huracanes”, dice Sugden.
El huracán no tocó tierra en la Península de Yucatán; no obstante, Milton va directo a Florida, un lugar donde “el desarrollo” tal y como lo conciben los gobiernos locales mexicanos, puede darnos una previsualización de lo que nos espera si acabamos con la costa.
“En realidad, [Milton] no es un huracán categoría 5, es un huracán categoría 6, pero no tenemos la capacidad de medirlo. Y es resultado directo del estrés del medio ambiente. Y espero de verdad que todas las personas de los pueblos costeros de Yucatán estén bien y el daño sea menor, pero no lo será en el caso de Florida. Sus comunidades serán fuertemente impactadas por la tormenta y ellos no tienen el sistema natural que tienen en Yucatán porque lo han eliminado. Si algo podemos aprender de este huracán es que —de haber tocado tierra— probablemente les hubiera afectado menos que a Florida”, explica la profesora.
Como otros puertos pesqueros cerca de rías y ciénagas, en Celestún hay asentamientos irregulares. Familias que no tienen acceso a una vivienda en una zona que construye casas, hoteles y departamentos con una velocidad impresionante. De acuerdo con Lidia Tinul del Ayuntamiento de Celestún, fueron evacuadas mil 500 casas, la mayoría de una colonia irregular que conocen como “Cartolandia”. Algunas personas se fueron a municipios vecinos como Tetiz, Kinchil y Hunucmá, pero 250 personas se quedaron en los albergues de la iglesia y una escuela.
Las casas de “Cartolandia” flotan en la ciénaga que se desbordó por las lluvias del huracán, entre basura y trozos de metal, cartón, madera y cables. Algunas personas de esa zona o aledañas se quedaron en sus casas. “Dormí en el agua”, me dice un pescador que no se queja por el daño de su vivienda, sino porque no puede salir a trabajar con el mal tiempo.
Las primeras donaciones que recibieron en Celestún vinieron de los pueblos cercanos de Kinchil y Tetiz. Casi todo lo que había en el centro de acopio era ropa. Hacía falta comida: frijol, arroz, leche, dijeron las mujeres que coordinaban las donaciones en el Ayuntamiento.
Aunque el impacto fue mucho menor de lo que se esperaba, en lugares como “Cartolandia”, fue suficiente para quitarles todo.
Progreso era el otro municipio en alerta por Milton. A casi 24 horas de su paso, el malecón estaba vacío, solo un OXXO de la avenida frente al mar estaba abierto y apenas, tenías que pedir por una ventana. Sin embargo, a apenas 6 kilómetros en la localidad de Chicxulub el viento que rompió parte del muelle sigue azotando.
Chicxulub es un puerto que se conoce mundialmente por ser “el lugar donde cayó el meteorito que mató a los dinosaurios”. De ese acontecimiento no hay más rastro que un puño de dinosaurios de plástico en la entrada del puerto y en el muelle. O lo que queda de la playa. Como ha documentado la periodista Lilia Balam: “Chicxulub, es uno de los focos rojos de erosión costera en Yucatán: pasó de tener 14 metros de extensión de arena en el 2006, a solo cuatro metros en el 2023”. Chicxulub también es una advertencia de lo que puede ocurrirle a las playas de Yucatán si la erosión y la sedimentación, es decir, partículas que no pueden disolverse y se asientan en el suelo marino y enturbian el ecosistema, avanza.
Heather Sugden asegura que, junto a su equipo de trabajo, han detectado que la expansión de la costa, las casas grandes, edificios, los embarcaderos construidos sobre ecosistemas marinos han provocado la sedimentación.
Y agrega:
“Donde había agua clara y algas saludables que llegaban a la playa, ahora tienes aguas turbias y mucha sedimentación, es decir, el suelo marino no es tan denso. Y las especies que podías ver cerca de la playa ahora están cada vez más lejos. Lo que ves en el suelo marino es el crecimiento de otros organismos y eso es un indicador de un sistema estresado. Hay mucha presión en el sistema y a eso se le suma la construcción”.
Se siente un alivio en Yucatán porque van dos (Beryl y Milton) y ninguno ha pegado como se preveía. Pero también hay una sensación de extrañeza en las conversaciones, queda claro que los patrones climáticos están cambiando y no solo en las tormentas.
Sugden enfatiza la necesidad de involucrar a las poblaciones más allá de seguir las indicaciones de qué hacer en caso de un huracán, sino en entender el todo:
“Hay una oportunidad en Yucatán de realmente trabajar con las comunidades locales para que sepan lo importante que son los sistemas naturales y por qué son fundamentales. Creo que se trata de trabajar con ellas para que sepan cómo proteger esos ecosistemas porque esos ecosistemas les protegerán a ellas”.
Este trabajo fue publicado inicialmente en MEMORIAS DE NÓMADA. Aquí puedes consultar la publicación original.
Portal periodístico independiente, conformado por una red de periodistas nacionales e internacionales expertos en temas sociales y de derechos humanos.
Ayúdanos a sostener un periodismo ético y responsable, que sirva para construir mejores sociedades. Patrocina una historia y forma parte de nuestra comunidad.
Dona