Un fantasma recorre el mundo (spoiler alert: no es el del comunismo)

28 febrero, 2025

A poco más de un mes de la entrada en vigor del segundo mandato de Donald Trump, las acciones en materia de política migratoria de este gobierno se manifiestan en forma de razzias, detenciones arbitrarias en centros de trabajo y hogares. Esta situación ha generado un ambiente de zozobra y temor en la comunidad migrante ante las deportaciones. Al mismo tiempo, los conservadores del mundo, encabezados por Donald Trump, se reúnen y empoderan en la Conferencia de Acción Política Conservadora, donde muestran con claridad su proyecto político

Por Rogelio López Gómez* / X: @RogelioLpezGme2

Cuando era niño, tenía un pensamiento recurrente: imaginaba que si los nazis invadían México y las SS iban a mi casa, yo no tenía por qué temer. ¿Por qué? Según yo, porque era “güero” y de ojos claros, en ese momento me tranquilizaba, pero después pensaba que mi mamá, mi papá, mis hermanas, la inmensa mayoría de mi familia y mis amigos son de tez morena. En ese instante regresaba mi angustia y sentía culpa por pensar de forma tan egoísta e individualista. Hoy me apena contar esto; sin embargo, estas ideas para nada fueron gratuitas o espontáneas, son el resultado de una educación formal y no formal: con la primera, naturalmente, me refiero a la escuela y a la segunda, producto de la influencia de la cultura “americana”.

Mi generación creció viendo películas donde los villanos eran los comunistas soviéticos y sus aliados. Para muestra hay que recordar las películas de Sylvester Stallone en su personaje de Rambo y Rocky. En la primera saga, este soldado renegado lucha en diferentes lugares contra una variedad de malvados comunistas (vietnamitas y afganos); en la segunda saga, Balboa derrota al boxeador ruso llamado “Drago” quien primero vence y acaba con la vida de Apollo, un boxeador afroamericano estadounidense amigo de Rocky. Drago, más que un boxeador, es una máquina de matar; aparenta no ser humano, pues no muestra debilidad ni sentimiento alguno. Simbolizaba plenamente lo que para los Estados Unidos era la URSS y su sistema económico y político. Curiosamente, al ser derrotado por Balboa, esta máquina muestra su fragilidad y sentimientos al reconocer la grandeza del peleador estadounidense, quien naturalmente en la película representa la grandeza de los Estados Unidos.

Por otro lado, el cultivo del miedo al nazismo complementaba perfectamente el mensaje que mandaban los Estados Unidos y todo lo que este país representaba de ser la única alternativa contra cualquier tipo de totalitarismo (nazi o soviético; el chino aún no pintaba). De esta manera, Hollywood siguió alimentando con sus producciones la idea de que los Estados Unidos derrotaron a Hitler y liberaron de los campos de concentración a los judíos, el heroísmo de sus soldados y el salvajismo de los nazis y los kamikazes japoneses ha quedado marcado en infinidad de películas (curiosamente, existen muy pocas películas desde Hollywood que abordan el lanzamiento de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki).

En fin, gracias a esta cultura filmográfica, el miedo a la invasión nazi desapareció; sabía que, si remotamente esto volviera a suceder, ahí estaban los Estados Unidos y sus “Rambos” para hacerle frente. Sin embargo, el miedo parece que ha vuelto.

El azar del destino, por decirlo de alguna forma, me trajo junto a mi familia a vivir en los Estados Unidos, y si bien nuestro estatus migratorio difiere con el de la mayoría de nuestros compatriotas que se encuentran en este país, esto no ha sido ningún obstáculo para percibir directamente el ambiente de miedo, incertidumbre y de cierta desesperanza que viven muchas personas a nuestro alrededor. Y no es que antes de la entrada de Donald Trump a la presidencia las cosas fueran diametralmente opuestas, por ejemplo, en lo que respecta a las deportaciones, el promedio mensual durante el último año de Biden en la presidencia fue de 57 mil personas (de Obama, mejor ni hablamos), durante el primer mes de Trump en la presidencia esté logró expulsar de los Estados Unidos a 37 mil 660, algunos han hecho la cuenta y afirman con tono de sorna que “a este ritmo le llevaría casi 40 años” repatriar a los indocumentados que viven en Estados Unidos, Trump tiene claro este dato y su frustración se ha hecho manifiesta al reasignar las tareas del funcionario encargado de las deportaciones a Calleb Vitelo, quien dejará a un lado las cuestiones administrativas y se enfocará en aspectos operativos de las deportaciones. Estas cifras lo único que harán es motivar al “copete musculoso” para alcanzar sus objetivos.

El miedo que tenía de que las SS tocaran la puerta de mi casa, nos llevaran y nos encerraran en campos de concentración, hoy es muy parecido al terror que se percibe en nuestros paisanos: sólo que quien toque a la puerta no sería la SS sino personal de “los del hielo”, les llaman coloquialmente, ICE (el Servicio del Control de Aduanas e Inmigración). Temor a que los detenga por su estatus migratorio y los concentre en campos de “detención”, para posteriormente deportarlos, todo esto sin que medie proceso legal alguno. Cada vez son más los testimonios de las redadas para capturar indocumentados a lo largo y ancho del territorio de los Estados Unidos; estas ocurren en viviendas particulares y lugares de trabajo: restaurantes, fábricas, empacadoras, etcétera. Esta cacería de brujas, que se sustenta en el estatus migratorio de las personas, está generando un estado de psicosis colectivo; muchas personas, por temor a que estas redadas se reproduzcan en las escuelas, han dejado de enviar a sus hijos a los centros educativos, otras han optado por no salir de sus casas por temor a ser capturados en sus centros de trabajo. En una clara violación de los derechos de las infancias, los niños ahora se enfrentan a tener que pensar qué va a pasar con ellos si deportan a sus padres, sus amigos, sus vecinos o conocidos. Otros niños, para no generarles temor, no han sido informados de estas situaciones; sin embargo, ¿quién podría estar tranquilo viviendo en este ambiente de persecución? Lo anterior queda evidenciado tras el suicidio de la niña Jocelyyn de 11 años de edad, quien se quitó la vida como respuesta al acoso del que fue objeto por parte de sus compañeros de clase en una escuela en Texas. Los otros niños la amenazaban con denunciar a sus padres ante ICE por su estatus migratorio en el país. 

Otro aspecto interesante en nuestra educación informal es la idea que hemos consumido y en cierta forma asumido respecto a lo que es el fascismo y el totalitarismo. Como ya lo mencioné, las formas en que reconocemos estas figuras son el nazismo, el fascismo italiano y el comunismo soviético. En las plataformas de streaming que consumimos encontramos gran variedad de películas, series y documentales que abordan, por ejemplo, el holocausto judío (pocas veces se habla de que, además de los judíos, fueron perseguidos y exterminados comunistas, socialistas, anarquistas, gitanos, homosexuales, etcétera); el desembarco de Normandía: “el día D”; los últimos días de la vida de Hitler; el ascenso del nazismo en Alemania; el heroísmo de los estadounidenses en sus batallas en el Pacífico contra los malvados japoneses, etcétera. Y si bien algunas de estas producciones tienen algún tipo de calidad, otras simplemente son propaganda made in Hollywood; en su gran mayoría destacan la caricaturización del nazismo o del comunismo soviético. Todos conocemos que la cruz gamada es el símbolo del nazismo; cuando imitan al Führer, es decir, a Hitler, la gente se pone el dedo índice de forma horizontal en la nariz y hace el saludo fascista, estirando el brazo desde el corazón y chocando los tacones de los zapatos. Estas imágenes causan risa; algunos se han de preguntar que ¿cómo es posible que la gente apoyara a este payaso y le permitieran hacer todo lo que hizo? La respuesta, naturalmente, no está en Netflix, sino en la historia de la crisis del capitalismo de principios del siglo XX.

Recientemente hemos visto como Elon Musk, el hombre más rico del planeta, con una fortuna de 384 mil millones de dólares, hizo un saludo un “poquito nazi”, al finalizar su discurso en la celebración del triunfo de Donald Trump el 21 de enero, se despidió levantando su brazo derecho hacia adelante, él millonario a pesar de participar en eventos de apoyo al AFD -Alternativa para Alemania- el partido de la ultraderecha alemana que ha asumido postulados abiertamente nazis, sin embargo, el nacido en sudáfrica ha negado tener alguna afinidad con esta ideología, al mismo tiempo sus defensores han dicho que le gano la emoción y que fue esta la que ocasiono que el saludo tomara esa forma, las acrobacias que se han hecho para demostrar que este saludo no fue un saludo nazi han sido dignas de Simone Biles, la mejor gimnasta de todos los tiempos: “no es un saludo nazi porque no esta viendo hacia el frente sino que su vista recorre el movimiento de su brazo” dice un historiador entrevistado por el medio Euronews.

Coincidentemente, en plena Conferencia de Acción Política Conservadora -CAPC- algunos de los participantes, entre los que destacan Steve Bannon, antiguo asesor de Trump (y uno de los más fervientes adversarios de Musk, a quien ha llamado “parásito inmigrante”), y una figura menor, el tamaulipeco Eduardo Verastegui, quien en las pasadas elecciones no logró su registro como candidato independiente para competir por la presidencia de México, y quien también defiende una agenda católica conservadora, hicieron de despedida nuevamente saludos un poquito nazis. Sin embargo, lo importante no es realmente si es un saludo nazi o no lo es; lo relevante es lo que piensan y lo que hacen, de ahí podemos sacar nuestras propias conclusiones.

Por otro lado, en esta misma conferencia, Trump, como el orador principal, remarcó muchas de las cosas que ha venido diciendo a lo largo de los últimos años: que la mayor amenaza que viven los Estados Unidos es la migración descontrolada, fenómeno que califica como una verdadera invasión, y al cual deben de hacerle frente y “defenderse”. Nuevamente expresó su discurso de odio en el que califica a los migrantes ilegales de delincuentes, drogadictos, criminales, enfermos mentales, pandilleros que invaden el país. Asimismo, nuevamente dirige sus baterías hacia el anterior gobierno del partido demócrata, tilda de marxista a Kamala Harris y a los jueces que lo procesaron, responsabiliza a los extremistas y radicales de izquierda de la agencia del desarrollo de los Estados Unidos -USAID- y su agenda woke del estado calamitoso en que dejaron al país, que según él con sus acciones está recuperando: “Estamos drenando el pantano”, afirmó. En otro momento, habla de la ciudadanía por nacimiento, dice que esta es así porque fue una concesión que se les dio a los esclavos después de la guerra de secesión y el contexto actual es otro. Trump tiene claridad de que está construyendo un proyecto político de largo alcance y que su próxima meta a alcanzar son las elecciones intermedias del próximo año, el 2026. El público asistente escucha, aplaude y grita emocionado, festeja y arenga en todo momento a su héroe, quien no para de disparar mentiras y medias verdades como si estuviera poseído por el chat gpt y su inteligencia artificial. Después de una hora, el show de Trump termina.

Hace algunas semanas pensaba que si algo había que agradecerle a Trump era su sinceridad, su falta de filtros —o mejor dicho de hipocresía—, los cuales caracterizaron el ejercicio de gobierno de demócratas y republicanos de periodos anteriores. Dudo que le den el Nobel de la paz como se lo dieron a Barack Obama, el primer presidente afroamericano en la historia de los Estados Unidos, y que ostenta el récord de deportaciones de migrantes indocumentados. Trump, al contrario, es totalmente transparente y dice lo que siente y piensa: su clase, la de los blancos supremacistas cristianos con “elevados” IQs.

Por último, me queda dando vueltas en la cabeza otra de las frases que dirigió Trump en su crítica a la USAID: “Esta gente de la izquierda radical está desquiciada; nosotros somos gente normal, gente inteligente, pero ellos están locos”. Después de escuchar, tengo claro que hay razones por las que tener miedo.

*Doctor en Urbanismo.

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