Un periodismo en la sociedad del espectáculo

26 marzo, 2022

¿En qué momento las coberturas que realizamos sirven para denunciar, y en qué momento quedan absorbidas por la sociedad del espectáculo? Y en estos tiempos de redes sociales imparables, cada periodista, cada influencer, ¿hemos hecho cada uno de nosotros un espectáculo de nosotros mismos?

@lydicar

Guy Debord era un cineasta francés, filósofo, de corte marxista. Fue quien acuñó el concepto de  sociedad del espectáculo. Publicó de hecho un manifiesto en 1967 precisamente titulado así: la sociedad del espectáculo. 

Él escribe: El espectáculo no se trata de una serie de fotografías. Es ante todo una relación social. ¿Pero qué relación social? Si pienso en espectáculo en la actualidad, pienso sobre todo en los miles de canales de streaming y las series sin fin que tienen a al menos la mitad de la sociedad mundial. 

¿Qué relación social es la que veo al ver Juego de tronos, o Peaky blinders? Pero si a eso sumo el espectáculo que veo cada momento al abrir instagram… ¿qué relaciones he convertido en imágenes? ¿Qué lugar me asigna a mí, mujer mexicana, en esta sociedad global del espectáculo?

Debord advierte: “El espectáculo señala el momento en que la mercancía ha alcanzado la ocupación total de la vida social. La relación con la mercancía no sólo es visible, sino que es lo único visible: el mundo que se ve es su mundo”. 

Este cineasta atormentado  retoma el  concepto marxista de reificación, el cual a grandes rasgos propone la forma en la que los individuos atribuyen a las cosas características que tienen que ver con las relaciones o con los seres vivos. Por ejemplo: la universidad implica una serie de relaciones sociales; sin embargo, consideramos a la universidad únicamente los edificios.     

El peligro en este caso es evidente: el espectáculo impide ver relaciones, y en lugar de eso vemos cosas que parecen inamovibles. Pero lo que quizá no es tan evidente –o quizá sí– es el papel que el periodismo juega en esta sociedad del espectáculo: Al convertirse la información en mercancía, al buscar sobrevivir por medio de la publicidad, al buscar que esa información sea consumida, el periodismo se amolda a las narrativas y hace de los sucesos un espectáculo.   

“El espectáculo es el dinero que solamente se contempla porque en él la totalidad del uso ya se ha intercambiado con la totalidad de la representación abstracta. El espectáculo no es sólo el servidor del pseudo-uso, él es ya en sí mismo el seudo-uso de la vida”.

Este papel de espectáculo ha sido señalado sobre todo en el periodismo más amarillista. Pero es probable que no veamos esta reificación en trabajos más elaborados, en los cuales seguimos cristalizando relaciones sociales al intentar tener una mirada que pueda ser vendida. 

Y es que ahora la competencia por lecturas, por clicks, por audiencia, es más fuerte que nunca. Cada nota es una mercancía. No es sólo competir con otros medios, periodistas. Es “competir” con la interminable oferta de series de televisión, videos de youtube o tik tok.   Y ello obliga a presentar la información de la manera más “atractiva” posible; “enganchar” a un lector hiper disperso que, precisamente debido a esta dispersión, en su mayor parte ha dejado de ejercer un pensamiento crítico en la mayor parte del tiempo. Esto es evidente frente a los análisis o el mar de opiniones violentas, hipersimplificadas y carentes de complejidad que atestiguamos cada día en redes sociales.

Tanto ruido apela a las emociones, a la exaltación primaria. A la necesidad de pronunciarse en tiempo real frente a cada suceso. A más ruido y más sucesos. Sucesos tras sucesos sin contexto alguno; sin nada que nos permita asirnos para el análisis. 

Hace poco escuchaba el podcast de Huberman Lab, realizado por el neurocientífico Andrew Huberman, que trata de llevar algunas herramientas basadas en ciencia para la población abierta. Advertía que sí, que el cerebro es ceba y adora las imágenes en movimiento. Si no ponemos un freno, se vuelve perezoso, frente a ejercicios más “aburridos” (aburridos en comparación con ver una película llena de movimiento, colores y sonidos. Pero el aprendizaje requiere a veces lecturas áridas. Requiere la incomodidad que implica aprender (en el mismo podcast se refiere cómo el proceso de aprendizaje implica incomodidad, esfuerzo). Y el mundo post- moderno nos aparta cada vez más de ello.  

¿Cómo salir de esto?  Por el momento no tengo respuesta. Habrá que buscarla.

Lydiette Carrión Soy periodista. Si no lo fuera,me gustaría recorrer bosques reales e imaginarios. Me interesan las historias que cambian a quien las vive y a quien las lee. Autora de “La fosa de agua” (debate 2018).